Por más que lo intentemos, no tenemos la suficiente memoria para recordar si los políticos nos han tomado alguna vez el pelo, de la misma forma en la que lo están haciendo ahora, pero lo dudamos. Y es que no hemos hecho más que suspender los test de inteligencia a los que sus enfermos jefes nos han sometido a través de ellos.
Y los hemos suspendido. Por eso nos quedamos encerrados como tontos, cuando nos dijeron que había un bicho volador asesino, o muchos se envenenaron como borregos, con un brebaje experimental del que incluso sus ideólogos nos advirtieron.
Pero lejos de aprender, posteriormente se debatió sobre un beso entre una futbolista y el presidente de su federación, o sobre si Pedro Sánchez se arregla el paquete, cuando se pone delante de Felipe VI.
Pero lo importante y lo grave, lo olvidamos. Y lo hacemos porque las televisiones se ocupan de que lo hagamos y una inmensa mayoría de los borregos tienen poco interés por hacerlo, principalmente por vagancia.
Y después, cuando se celebran unas elecciones de las que se está denunciando todo tipo de irregularidades, nos dedicamos a gritar «que te vote Txapote», «viva el Rey», o mamarrachadas por el estilo.
Pero cuando uno de los responsables del PSOE te cuentan que empezaron a negociar con Puigdemont en marzo, mientras las elecciones se celebraban 4 meses más tarde, ¿cuántos despistados se preguntarán cómo es posible que supieran el resultado con tanta antelación?
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Se tapa la quiebra y otras historias con lo de la amnistía