sábado, julio 27, 2024
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Periodismo ejemplar, heroico y patriótico

Artículo de Alfonso de la Vega

Algo más acostumbrado que recuperado del pasmo y desazón que causa el espectáculo del naufragio patrio vuelvo a dar la lata al sufrido lector recordando cosas sobre pícaros y picaresca.  Empecemos hoy por el heroico periodismo mercenario.

A las órdenes directas del Supremo Arráez de la Oficina de redacción que despacha con el gran jefe o jayán de popa se encuentra la oficina de elaboración, confección y empaquetado de noticias para el consumo del gran público, el gentío ignaro de la vasta muchedumbre de los creyentes. Miles de plumillas escalafonados, y becarios meritorios y menesterosos se entrenan en adobar elogios y bien encadenados panegíricos a la mayor gloria del amo que deberán ser aprobados por el Supremo Arráez de la Pluma antes de ser epigrafiados en los muros palaciegos. El Supremo Arráez apunta en su libreta, con bonita caligrafía de monje o clérigo sin hábitos, pero más dañina que una daga afilada, los pagos y gastos realizados para el mejor servicio de palacio. Incluso la sisa personal detraída del presupuesto confesado para tapar bocas, disimular el bodrio o mantener el engendro bien engrasado. No se olvidan las recordadas mañas o costumbres de registrador de propiedades propias y ajenas. Otrora en manos de esclavos, becarios implumes o adictos absolutos a la Causa. Pero hoy acaso para facilitar el congestionado tráfico de comisiones y comisionistas, el servicio se encuentra externalizado como lo llaman los más viajados o estudiados en escuelas de negocio gringas y ya ni siquiera son funcionarios de carrera o de enchufe.

Pero, un ejército de mercenarios sale caro, sobre todo en años de vacas flacas. Y entonces, mal asunto. Algunos quedan fuera de control durante algunos momentos y por despecho, extorsión o cálculo de granjería tiran de manta y mantel.

Pío, pío que yo no he sido. No me consta. Eso es cosa de los antepasados. La culpa es del murciélago chino o del finado por creerse los cuentos y pincharse. O de la derecha extrema. No tengo ni palo ni palmatoria para tanta vela.

“Esta denuncia no se puede consentir ¿Por qué me cierra el Rick’s? Me he enterado que en este garito se juega- Capitán, aquí tiene su sobre.”

El líder máximo o jayán de popa se resiste a contar lo que sabía.  Pero todo llegará. De momento, los plumillas más golfos o a la caza de dádiva, sinecura o sustancioso “pilla pilla” alaban su cobarde sin acción como astuta prudencia merecedora de todo un milenio de ocupación y disfrute del poder.  Pero hay que estar bien atentos que la veda contra la soberbia odiada pieza a sacrificar se puede levantar en cualquier momento.

Contagiada por el triunfalismo de los mandamases, la Oficina de redacción olvida las muchedumbres de menesterosos, humillados, arruinados y estafados que claman extramuros de palacio a falta de un cabecilla que los organice para el asalto definitivo.

Pero dada la condición de mansedumbre lanar del populacho en palacio se muestran más preocupados por las intrigas del harén y en tapar las corruptelas o malas compañías que acaso pudieran salpicar al sultán que en sujetar los conatos de rebelión en el tobogán de hambrientos.

¿Qué pasará?

Hemos de reconocer contra los rebeldes y descontentadizos de siempre que pretenden dar cuenta de los hechos y ambicionan promover un futuro más halagüeño, que fatalmente vuelve el ciclo del eterno retorno. Que la Feliz Gobernación requiere resignarse a que la Historia es cíclica en este Reino sin par ni comparación posible. Nada puede ocultarse eternamente.

Ya un renegado por mor de la Patria como el visionario Cervantes explicaba como funcionaba el capítulo económico del patio de Monipodio: los corchetes distraen a las víctimas mientras los jaques de la banda les hacen la chirla en la camisa. Si es menester, escribanos bien astillados enredarán el proceso hasta la eternidad en perjuicio de los justiciables con un tente aquí la prueba y otro sí digo.

En estos turbios tiempos de desfalcos y robos con nuevas tecnologías el fruto de la chirla se concreta en sobres y extrañas cuentas en la Suiza neutral o vastos latifundios en la lejana Argentina. Y el jefe de Davos parece que también estaría en el ajo, es decir conchabado, o que al menos alguna responsabilidad tiene por nombrarlos.

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