El 23 de abril, Castilla y León celebra su día autonómico. En Villalar de los Comuneros, un pequeño municipio vallisoletano se evoca uno de los episodios más significativos de su historia: la Batalla de Villalar de 1521, enmarcada en la Guerra de las Comunidades. Este conflicto, profundamente ligado a la figura de Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, representa una lucha por la autonomía local frente al poder central y sigue siendo un símbolo de identidad para la región.
A principios del siglo XVI, Castilla vivía un período de incertidumbre política. Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, era la reina titular tras la muerte de su madre, Isabel la Católica, en 1504. Sin embargo, su capacidad para gobernar fue cuestionada debido a su supuesta inestabilidad mental, un tema que aún genera debate entre historiadores. Su esposo, Felipe el Hermoso, asumió un papel dominante hasta su muerte en 1506, tras lo cual Juana fue confinada en Tordesillas por su padre, Fernando el Católico, y posteriormente por su hijo, Carlos V.
La llegada al trono de Carlos V, un joven rey extranjero criado en Flandes, avivó el descontento en Castilla. Los nobles y las ciudades castellanas, que veían a Juana como la legítima reina, percibían a Carlos como un monarca desconectado de las necesidades locales. Además, su política de imponer impuestos y nombrar extranjeros en cargos clave exacerbó las tensiones. En este contexto, los comuneros, un movimiento formado por la burguesía urbana, artesanos y parte de la nobleza, se alzaron en 1520 para defender los derechos de las comunidades y, en muchos casos, para restaurar a Juana como reina efectiva.
Juana, recluida en Tordesillas, se convirtió en una figura simbólica para los comuneros. En septiembre de 1520, los líderes del movimiento, como Juan de Padilla, lograron reunirse con ella. Aunque Juana firmó algunos documentos que apoyaban la causa comunera, no asumió un liderazgo activo, posiblemente debido a su estado psicológico o a la presión de sus custodios. Su ambigüedad dejó a los comuneros sin una figura central clara, pero su nombre siguió siendo un estandarte de legitimidad para la rebelión.

El conflicto alcanzó su clímax el 23 de abril de 1521 en Villalar. Las fuerzas comuneras, lideradas por Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, se enfrentaron al ejército realista, mucho mejor equipado y organizado. La batalla fue un desastre para los comuneros: las lluvias dificultaron su movilidad, y la superioridad táctica de las tropas de Carlos V selló su derrota. Al día siguiente, los tres líderes fueron capturados y ejecutados en la plaza de Villalar, consolidando la victoria real y marcando el fin de la revuelta.
A pesar de la derrota, el levantamiento comunero dejó un legado imborrable. La lucha por la justicia, la defensa de los derechos locales y la resistencia contra el absolutismo se convirtieron en valores asociados al espíritu de Castilla.
Cada 23 de abril, Villalar de los Comuneros se transforma en el corazón de Castilla y León. La localidad acoge actos institucionales, como ofrendas florales en el monolito dedicado a los comuneros, y eventos populares que incluyen música tradicional, danzas, ferias de artesanía y degustaciones de productos locales como el lechazo o los vinos de la región. Estas celebraciones no solo honran la memoria de los comuneros, sino que también recuerdan el papel de Juana la Loca como símbolo de una Castilla que buscaba su voz en un momento de cambio.
Castilla y León atesora una riqueza histórica y cultural que rivaliza con cualquier región de Europa. Sus catedrales de Burgos, León y Salamanca, sus monasterios como San Millán de la Cogolla, sus castillos medievales y sus yacimientos arqueológicos como Atapuerca son testimonios de una historia milenaria. Su folclore, con danzas como la jota castellana, y su gastronomía, con productos como el jamón de Guijuelo o los vinos de Ribera del Duero, son igualmente vibrantes. Sin embargo, esta riqueza no siempre se traduce en una narrativa mediática potente.
A pesar de que distintos sectores sindicalistas y de izquierdas se han querido apropiar de esta festividad, los comuneros nada tenían que ver con estas ideologías ya que no eran republicanos ni comunistas, luchaban contra la enorme presión fiscal que les estaba ahogando y defendían que la legítima reina Juana gobernara Castilla, no su hijo Carlos. La Guerra de las Comunidades fue un movimiento medieval tardío, motivado por cuestiones de autonomía local, privilegios municipales y lealtad a Juana la Loca, no por una lucha de clases ni por ideales socialistas. Los comuneros no buscaban abolir la monarquía ni redistribuir la riqueza, sino reformar un sistema que consideraban injusto.
En el siglo XX, especialmente durante la Segunda República y la Guerra Civil, la izquierda española adoptó a los comuneros como precursores de la lucha popular, aunque su contexto histórico era muy diferente.
La palabra “comunero” puede generar confusión, ya que evoca la raíz de “comunismo”. Aunque los comuneros defendían las “comunidades” (los municipios y sus derechos), algunos sectores de izquierda han proyectado sobre ellos una lucha de clases que no era central en su movimiento. Esto ha facilitado que el término sea adoptado por ideologías modernas.
Es curioso que la izquierda que actualmente se apodera de y resuignifica esta batalla, reivindicando el localismo la nobleza local frente al estatalismo, sea ahora la que está sirviendo 100% a los intereses de los dueños del FMI para que monten su tecnodictadura mundial única