lunes, mayo 13, 2024
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Fumando espero…

Cuando al psicoanalista Abraham Brill se le ocurrió la idea de las antorchas de libertad, la cual fue empleada como símbolo del empoderamiento de la mujer, se consideraba que el hecho de que la mujer se intoxicase con nicotina como el varón era el signo de que las féminas se consideraban iguales que los hombres, con los mismos derechos. Pasará a la historia aquel domingo de pascua de Nueva York de 1929 en el que las mujeres salieron con cigarrillos en la boca en las avenidas de Manhattan. Edward Bernays, sobrino de Freud, el responsable de la campaña para convencer a los norteamericanos para que participasen en la primera guerra mundial, fue el precursor de esta imagen icónica que ilustra este artículo.

Pero sabemos que esto viene de atrás porque ya Foucault se decantaba a favor del sexo como elemento cultural y no biológico y Engels declaraba a la familia como la institución patriarcal que sometía a la mujer. El feminismo, la guerra de sexo, inspirada en la ideología marxista o de la actual izquierda, se materializó en el hecho de que las mujeres fumasen, del mismo modo que los ricos fumaban su delicioso puro cubano, como una representación de sus partes nobles y su poder para demostrar la seguridad y contundencia de su voluntad y de sus cojones a la hora de pensar y actuar. ¡Ante todo respeto! Ése es el mensaje de fumar que nos han introducido a nivel inconsciente y de hecho Edward Bernays sólo descontextualizó el mensaje ya interiorizado por los hombres para llevarlo al campo femenino (cuando una mujer osaba fumar era considerado un desacato y una falta de respeto).

Toda esta perorata tiene mucho sentido pues en la manipulación de masas tiene mucho significado, inclusivo emocional, la simbología del pitillo, cuando después de una boda la gente abre su cajetilla y habla con el amigo para pasar el rato del después del jamón y las gambas, para disfrutar de una buena copa de licor, todo ello representando ese espacio de libertad para gozar sin que nadie nos diga cómo lo tenemos que hacer, en qué momento, con quién y diciendo qué cosa sí o qué cosa no. Por lo tanto, fumar significa que estoy a mi bola, que hago lo que quiero y que soy soberano de mi vida en este momento en el que nadie puede entrometerse. ¿Es necesario tener en la boca un pitillo para sentirse libre o no se puede ser libre de pensamiento y obra? ¿Hasta ese extremo nos han manipulado el inconsciente, siguiendo los principios del psicoanálisis y fuera del acto simbólico, reconocido por todos, no podemos ser libres? ¡Por Dios, qué absurdo!

Lamentablemente, hemos llegado a ese sinsentido y el ministerio de sanidad lo sabe muy bien y sospecha que retirándonos el cigarrillo, aunque no fumemos, nos quitan la potestad de hablar claro, de ser nosotros mismos, de protestar cuándo deseamos, de decir no de manera contundente, de levantarnos de la mesa, de dar un buen puñetazo sobre ésta cuando estamos ya superados, de ayudarnos porque nos sale del alma o, de simplemente ser nosotros mismos o querer serlo, es un signo de peligro porque somos muchos los que estamos en su contra, en contra de los malvados sionistas, quiero decir, y, de este modo, el sujeto se reprime el deseo o se lo prohíbe al que desee un pitillo por pura dictadura fascista. ¿Ves la ingeniería psicológica detrás de las campañas, que dicen que son de salud y de prevención de enfermedades? ¿Y si tanto les preocupa, porque venden cigarrillos el estado y recibe esos onerosos impuestos por cada cajetilla que compramos? ¿No es eso de hipócritas? ¿A quién quieren engañar con esa doble moral, que no es moral, sino la misma tomadura de pelo con el que sobreactúa el mismo demonio cuando con el rabo ya mató todas las moscas? Del mismo modo que son adictos a la droga del poder, crean otras para los esclavos, aunque nos lleven a la muerte.

Ello explica regulaciones que empezaron con Zapatero, cuando ordenó que la división de los bares y restaurantes en zonas de fumadores y no fumadores, prohibiendo hacerlo en otras zonas posteriormente como aeropuertos, aviones comerciales y otros lugares, como oficinas y grandes empresas. Como la idea es jodernos la existencia porque la psicología de muerte tiene como objetivo hundirnos en la tortura del sufrimiento, el aburrimiento, la desesperación, la impotencia, en la frasecita de que “sólo los queda obedecer a nuestros amos”, todo antes de pasar por el cadalso, donde nos vacunarán o nos matarán, de una manera u otra, según los planes divinos y satánicos de los elegidos para hacer realidad el plan diseñado por los psicópatas.

También por ello en ciudades como Turín o Londres prohíben fumar en plena calle a menos de cinco metros de cualquier persona porque a la Organización Mundial de Sicarios se les ha ocurrido que el fumador expulsa virus cuando echa el humo y que los demás se pueden contagiar, la mayor gilipollez comparable a aquella que nos hablaba de asintomáticos o personas que nos pueden contagiar de una enfermedad que nos puede llevar al otro barrio o a la del uso de bozal de perro en pleno aire libre, reduciendo la concentración de oxígeno del 21 al 15 por ciento para matarnos las neuronas y convertirnos en retrasados mentales, lo cual tiene mucho sentido porque un tarado sólo puede dominar a alguien que lo esté más (lo que menos soportará es la inteligencia, ésa que no aguantarán por que han se han tragado todas las órdenes de la locura del mesianismo satánico).

He aquí el trasfondo de tantas medidas absurdas, como prohibir vender cigarrillos en el Reino Unido a los que hayan nacido desde el año 2009 y otras que se les ocurra. Están midiéndonos, están viendo hasta donde nos pueden controlar y para ello se reúnen en un despacho y deciden poner en la sociedad una serie de condiciones experimentales, nos introducen refuerzos negativos del tipo denuncia del vecino, del desconocido, vigilancia biométrica, multas, amenazas policiales y otros recursos para ver hasta qué punto interiorizamos otros símbolos como las fuerzas de seguridad o los perros robots como señal de que hay que obedecer al estado y ser buenos chicos, chicas y chiques para ser buenas personas, tragándonos todas sus basuras ideológicas.

Lamento mucho decirles que no, que sus sucios experimentos, como los de las llamadas vacunas milagrosas y en realidad criminales que no fueron privadas en animales, van a tener éxito. Vamos a demostrar que somos inteligentes, que no les tenemos miedo a esa partida de cobardes, de políticas, de ministras como a Mónica García, una vendida más del montón, para lo cual no hay que ser muy lista (se ve por sus declaraciones y exabruptos en la asamblea de Madrid) y que van a perder.

Así que os animo a que fuméis, pero no sólo nicotina, sino opiniones, acciones de desobediencia tan calientes como la hierba y los componentes que se iluminan con el rojo del infierno, del que les inspira para tan malvadas decisiones y pensamiento libre, mucha disidencia y mucha oposición. Sólo así conseguiremos que Pedro Sánchez esté obligado a fumarse un buen puro, un puro de tanta calidad que no soportará el olor a la verdad y a su reflejo en el espejo, cuando vea su cara demoniaca de Dorian Gray. Le recomiendo a nuestro queridísimo presidente que se lea esta genial obra de Oscar Wild y se vaya preparando.

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