Por Alfonso de la Vega
Los disturbios islámicos en el pueblo catalán de Salt constituyen todo una muestra representativa no solo de las nuevas legendarias glorias catalanas sino del propio estado actual de la Monarquía.
Existen diversas versiones sobre los detalles en el origen y responsabilidad de los hechos pero también una serie de cosas consideradas ciertas a día de hoy, por lo que ya se podrían hacer algunos comentarios. En los sucesos se combinan diferentes temas de los estrella o endémicos característicos de la evidente descomposición del régimen filipino en cuanto a estado de derecho se refiere.
Pero para mejor entender la situación conviene tener presente que estamos en Cataluña, antigua región de España de rancia tradición violenta, subversiva y levantisca como se sabe desde lo de la Semana Trágica o los golpes de Estado de 1931, 1934 y 2017. Y donde el código penal se acomoda al gusto y disfrute de los delincuentes, la constitución no se aplica cuando así le conviene al Poder y la lucrativa traición se ve recompensada con botín impune.
Nos cuentan que un imán moro decidió que lo de pagar la renta de su casa era pecaminoso vicio de infieles algo lilas sino panolis y dejó de hacerlo durante un lustro. Con la celeridad propia de la Justicia al final terminó siendo desahuciado pero nuestro buen musulmán resolvió querer entrar por las malas como una forma moderna de virtuosa yihad. Intervienen los mozos, le vuelven a echar y el cacique religioso llama a la violencia de la guerra santa a sus hordas morunas que en número de un par de centenares provocan disturbios en el pueblo, quemando bienes, destruyendo durante dos días diversas cosas e incluso intentan asaltar un centro de mozos de cuadra que vienen a ser como una especie de policía catalana.
Como su colega de Villar del Río,aunque sin la gracia del genial Pepe Isbert, el alcalde de Salt nos debe una explicación y al cabo se la va dar a la inoportuna gente de la malvadísima extrema que le reclama que ponga orden en el pueblo.
Sin embargo, para el rojerío más o menos hampón o golpista o cínico la culpa de las ocupaciones ilegales es de la especulación inmobiliaria y del racismo institucional. Según estas preclaras mentes filantrópicas el imán moro habría sido desahuciado sin solución habitacional alternativa de igual servicio y el pobrecillo se vio obligado a ocupar de nuevo el piso para no quedarse en la calle. Pero según otras fuentes antes el imán había amenazado a la asistenta social cuando intentaba cumplir con su deber. La funcionaria se habría negado a darle un piso por la cara fuera de los procedimientos legales, de modo que muy jaque el imán recurrió al alcalde, quien a su vez habría tratado de presionar prevaricando para lograr una solución ilegal. Incluso hubo amenazas de hacer públicas las negociaciones si no se le entregaba al imán una vivienda social.
Son sus costumbres, pero la cosa empeoró cuando se supo que el propio imán habría incitado a la violencia contra la policía en lugar de condenar los disturbios. Parte de su familia criticó la actuación de los mozos. Una hija, aunque manifestó no estar de acuerdo con la violencia criticó que no se les considerase una «familia vulnerable» pese a las dificultades económicas que atravesaban.
Cuentan testigos que los mozos se achantan y no reprimen la sublevación sino que se ponen a negociar con los delincuentes. Desde luego se comprende que no es lo mismo poner multas a los ciudadanos pacíficos por terribles delitos como no hablar o rotular en español que enfrentarse a esas violentas hordas de costumbres africanas. De modo que con tales méritos el gobierno de Su Majestad les va a premiar poniéndoles a defender de modo heroico nuestras fronteras.
Ahora bien la enorme presencia moruna en Cataluña en lugar de otra más conveniente como la procedente de otras partes de España o de la Hispanidad es producto del sectarismo y fanatismo de los golpistas catalanes con la famiglia Pujol en cabeza. De modo que se trataría de un karma en el que disfrutan de lo que han provocado y por el que tienen lo que se merecen. No querían cristianos españoles pues a disfrutar de moros musulmanes.
Pero como era de prever al final el imán se salió con la suya porque eso de cumplir las leyes es cosa de españoles «pringaos» que pagan los impuestos sin rechistar para mantener a cuanto parásito sea menester y no van a ser las autoridades borbónicas quienes obliguen a respetarlas. El alcalde que pertenece al partido procedente del antiguo fascio golpista catalán republicano en acto de presunta prevaricación le consigue una casa de protección al levantisco imán sin que el afortunado reúna las condiciones legales exigibles, premiando así la violencia orquestada y en perjuicio de terceros. De modo que la Monarquía enseña el buen camino a los delincuentes, al menos los de cierta naturaleza.
Otra reflexión necesaria y procedente es intentar averiguar si solo se trata de hechos violentos aislados, como nos aseguran del auge de los robos y violaciones de invasores porque hay que comprender que son sus costumbres, o por el contrario los disturbios de Salt han resultado ser un ensayo de lo que la quinta columna de Kalergi puede llegar a desarrollar en coyuntura oportuna, que bien pudiera ser el próximo desastre bélico generalizado que nuestros próceres patrocinan en Europa. El hecho de que suframos la invasión de decenas de miles de jóvenes en edad militar cada año no tranquiliza precisamente.
En el cauce del río Turia,están acampados,no queremos saber cómo llevarán los calzoncillos.
Desaparecen mascotas,y la gente calla,comen perros y gatos…incluso palomas.Comen mascotas.