Fíjense que nosotros que abogamos por la abstención debido a la descarada manipulación electoral que padecemos en este mundo globalista somos los primeros que ponemos el grito en el cielo cuando se celebran unas elecciones y no debería ser así. Los votontos, esos que se creen que en España puede gobernar Sánc-HEZ después de unas elecciones después de comprobar que a sus mítines van cuatro gratos y que no puede ni salir a la calle sin que le abucheen, deberían ser los primeros en protestar y en salir a las calles.
Pero no, esos siguen con sus gritos de «que te vote Txapote», o pidiendo convocatorias electorales sin darse cuenta que todas y cada una de las elecciones que se celebran en España están marcadas por las irregularidades. Y eso por no decir que Sánc-HEZ controla INDRA, controla los medios de comunicación, controla el CIS y controla el sistema de arriba a abajo para acabar haciendo lo que le viene en gana. Pero de eso los votontos prefieren no hablar.
Y ahora nos encontramos con un nuevo ejemplo de lo que estamos hablando en Francia. Resulta que en la primera vuelta de esas elecciones el partido de Le Pen, Reagrupamiento Nacional, gana las elecciones, quedando segundo la extrema izquierda del Nuevo Frente Popular liderado por Mélenchon y por último el bloque centrista de Macron.
Pero ahora, en la segunda y definitiva vuelta se produce un sorprendente vuelco electoral quedando todo al revés. Los que ganaron la primera vuelta, se van a la tercera posición, los que quedaron segundos en la primera vuelta, ganan en esta segunda vuelta y los que quedaron terceros, y bastante descolgados, resulta que ahora quedan segundos.
¿Pero somos nosotros los únicos que no vemos esto normal? ¿Somos nosotros los únicos que vemos una manipulación y un pucherazo descarado, o nos estamos volviendo locos?
No, seguimos cuerdos.
Aprovecho para recordar que la repugnancia demoníaca de la «izquierda» española no tiene parangón en toda Europa. Sólo una subespecie similar ubicada en Chile se le aproxima.
El pelanas Melenchon es un pobre diablo, pura oligofrenia marxistoide nihilista, pijoprogre urbanita trozocarnil luzgaseado, pero aún así lloró (o dijo que lloró) cuando ardió Notre-Dame, a diferencia de no sé qué fanático doméstico nuestro que comentó que qué pena que no hubiera sido la Almudena.
Y el que no entienda por dónde voy es que está más cerca de la oligofrenia materialista de Melenchon que de la cordura y el despertar.
Maricrón, masón. Melenchón, masón.
No hace falta ningún análisis sesudo.