Alvise, Propaganda por la acción

Por Alfonso de la Vega

Si en el reino filipino hay alguien que asuma el lema libertario tradicional de la propaganda por la acción ese es Alvise. El lector bien lo conocerá y tendrá su propia opinión pero para el que no lo sepa se trata de un personaje que puede considerarse como una especie de Pimpinela escarlata o El Zorro, una personalidad que pretende combatir la insufrible corrupción del Régimen partitocrático borbónico. Una de los medios es la información; otro, los propios tribunales. No es de extrañar que Alvise se haya ganado las no disimuladas iras no ya de los políticos borbónicos sino de toda la abundante patulea extractiva impune que parasita al ciudadano trabajador español. Es por eso que es saboteado una y otra vez con especial inquina, unanimidad y alevosía.

El asunto no es del todo nuevo desde el punto de vista de la historia de las ideas políticas. Ángel Pestaña fue un libertario honrado, fundador del Partido Sindicalista, que entendía que la lucha de los trabajadores debiera completarse con la acción desde los propios medios del Estado, y que en consecuencia no se debía desperdiciar a priori la posibilidad de actuación desde los parlamentos.

Otro reformista famoso fue Joaquín Costa. En octubre de 1898, tras el famoso desastre, en una entrevista concedida al periódico El Liberal, Costa explicaba que “pensar en redenciones milagrosas, en un hombre salvador, en algo que nos haga salir de pronto de la calle de la amargura para trocarnos en un país fuerte, rico, sabio, respetado, es pensar en un imposible”. La situación de degradación era tan grande que poco cabía esperar a corto plazo. Pero si creía necesario establecer tres condiciones mínimas para empezar a cambiar de verdad las cosas:

“Hacer libre de verdad al pueblo español, que no lo es a pesar de sus leyes con apariencias democráticas. Elevar la cultura del pueblo español, es decir, modificar la manera como se distribuye el presupuesto a favor de la educación. Restablecer o crear una disciplina social que a todos obligue y que a todos alcance”.

Problemas que, con algunos matices, como se ve siguen estando presentes en la España del tercer milenio que se asoma a otro 98, esta vez provocado intramuros por el propio sistema borbónico. Pero, pese a su notoria repugnancia por el parlamentarismo tal como existía entonces en España, Joaquín Costa hacía su propia autocrítica por no haber sido capaz junto a otras personas conscientes y competentes de poner en común esfuerzos o programas. Incluso se lamentaba de que “por no haber constituido un partido nacional y hecho frente a los charlatanes y tahúres de la política, a todo ese enjambre de vividores, ha sobrevenido la catástrofe”. Y poco después remachaba en el mismo periódico citado: “Solo un medio eficaz existe: seguir del enemigo el consejo: organizarse como él está organizado, y seguir sus mismos procedimientos en cuanto sea compatible con la moral y el derecho.”

Ignoro si conoce tales precedentes históricos: Alvise explica que ha querido dar un paso más para proteger su propia sacrificada labor como denunciante de delitos, desfalcos, abusos y fechorías y se presenta bajo el paraguas de una  de una agrupación de electores con el pintoresco nombre de “Se acabó la fiesta” a las próximas votaciones para el ineficaz sino mohatrero parlamento europeo, cuya capacidad de solucionar los problemas en los que nos ha metido la propia UE resulta mínima o inexistente. Contra los intereses de la ciudadanía sus dirigentes parecen querer arrastrar a Europa a una guerra generalizada, absurda y devastadora. El PP y el PSOE son aliados en el parlamento europeo y votan lo mismo en apoyo de la corrupta Von der Leyen. VOX ha mostrado su cara oculta con el viaje de Abascal a Jerusalén para entrevistarse con el imputado Netanyahu y pedirle paciencia y comprensión.

Es de suponer que tal impostura democrática que muestra la actual incapacidad institucional de los pueblos europeos para revertir la deriva despótica de la UE no resulta desconocida para Alvise pero arguye que él sólo pretende obtener protección mediante aforamiento y financiación adicional para poder seguir con su costosa y peligrosa labor de denuncia, relativamente a salvo de alguna tarascada de heroico juez en edad de merecer.

De no ser todo una farsa de falsa disidencia muy bien montada el caso es que el Régimen demuestra que le teme. Y además de un pleito va, otro pleito viene, ha torpedeado hasta la “presunta” prevaricación su candidatura con toda clase de artimañas, añagazas y felonías. Aunque no hubiera trampas en el escrutinio se trata de una vergüenza total pero significativa de la situación comatosa del pretendido estado de derecho en el reino de España, aquejado de fallo crítico multifuncional y multiorgánico, puede que irreversible.

De modo que el abstencionista tradicional que desee combatir al Régimen borbónico dispone de una posibilidad de hacerlo probablemente con mayor eficacia que simplemente la de pasar de peregrinar dócilmente a la urna. Un acto ético este de abstenerse sin duda, pero ineficaz en la práctica salvo que la participación fuese nula. Si al menos se dejasen sin ocupar los escaños correspondientes al electorado abstencionista, aún tendría alguna repercusión tal alternativa con el consiguiente ahorro, pero al día siguiente los media se habrán encargado de hacer olvidar el auténtico nivel de representación existente en la farsa.

Combatir la corrupción debiera ser tarea no ideológica sino común a todos los partidos pero de hecho se comprueba una y otra vez que no es así. A diferencia de los partidos que prometen y prometen pero luego no cumplen, Alvise pone la acción contra la corrupción de estos años antes que el discurso en la campaña electoral. Repito: es la propaganda por la acción.

Algunos dirán que el rebelde representa la irrealidad y está condenado al fracaso. Son los que prefieren la moderación de los corruptos al “extremismo” de los puros. Con el socialismo, por evidentes razones de orden moral o de carácter técnico intrínseco, la corrupción resulta irremediable.

Lo de la corrupción no es asunto secundario sino que probablemente constituye la auténtica constitución no escrita del Régimen.  Cuando resulta necesario se encubre con la corrupción del entendimiento sin hacer ascos tampoco a las trampas electorales ex ante o ex post. La gobernación perdura por los intereses, lo que se disimula para no reconocer el dominio del verdadero poder oculto en la sombra. De ahí la necesidad de las teorías y partidos políticos. La corrupción genera cómplices y muestra entusiastas alabanciosos. La corrupción agrupa. Como hoy estamos comprobando, el corruptor astuto puede imperar indefinidamente sobre el partido devenido en secta, institución o sistema político satisfactoriamente corrompido. 

De modo que la batalla de la corrupción es fundamental para la supervivencia del Régimen. Otra cosa además de la acción bienintencionada de los reformistas extramuros es la posibilidad actual de otra ley como la de Reforma política de 1977 por la que debido a razones altruistas o patrióticas se neutralizaron a sí mismos los entonces beneficiarios del Régimen anterior. Claro que la cosa se explica porque eran “fascistas”. 

La Mitología nos enseña que Sísifo fue condenado a subir una roca hasta la cima de una montaña para que volviese a caer una y otra vez. Prometeo, benefactor de la humanidad, robó el fuego a los dioses pero terminó encadenado como castigo. Alvise puede que no sea Sísifo ni Prometeo pero cabe la posibilidad de comprobar qué pueda hacer si sale elegido. 

Y además, ya en la desesperada y como diría Mingote en uno de sus más famosos chistes: “¡A Usted qué más le da hombre!”