lunes, julio 8, 2024
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La alférez Leonor otra vez condecorada

Por Alfonso de la Vega

Contra malicia, milicia”, sostenía el pobre iluso preceptista Gracián antes de conocer estas posmodernidades subversivas. Un sonoro mentís también al famoso discurso cervantino:  «Así que, aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio. O bien, Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida…»

Pese a no estar pique de perder la vida al menos mientras no vaya de voluntaria al frente de Ucrania, nos hemos enterado que a la flamante y heroica dama alférez Leonor Borbón Ortiz Rocasolano su complaciente padre muy emocionado por esta tan alta ocasión que vieron los siglos le ha dado un bien merecido premio. Nada más y nada menos que la Gran Cruz al Mérito Militar, que premia su «encomiable dedicación» en las filas del Ejército de Tierra. Muy merecido desde luego, ni Viriato, ni Hernán Cortés, ni Pizarro, ni el Gran Capitán, ni Álvaro de Bazán, ni …  poseen en su dilatada pero no tan encomiable hoja de servicios a la Patria gestas tan heroicas y descomunales a premiar como la nueva oficial de Zaragoza.

Acaso algún alma caritativa debiera advertir a Su Majestad que tras los últimos escándalos de la Monarquía  la cosa no está para hacer ostentación de privilegios, odiosos nepotismos ni para muchas bromas.

Pero no queda más remedio que reconocer que lo de las antiguas condecoraciones tradicionales en manos de los Borbones ya no es lo que era.

Las Cruces del Mérito militar se emplean para recompensar a los miembros del Ejército y la Guardia Civil y otras personas civiles tras la realización de acciones y hechos o la prestación de servicios de destacado mérito. La Cruz es para oficiales, suboficiales y tropa mientras que la Gran Cruz con la que ha sido premiada Leonor está reservada a oficiales generales y personal civil con un rango institucional, administrativo, académico o profesional. Lleva aparejado el tratamiento de Excelencia.

Recordemos lo ocurrido con el máximo galardón del Toisón de Oro, ya concedido también a la princesa Leonor al cumplir heroicamente los dieciocho años.

A muchos jóvenes lo del Toisón de oro les suena a aventura de Tintín, el de Hergé. Sin embargo, la historia viene de lejos: el Toisón o vellocino de oro está ligado en su origen mitológico y simbólico a la aventura de Jasón y los argonautas en la antigua Cólquida. Además del propio simbolismo del viaje o aventura iniciática, la figura de Jasón se suele asociar a las diversas divinidades solares de la Mitología universal. El vellocino o toisón de oro que buscaban Jasón y sus argonautas es el cordero celestial: el sol espiritual e intelectual. El dragón que lo custodiaba significaba la ignorancia, o la oscuridad que luchan contra el sol en el paso equinoccial. El entrante signo astrológico de Aries o el Cordero. Un símbolo de pureza. En otras tradiciones el vellocino de oro debe ser ganado tras el logro espiritual para lograr la legitimidad para poder reinar.

La actual Orden del Toisón de Oro fue establecida el año 1430 en la iglesia de San Bertín por Felipe Primero, llamado El Bueno, Duque de Borgoña, famoso según los viejos cronicones por su “gran liberalidad con los pobres, afabilidad con los vasallos y todos los príncipes extranjeros. Gastó infinitas riquezas en socorrer y amparar a los necesitados vasallos, viudas, huérfanos y pupilos, en enriquecer a sus amigos y favorecer a muchos señores…”

Una Orden de Caballería con unos objetivos muy claros. “El instituto fue para mantener la Iglesia de Dios y la noble Cavallería del Toisón, a ejemplo del valeroso Gedeon, capitán de los israelitas, y su vellón o de Jasón, u otro cualquier ejemplo, pero el fin fue la defensa de la Ley Christiana”. Durante la solemne ceremonia tradicional de entrega del Collar del Toisón de oro el Maestre exhortará al nuevo caballero que cumpla diferentes juramentos y preceptos.  Y a que el collar que ha de llevar “lo sea en gloria de Dios, de toda la Christiandad y ensalzamiento de la Santa Iglesia, y en honra y aumento así de esta orden universal como privadamente a fama, reputación y alabanza vuestra en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

Con Carlos I, la Maestría de la Orden del Toisón de oro pasa a depender de la Corona española en virtud de que el emperador era nieto de María de Borgoña y heredero de sus instituciones. Hace pocos años Su Católica y no menos campechana aunque hoy emérita desterrada Majestad tuvo a bien conceder esta altísima distinción de tan hondo significado religioso y filantrópico a un famoso gran defensor de la Cristiandad, nada menos que a su colega y cofrade el Rey de Arabia Saudita, quien al parecer según crónicas cortesanas le habría correspondido con el veloz y rodante galardón del Cavallino rampante, sabedor de la gran devoción que le profesa a la exclusivista  motorización rodada nuestro augusto y austero ex monarca.

Lejos nos quedan los quereres y saberes de un soldado ilustre que nunca recibiera Cruz al Mérito Militar alguna. En las lúcidas palabras de Cadalso: 

Pide a Dios te dé un hijo tonto; verás qué vejez tan descansada y honorífica nos da. Heredará a todos sus tíos y abuelos, y tendrá una robusta salud. Hará una boda ventajosa y una fortuna brillante. Será reverenciado en el pueblo y favorecido por los poderosos; y moriremos llenos de conveniencias. Pero si el hijo saliese con talento ¡cuánta pesadumbre ha de prepararnos!….. cuando veo que Miguel de Cervantes ha sido tan desconocido después de muerto como fue infeliz mientras vivía… que este ingenio, autor de una de las pocas obras originales que hay en el mundo, pasó su vida parte en el hospital, parte en la cárcel, y parte en las filas de una compañía como soldado raso, digo que Nuño tiene razón en no querer que sus hijos aprendan a leer.”    

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