Sobre un curioso nombre

Por Alfonso de la Vega

Con el irresistible ascenso de la devastadora señora ministra Teresa a las más altas fuentes de la corrupción institucional de la UE son muchos los que se asombran del nombre del pintoresco Ministerio de Transición Energética y Reto demográfico. Lo primero porque está comprobado en Teoría de la Organización que cuanto más largo y concreto es el nombre de una institución o unidad orgánica menos jurisdicción y poder real tiene. Por ejemplo. Un Director General es un director general pero si es además de tenderetes, diretes y fiducias varios ya deja de ser general y se convierte en particular.

En título tan pomposo hay mucho de sospechosa fementida ficción, pero tampoco estaría exento de aspectos ciertos relacionados con diferentes ciencias naturales y sociales. De las relaciones a veces mal comprendidas entre Sociedad y Cultura con la Naturaleza. Todo estudioso de la problemática de la base material de las sociedades humanas reconoce la importancia de la energía en el funcionamiento y sostenibilidad de las sociedades. De modo que el uso de cada clase de energía y la naturaleza de los convertidores energéticos implicados determinan lo que una sociedad puede hacer en el aspecto material de su sustento y conservación. Y en ello intervienen además de las leyes aprobadas por su parlamento o clase dirigente otras de carácter natural como la ley de la gravedad o  los principios de la Termodinámica. Leyes cuya vulneración acarrea consecuencias lamentables. También se da el caso, como ocurre ahora en el occidente fabiano maltusiano que se utilizan estas leyes como pretexto para mejor avasallar las naciones con una falsa autoridad pretendidamente científica.

Hace medio siglo recuerdo que era cuestión a debate entre profesionales dónde debiera ubicarse la variable medioambiental en las instituciones empresariales o político administrativas. Cuestión en evidente relación con la misión o razón de ser y cometidos reales de esa unidad. Desde el punto de vista de la organización política una inicial administración socialista colocó una dirección general de Medio Ambiente. Luego un ministerio específico pero también de carácter departamental en vez de ámbito interdisciplinar como, por ejemplo, Presidencia. Esta disposición en el organigrama resulta preferible pues permitía una interrelación de supervisión y análisis de los proyectos presentados por iniciativa de otros departamentos sectoriales como Agricultura, Industria o Fomento. Mejor que la de un súper ministerio con iniciativa propia, salvo que lo que en realidad se pretenda sea estorbar sino arruinar la actividad de desarrollo de las Administraciones Públicas. Así, por ejemplo, si se deja la iniciativa de la acción a los medio ambientalistas más o menos ignorantes y fanáticos el resultado será que se arruina y ocupa el suelo fértil para instalar odiosos cachivaches dedicados al agio monopolista. O la muerte y desolación como acabamos de comprobar por desgracia en Valencia. Algo que se podía haber evitado si se hubiera querido con políticas de protección del suelo fértil y contra la erosión hídrica.

En esto también se observa la diferencia entre las políticas socialdemócrata fabianas del siglo XX y las actuales del liberticida socialismo de demolición o devastación al servicio mercenario de la Agenda 2030. La UE sigue perpetrando fechorías, disimuladas con el necio pretexto para tontos o indocumentados de la supuesta protección del medio ambiente que son asumidas por los títeres respectivos. ¿Puede funcionar una economía moderna sin energía y sin recursos fósiles? En el estado actual del conocimiento de las leyes de la Naturaleza y de la Termodinámica, no. No puede funcionar ni siquiera la agricultura, convertida en los países industrializados una rama más de la industria en lo que a eficiencias energéticas se refiere. Para el público en general y para muchas gentes que proceden del Derecho o la Economía tal como ahora se entiende, la civilización y la organización social es cosa de simples leyes políticas, que pueden cambiarse con decisiones parlamentarias o ejecutivas. Se ignora que sin presupuesto energético y convertidores eficientes las instituciones no pueden funcionar, al menos en el grado que pretenden.

El desarrollo político y económico de una sociedad (y el aumento de la clase media) dependen de la posibilidad de utilizar recursos energéticos y convertidores eficientes. La ineficiencia energética de un convertidor significa poca o nula energía útil en relación a la total o a la energía degradada, entropía. En la práctica, digan lo que digan las leyes parlamentarias más o menos democráticamente adoptadas, representa la necesidad de subvenciones energéticas de otras fuentes o convertidores más eficientes y subvenciones monetarias que se detraen del sistema vía impuestos o déficit. La supuesta sostenibilidad resulta imposible si no existen recursos energéticos y convertidores eficientes (fósiles o hidroelectricidad) que subvencionen los ineficientes. Y que la baja productividad debe apoyarse también con subvenciones monetarias detraídas de la economía real.

Los ciudadanos y los profesionales preocupados por el porvenir de la Humanidad, deberían tratar de distinguir entre los aspectos limitantes de la naturaleza, que pacientemente hay que “obedecer” como diría Sir Francis Bacon, y los culturales que pueden y deban ser cambiados en su beneficio. Pero falta decisión para cambiar lo que pueda ser cambiado, pues choca con poderosos intereses creados. El crecimiento ilimitado probablemente sea una aspiración cultural de ciertas sociedades, que nunca se ha dado en la Naturaleza. En todo caso sabemos que no se dan crecimientos exponenciales permanentes de población en la Naturaleza, pues bien aparecen limitaciones en la alimentación, o depredadores y calamidades que las frenan. Es decir, la evolución de la población se representa por curvas en forma de Z, llamadas sigmoides que son las que se dan en la Naturaleza en vez de las curvas exponenciales indefinidas, propias del pensamiento o de los modelos teóricos. Se dan funciones sigmoides en el aprendizaje o en los rendimientos de un proceso. Al principio de la función el crecimiento es muy notable hasta que llega un punto de inflexión en que se ralentiza y convierte en “meseta”. Las poblaciones también se comportan como funciones sigmoides. En un momento dado, el crecimiento se ralentiza, para hacerse nulo. Las causas pueden ser varias: Enfermedades y pandemias; restricciones energéticas o de recursos en general; aparición de depredadores que diezman las poblaciones. En Ecología este sistema de regulación se conoce con el nombre de “homeostasis”. De ese modo los ecosistemas naturales se regulan.

Pero no se puede olvidar el factor antrópico o humano. Aún con peculiaridades muy notables, por lo singular de su especie, el hombre no puede escapar totalmente a estas leyes de la Naturaleza. Esto se suele obviar, sobre todo cuando se piensa y se actúa como si el hombre fuese únicamente un fenómeno cultural sin tener en cuenta su condición de criatura también sujeta a las leyes naturales. Y muy especialmente cuando los sistemas políticos están dominados casi exclusivamente por gentes que desconocen ú obvian las restricciones naturales que se imponen a las civilizaciones o bien son pervertidos o carecen de criterio moral para discernir lo que es o no conveniente con carácter general y buscan solo su interés egoísta aunque lo disfracen.

En efecto, repetimos, la dinámica de poblaciones, también la humana con matices, se relaciona con la cantidad y naturaleza de la energía disponible. Pero las políticas a arbitrar pueden estar dirigidas en beneficio de la humanidad o por el contrario de una élite reducida y depravada. Comprender la situación y actuar en consecuencia constituye uno de los desafíos más importantes a los que nos enfrentamos hoy.