miércoles, marzo 19, 2025
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Los MENAS según Quevedo

Por Alfonso de la Vega

Estos días se encuentra un poco revuelto el estercolero borbónico por el reparto de los equívocamente llamados MENAS, unos invasores tiarrones en edad militar sin oficio ni beneficio que son premiados por haber violentado nuestras fronteras, en vez de ser devueltos a sus orígenes para que los cuiden y eduquen sus familias si es que de verdad son menores. Este el debate principal, porqué acogerlos y no devolverlos y debiera ser previo al que se nos impone del reparto. Un reparto que viene a ser como una pedrea siniestra con la que, menos los abusones rebeldes golpistas catalanes, la mayoría de los españoles resultan agraciados pese a no comprar boletos para tan peligrosa rifa. No importa, los heroicos próceres felones de la Monarquía lo hacen por nosotros.

No obstante, no todo es idílico en tan filantrópica labor llevada cabo pisoteando los derechos de los españoles. En efecto, hay riñas entre las diferentes bandas por no quedarse con la mayor parte de tan lamentable o peligroso tesoro. Pero el amo es el amo y toca obedecer sin rechistar que para eso estamos en una democracia.

Nuestra penosa realidad es que hoy gran parte de nuestro territorio está fuera de control. Incluso se ha terminado de fragmentar España para ceder fronteras a los golpistas catalanes. Disfrutamos de hordas de invasores impunes y tratados mejor que los propios españoles que se ven obligados a pagar los platos rotos. Ni se respetan derechos humanos ni existe el imperio de la Ley. Fuerzas políticas, algunas incluso representantes de la propia Monarquía en las instituciones, llaman a la discordia, la injusticia, la abolición de la ley, la violencia y a la guerra civil sin que pase nada. El gobierno de Su Majestad no sólo no defiende la legalidad vulnerada sino que la ataca.

Dada la gravedad de los acontecimientos, tampoco se observa por ningún lado el ineludible  “papel moderador y de arbitraje de las instituciones” que la mancillada constitución asigna a la Corona, que ostenta además de la Jefatura del Estado el mando supremo de las Fuerzas Armadas, cuya misión es “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Pero que consiente pusilánime o indiferente que sean agredidos la Nación y los ciudadanos. Y ultrajada ella misma junto con símbolos nacionales como la bandera o el himno nacionales con absoluta impunidad. Pues sí, el rey está desnudo. La Corona es la clave de bóveda del desastre. Y con Su Majestad abajo firmante de lo que le echen a lo Biden, todos los demás.

El libro I de Samuel en la Biblia nos enseña que Yavé Dios en su infinita sabiduría que conocía los nefastos efectos de la Monarquía no quería un rey para su pueblo elegido. Pero tanto fue la insistencia que al final cedió no sin antes advertirles que se iban a arrepentir y les dio a Saul, un rey que resultaría como es natural un desastre sin paliativos. De modo que en el premio llevaron los «elegidos» la penitencia.

La lucidez de nuestro Quevedo era más pragmática. Como explica en sus Obras filosóficas si por desgracia había que apechugar con un rey, al menos que se dejase asesorar y aconsejar por gente sabia, honrada, que pretendiese el bien del reino. Como Platón en Siracusa o don Quijote en la Ínsula Barataria:

«Si los príncipes se aman a sí, y a sus reinos, y a su conservación, no deben tanto huir de los médicos, que o por ignorancia o por adulación u odio particular los aprueban y consienten mantenimientos contrarios a su salud y vida, como de consejeros que les hacen lícita y absoluta su libre voluntad; y al fin no muy a la larga tales consejeros acaban a los reyes la prosperidad y posesión de sus reinos, y  los vasallos la obediencia y el sufrimiento. Como es permitido al médico ordenar y cortar de lo vivo y doloroso de un cuerpo humano, así se puede decir al príncipe lo que conviene aunque le duela: y como cuerdo el enfermo que se deja curar, venturoso el rey que se deja aconsejar.

Apliquen los príncipes remedios con tiempo, porque en los extremos de las enfermedades, aunque pueden curar algunas veces, pocas se vio sin abceso de alguna parte principal del mismo príncipe y de su autoridad.»  

(Francisco de Quevedo, Obras filosóficas).

Por desgracia no ha sido así, todo va de mal en peor y la pérdida de soberanía nacional tras cuarenta años de constitución y en especial durante el decenio del nefasto reinado de don Felipe es un hecho. Aunque, con mayor o menor virulencia, y sin ser tan grave como ahora hay que reconocer que tampoco es un fenómeno nuevo en la Historia de España: Quevedo ya intuía la incompetencia de nuestras élites y la realidad política española mercenaria, vicaria o supeditada a oligarquías extranjeras. Gentes que habrían aprendido la lección del rey Saul en las carnes de sus antepasados. Decía así, imitando las declaraciones en un sanedrín:

 “No tenemos ni admitimos nombre de reino ni de república, ni otro que el de Monopantos, dejamos los apellidos a las repúblicas y a los reyes, y tomámosles el poder limpio de la vanidad de aquellas palabras magníficas; encaminamos nuestra pretensión a que ellos sean señores del mundo y nosotros de ellos. Para fin tan lleno de majestad no hemos hallado con quien hacer confederación igual, a pérdida y a ganancia sino con vosotros que sois los tramposos de toda Europa. Y sólo os falta nuestra calificación para acabar de corromperlo todo, la cual os ofrecemos plenaria, en contagio y peste, por medio de una máquina infernal que contra los cristianos hemos fabricado los que estamos presentes.”

(Francisco de Quevedo, La Fortuna con seso y la hora de todos)

Porque si no se considera la hipótesis de un protagonismo felón de la propia Corona la explicación de la crisis de los MENAS u otras se encuentra en la pérdida de soberanía española. Sin embargo, no sería la primera invasión musulmana de España propiciada por el judaísmo aprovechando la debilidad e incompetencia de la Monarquía. En el siglo VIII los conquistadores musulmanes también contaron con el apoyo de parte de la población judía que esperaba ventajas de obtener éxito. Además de los de la diáspora palestina también en el norte de África había bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo o mestizaje. Muchos observadores aseveran que la influencia judía en la actual política del reino de Marruecos es enorme. 

Quien manda, manda y dentro de esa «máquina infernal fabricada contra los cristianos» el Plan Kalergi progresa adecuadamente.

 

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