viernes, enero 31, 2025

La vida de uno

Para que no le engañen a uno, uno tiene que saber; y para saber, tiene que investigar y reflexionar. ¿Y qué hace falta para poder hacer todo eso? ¡Tiempo!

El caso es que la mayoría de la gente no lo tiene. De lunes a viernes trabajan, de sol a sol (o más), y cuando llega el fin de semana ¡Qué menos que montarse un pequeño homenaje! Cafeína para trabajar y alcohol para olvidar el ingrato trabajo, y vuelta a empezar. Y así van pasando las semanas, los meses, los años, la vida, y uno se arriesga a morir, e irse de aquí, sin saber para qué vino.

Cuando uno es consciente de eso, sabe que debe encontrar tiempo para investigar y reflexionar, pues entiende que le va la vida en ello. Muchos fueron engañados con falsos virus, por no saber, y perdieron sus negocios y su salud. ¿Cuanto dinero gastarán, tratando de recuperar lo que perdieron, esos que invirtieron todo su tiempo en ganar dinero?

Uno debe trabajar menos si quiere dedicar tiempo a saber, pero el sistema no se lo pone fácil, pues el sistema es corrupto, mentiroso, y no tiene interés alguno en que uno sepa. ¿Para qué tiene pues escuelas? Para perpetuar el engaño, para acostumbrar a uno a levantarse pronto para trabajar, a ser puntual en el trabajo, a aceptar órdenes de extraños, y lo peor de todo: para mantener infantilizado a uno pues al privarle, de niño, del tiempo de juego, le impidió concluir y superar la etapa de niñez, convirtiéndolo en “eterno adolescente”. ¿Cómo va a pensar en rebelarse contra el sistema quién está pensando en la última versión de su videojuego favorito?

El sistema solo le quiere a uno por su capacidad para trabajar. Es por eso que sus médicos optan por salvar a los más jóvenes y sanos y abandonar a los más viejos y enfermos (Lo llaman «triaje»). Es por eso que el sistema nos reprende, por “vivir demasiado”.

Si al sistema le interesara que uno supiera más, habría eliminado, hace mucho, por ley, la “obsolescencia programada”. Es un hecho que todo se fabrica para no durar (A tal fin tienen, la mayoría de empresas, lo que orwellianamente llaman “departamentos de calidad”). Si las cosas se fabricaran para durar lo más posible, haría falta fabricar menos cosas, y trabajar mucho menos. Entonces uno tendría tiempo para investigar y reflexionar.

El sistema nos aseguró que, en el futuro, las máquinas liberarían al ser humano de los trabajos más ingratos, y eso nos daría, a todos, la oportunidad de tener más tiempo para el ocio (Entiéndase como contrario a “negocio”) pero llegado ese futuro, uno se ve obligado a pluriemplearse para llegar a fin de mes. Fue otra mentira del sistema como lo es toda su política ambientalista pues nada hay que contamine más que la dichosa obsolescencia programada. ¿Por qué no la eliminan? Porque si lo hicieran, uno tendría más tiempo para investigar y reflexionar y acabaría averiguando que no vino aquí para trabajar.

-Si el trabajo fuera bueno, los ricos lo habrían acaparado todo- Decía Cantinflas con muy buen tino. ¿Acaso no es evidente que, esos ricos que dirigen el sistema, no lo quieren? Si es verdad que el trabajo dignifica, ¿quién más indigno que ellos?

Hoy, gracias a la casta política, y pese a ser lo último que pretendían, uno ha podido comprobar que el sistema no es más que un gigante con pies de fango, que se hunde irremediablemente, a causa de su propia podredumbre. Va siendo hora pues de que uno busque tiempo para reflexionar, si lo que más le conviene es invertir su tiempo en restaurar un viejo sistema o en crear otro nuevo, en el que los niños puedan jugar felices, para así saber ser felices, en las posteriores etapas de su vida.

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