sábado, noviembre 23, 2024
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Manifestaciones y fracaso institucional

Artículo de Alfonso de la Vega

Brujas: 

«Lo hermoso  es feo y lo feo es hermoso. ¡Revoloteemos  por entre la niebla y el aire impuro!» 

Macbeth: 

«Mañana iré a visitar a las hermanas fatídicas. Necesito que me digan más, porque ahora estoy resuelto a saber lo peor por los peores medios ¡Es preciso que todo ceda ante mí! He ido tan lejos en el lago de la sangre que si no avanzara más, el retroceder sería tan difícil como el ganar la otra orilla»   

Brujas:

«Macbeth no será nunca vencido hasta que el gran bosque de Birnam suba marchando para combatirle a la alta colina».

(La tragedia de Macbeth, W. Shakespeare)

El veleta y despechado Feijoo ha pasado de querer estar a pachas y conchabarse para repartirse el botín con el falsario a  decir que la calle es mía y que el empecinado valido de Su Majestad es muy malo, malísimo, un indeseable. ¡Quién lo podía pensar! Se apunta el éxito de las manifestaciones a favor de la libertad y de la unidad nacional como si fuese un plebiscito sobre su lamentable desempeño y su no menos lamentable cofradía socialista aguachinada que está loca por figurar ante la plutocracia como más aseada y deseable “imaginaria de igual servicio” para llevar a cabo los infames mandatos de la Agenda. Banderas de la UE y del PP, sin acertar la mano con la herida. Como si el turnismo de un Régimen sin soberanía no nos hubiera traído hasta aquí. O el PP no hubiera tenido dos mayorías absolutas para enderezar las cosas en vez de para empeorarlas. 

Estas multitudinarias manifestaciones recuerdan las no menos importantes de hace unos años tratando de salvar la vida del infortunado Miguel Ángel Blanco antes de ser asesinado por los hoy herederos socios del gobierno de Su Majestad.  Hasta el PNV se vio obligado a fingir agachando su dura cerviz de miserables fariseos. Pero para gran parte de la clase política la prioridad principal era que había que salvar a los terroristas asesinos como protectores del negocio y el pueblo fue burlado como muy probablemente lo será ahora. Y por los mismos. Como dice el famoso refrán: “Ahí van leyes, do quieren reyes”.  O bien Ortega, no tenemos Estado, hay que reconstruirlo. 

Del mismo modo, las manifestaciones de ayer muestran la triste realidad española actual. No tenemos un verdadero Estado al servicio de la nación sino un oneroso tinglado en su contra que la parasita o devora. Muestra la carencia de instituciones al verdadero servicio del pueblo español al que se obliga a elegir entre lo malo, lo peor o lo pésimo. Un régimen prostituido y encanallado que encubre una oligarquía corrupta carente de patriotismo o de la más mínima exigencia moral.  Un régimen que ha logrado lo que hubiera parecido imposible hace unas décadas, que se ya encuentra maduro para el desguace y pepitoria de la nación, para su liquidación definitiva. Mucho cálculo de conveniencia partidista sectaria, mucha manifestación, mucho sermón de circunstancias, pero el golpe progresa adecuadamente ante la incompetencia absoluta para pararlo una vez iniciado gracias a la preterición del mérito, a la corrupción generalizada y a la chapuza de la propia politeia o arquitectura política borbónica. Por eso no arregla apoyando a una falsa bandera que ha demostrado forma parte consustancial del tenderete como el PP.

Sí, es verdad, que viendo las orejas al lobo algunos optan ahora por el postureo en vez de recurrir a los alimañeros. Se critican incluso duramente algunas actuaciones pero en cambio no se detiene ni neutraliza a los causantes. Y eso que con lo del “lawfare” cualquier rufián pelagatos pudiera mandar a prisión a todo un excelentísimo señor magistrado juez de toga impoluta y bien planchada.  Un «mucho ruido y pocas nueces» o un «fuese y no hubo nada». El típico queda bien habitual en la derecha sumisa y complaciente.

Pero, si el falsario valido de Su Majestad se atreve a hacer lo que hace es porque se siente apoyado por grandes poderes ocultos y piensa que la dictadura sin tapujos ya está al alcance de su mano de modo que nadie le va a echar de la Moncloa salvo para mudarse a la Zarzuela. Un habitante el de este palacio que demuestra no estar a la altura de las necesidades de la nación y que forma más parte del problema que de su solución.

La constitución es una chapuza para mejor granjería de traidores y sinvergüenzas pero en su mano había estado el evitar poner en tan gran peligro a España.  Ha consentido por estulticia, cobardía o complicidad que el traidor en funciones le haya engañado hace más de un mes cuando le dijo que ya tenía los apoyos necesarios para su aventura. ¡Hay que ser estulto para creerle!

Su trayectoria anticonstitucional de no oponerse al despotismo y firmar lo que le echen, aún lo más patentemente anticonstitucional como ha sido su actuación durante los últimos años, no permitía hacerse demasiadas ilusiones aunque la esperanza sea lo último que se pierda. No deja de ser curioso y paradójico que muchos cortesanos palanganeros reales traten de convencer a la gente que la Monarquía es buenísima porque el rey no sirve para nada. Ni siquiera para defender la constitución, no ya a la nación. Toda una paradoja digna de Unamuno.  Ahora, nos cuentan muy serios que don Felipe es tan bueno y patriótico que ¡va a abdicar!

Don Felipe ha demostrado que es otro Borbón inepto más, nefasto para España y para los españoles. Un Rey florero que en lugar de ser un orgullo nacional es otro motivo de preocupación. El populacho que lo aclama o aplaude, como otrora al felón Fernando VII, en los desfiles menguados o a las puertas del Teatro Campoamor al cabo resulta ser tan nefasto para la Nación como los socialistas, los golpistas, los supremacistas catalanes y vascos  o los filoetarras.

Pero, si en verdad ambas cosas son excluyentes como nos aseguran los más enmucetados  del Régimen, lo prioritario es salvar la nación antes que la constitución. Sin nación tampoco hay constitución.  Sin constitución puede haber nación.

El teatro nos cuenta que contra toda expectativa el bosque de Birnam puede movilizarse.

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