viernes, noviembre 22, 2024
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El aborto son los padres

Mi hipermnesia recuerda nítidamente a mi vecina de la infancia, Ruz, y a toda su familia, todos vecinos de un pequeño bloque de chabolas verticales donde crecí, me criaron y me embrutecí, en Leganés. 

Esta chica era de mi quinta, pero desarrolló sus encantos mucho antes que yo y mis compinches de bloque, donde cada una de las 20 casas eran un pequeño mundo. Éramos un bloque en clara desventaja numérica con las torres aledañas, las cuales eran – exactamente – el doble de grandes. Pero nosotros, los de las 20 chabolas en 5 plantas, jamás nos amilanamos, tal vez porque al no tener ascensor sabíamos que la vida era eso que ocurría debajo de cada paso que dábamos, así de aferrados estábamos a la vida, entonces.  Éramos pequeños hombres y pequeñas mujeres, con una intensa vida que ya jamás vivirán los nenes actuales, y lo peor: no sentirán. Porque esa sensación de sentir (mis adoradas cacofonías) es inigualable. 

Mi mano todavía recuerda el dulce tacto de los glúteos de Ruz. Yo ponía la mano, boca arriba, en donde ella iba a sentarse y ella, claro, se sentaba encima de mi mano. Tened en cuenta que entre mi mano y el resto de mi cuerpo no hay mucho trecho… o sea, que imaginad que Ruz no andaba muy lejos de mí cuando le hacía “esa trampa para tocarle el culo”. Y mira que he tocado culos desde entonces, y los sigo tocando pero sólo uno ya, pero como el de Ruz, ninguno. 

El abuelo de esta voluptuosa chica se llamaba “El sr. Antonio”.

Como vivían en un 5º sin ascensor y este hombre se había fumado – y lo seguía haciendo –  todo el tabaco del mundo y bebido todo el alcohol ídem, era un espectáculo en sí mismo y una aventura más grande que las de Indiana Jones, cada vez que salía/entraba de su casa.  Yo vivía en el 3º, así que, a veces, el sr. Antonio pernoctaba ahí, en el descansillo, descansando en su ascensión o descenso, según fuera o volviera, y había que saltarle intentando no despertarle de su moña. A veces se quedaba dormido en los portales aledaños y algún vecino avisaba a uno de los de mi bloque que bajaba a recogerlo y lo depositaba en la puerta de entrada de su casa, encima de la alfombrilla.  El Sr. Paco era más flaco que la raspa de una sardina pequeña. Pero siempre acababa subiendo y bajando, una y otra vez, como si con él no fuera la cosa ni espejo alguno lo amedrentara. Una vez le vi cruzarse con el tío que le subía una enorme bombona de oxígeno. Tal cual. 

En esa pequeña chabola vertical del 5º vivían 4 generaciones, y teniendo en cuenta que la matriarca tenía menos de 60 años, puede imaginarse el ritmo reproductor de las féminas, que eran 3: La Sra. Paca, su hija y la hija de esta: Ruz (y la vida de su vientre, la 4º generación).

Recuerdo que yo, de niño, era un niño.

Y mi hipermnesia me vincula ahora a mi edad adulta y nos reímos de la hostia reviviendo esas cosas que los niños no sabíamos por entonces. A mis 47 otoños (guiño a mi amigo maño gruñón) no dejo de asombrarme de las cosas me que pasaban por entonces, en esa entrañable amalgama de 5 plantas de chabolas verticales. Ya sospechaba yo, por entonces, que había demasiada gente a mi alrededor. Que cuando me pegaba con uno, al día siguiente tenía que pegarme con otro porque era imposible coincidir con el mismo. 60 mil humanos (¡qué se dice pronto!) vivíamos en 1km. cuadrado (Zarzaquemada). El barrio con mayor densidad de población de la época. Cuando me enteré sonreí y aseveré con la cabeza. Pero el primer culo que toqué y retoqué fue el de Ruz. Por eso, cuando sucedió lo inevitable: quedarse embarazada; yo fui el único del bloque que no le dio la enhorabuena cuando hizo el “paseíllo” por todas las puertas del edificio, vestida de blanco, el día de su boda.

