Por Alfonso de la Vega
Con gran disgusto quiero expresar mi decepción por el comportamiento absurdo, cínico, lamentable del presidente Trump, que pone a la humanidad en grave peligro. Fui de los equivocadamente creía que este polémico y patibulario personaje desde luego era mucho menos malo que su desastrosa opositora demócrata. Que, descontado el hecho de ser político norteamericano y como tal digno históricamente de toda sospecha, quería lograr una paz duradera como requisito para progresar en su famoso eslogan “América primero” y luego hacer negocios relacionados como el bienestar de la gente. Que trataría de intentar revertir la decadencia inevitable de EEUU con “menos cañones y más mantequilla” como se decía antes. Sinceramente no podía imaginar que en realidad Trump fuera una falsa bandera, el verdadero candidato encubierto del Deep State, “el tapado” como decían en Méjico cuando los gloriosos tiempos del corrupto PRI como expresión política de los intereses oligárquicos. Que entre tanto fracaso y promesa incumplida consiguiese un éxito justo en lo contrario que se esperaba de él. Prometió poner al aparato del Estado al servicio del pueblo norteamericano y lo ha traicionado sacrificando al pueblo a ese Estado fuera de control republicano.
Es evidencia de razón, como se acaba de volver a demostrar, que el verdadero sistema político de EEUU es una plutocracia, hoy dominada por el sionismo, no sólo jázaro sino también de una parte de los influyentes protestantes W.A.S.P. incrustado en las finanzas, la economía y el aparato del Estado. Un planteamiento que, además de lo estrictamente geopolítico, económico o financiero, no deja de tener ribetes teocráticos, escatológicos, pues se relaciona con profecías como la del Armagedón, lugar donde ocurriría la batalla final o conflicto apocalíptico entre las fuerzas del bien y del mal, y con la venida del Mesías judío. Sin embargo, los jázaros no son semitas ni proceden de Palestina sino de la antigua Jazaria, aproximadamente hoy Ucrania.
Entre los norteamericanos más lúcidos y honrados o simplemente con sentido de la supervivencia estaba la ilusión esperanzada de la república que acabara con la actual corporación de turbios intereses que la usurpa. En su agitada campaña electoral Trump había prometido recuperar la república para el pueblo norteamericano. Paradójicamente su mayor credibilidad venía del comportamiento de sus adversarios identificados con la oscuridad del establecimiento más corrompido y corruptor, puesto que pareciera que le temían al recurrir sin disimulo a toda clase de mañas tramposas para neutralizarle incluido el atentado personal ¡Qué estratagema tan bien orquestada!
Pero lo de recuperar o acaso traer la república de las musas de los fundadores de la nación al teatro ya se había revelado las pasadas semanas como un trabajo digno de un Hércules para el que Trump habría demostrado no estar preparado. Hoy, tras el ilegal y criminal ataque a Irán sin siquiera cubrir las formas con un permiso constitucional, metiendo a EEUU en una guerra absurda en beneficio exclusivo de una potencia extranjera que apenas nadie quiere y desde luego sus engañados votantes, cabe hablar de la mayor estafa política de los últimos tiempos. Y de unos de los fenómenos político sociales más desmoralizadores históricos que se hayan producido. El famoso “perder toda esperanza” de la comedia divina dantesca. Para colmo de hipocresía o alucinación con su toque blasfemo y sacrílego al perpetrarlo con la «ayuda y bendición de Dios».
Pero con esta preocupante acción Trump ha liquidado su presidencia. Cabe la posibilidad de que sea inhabilitado por golpista traidor a EEUU al haber metido a su nación en una guerra injusta y problemática, ilegal al no haber sido declarada por el congreso, aunque los congresistas estén financiados por el sionismo. También de que sufra más atentados. En todo caso ha quedado para la Historia como un personaje malvado, dañino, mentiroso.
Pese a sus gestos alabanciosos con el sionismo al que no ahorraba lisonjas alabanciosas a la hora de la verdad ha venido a tropezar con él y provocar su descrédito, y fracaso. O bien desde el principio cínicamente participaba en la preparación de la Operación La Elección de Sansón, o bien es un bravucón, cínico, cobarde y pendenciero, al que el cargo le viene demasiado grande.
Estará feliz: Trump ya tiene su Vietnam, su Afganistán, para engordar la cuenta de resultados del globalismo: muertos sacrificados por beneficios corporativos. Pero ha puesto a la humanidad a las puertas de un conflicto atómico de consecuencias impredecibles. El mito de libertador republicano de Trump ha muerto. No, no ha traído la República. Sería el colmo de la ironía que fuese el presidente USA que con su agresión lo que hubiera traído es la Tercera Guerra Mundial.
EPÍLOGO: Querido lector, es de suponer que otra de las víctimas inmediatas de la guerra sea la libertad de información y opinión, de modo que lo más prudente sea actuar en consecuencia. Gracias por su atención.