Mi madre, obviamente, me obligó a salir a la puerta cuando llamó Ruz, para darle la enhorabuena esa que comento. Ruz todavía tenía sus 2 enormes tetas más grandes debido a la panza de 8 meses que ostentaba. El supuesto padre de la criatura no estaba en el descansillo, porque estaba en la trena, pero la policía le llevaría al altar, para oficiar. Era un pieza el notas, pero no creo que me sacara ni 10 años. Ya hacía muchos años de cuando yo le tocaba el culo a Ruz o ella tocaba mi mano, pero como yo era virgen total en eso de follar, el hijo no era mío sino del quinqui ese sempiterno engrilletado.
A Ruz le acompañaba su madre, que años antes era prostituta de medio-lujo, porque estaba buenísima y una tía buena que se mete a puta cobra bien. Esta no sé en qué se lo gastaría, pues nadie que tenga dinero viviría hacinada como lo hacía ella. O, tal vez, esta rubia impresionante buscaba el calor humano que la vida no le daba fuera de la casa de sus padres y sus vecinos aledaños, que éramos como una gran familia.

Ahora interpreto bien esas conversaciones que tenía con mi madre, cafés en manos. Mi madre nunca fue cafetera, pero le encantaba el olor a café y, por eso, lo hacía. Ella, tan sabia como era, siempre me decía: “el café huele a hogar”. Y ella lo hacía de puchero, como todo buen cafetero sabe que hay que hacer el café. Y yo que no soy cafetero porque la cafeína me mataría, tal cual, siempre le hacía café a mis amigos, de puchero, por supuesto; porque olía a hogar. Y antes lo molía, obvio, el café se compra en grano o no se compra. PUNTO (yo ahora lo compro en sobres, para las visitas, mi nivel de truchismo es colosal. Pero la única amiga que tengo, una espagueti “porco Dio” que ahora vive en “La putabota”,se trajo una minicafetera cuando vino a la casa que alquilo y su propio café… los cafeteros de verdad sí que sabe, vaya que sí, joder)

Pero ese día de la enhorabuena a la novia vestida de blanco, salí al recibidor (risas porque la casa era, y es, de 60 metros cuadrados) por obligación marental… miré a Ruz a la cara y le sonreí con los ojos. No salió ni una palabra de mi boca, mientras mi madre hablaba con la suya de lo guapa que estaba y etc. de cosas de mujeres (sí, hay cosas de mujeres y cosas de hombres) mientras Ruz se tocaba la panza y me miraba de soslayo. Cuando pasó el cortejo mi madre me preguntó que por qué no le había dado la enhorabuena ni a la embarazada de blanco ni a su madre (su abuela, la Sra. Paca ya estaba en la calle, creo, esperando, porque se lo oía gritar desde abajo pidiendo premura a sus 2 descendientes.). Pero no me lo preguntó como reproche ni tan siquiera curiosidad, sino porque sabía que yo las cosas siempre las hacía por algo y luego explicaba perfectamente el motivo, a quien me preguntase. Más de una vez mi madre me decía: “Sigue hablando, me gusta escuchar lo que dices”. Realmente fui muy amigo de ella.

Ese día mi respuesta fue, más o menos: “Mamá, no voy a darle la enhorabuena a Ruz por haberse jodido la vida. Va a tener un hijo con un yonqui preso. Tiene mi edad y ya se ha quedado sin vida, porque un hijo es algo muy serio como para traerlo al mudo de esa manera”.  

Jamás supe si el nene fue niño o niña, porque a Ruz no le volví a ver el culo. Pero estoy 100% seguro de que si fue niña, a los 14 años, como su madre, su abuela y su bisabuela, se quedó embarazada. Y la vida va. Más o menos, pero va, que no es poco ni moco de pavo. Y recordar que sin vida sólo hay muerte. A ver si dejan de matar tanto y a tantos. Es una paradoja insostenible eso del aborto.

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
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