domingo, junio 22, 2025
InicioOpiniónEditoresEl injustificado ataque de EEUU a Irán y el verdadero objetivo que...

El injustificado ataque de EEUU a Irán y el verdadero objetivo que hay detrás de él

Estados Unidos ha lanzado un ataque militar contra tres instalaciones nucleares iraníes en Fordo, Isfahan y Natanz, marcando una escalada sin precedentes en el conflicto entre Israel e Irán y sumiendo a la región en una crisis que amenaza con desencadenar una guerra mundial. Este ataque, que carece de justificación legítima y se produce sin que Irán haya realizado acciones directas contra Estados Unidos, parece responder a una estrategia conjunta de Washington y Tel Aviv para consolidar su dominio geopolítico en Oriente Medio, con un claro interés en controlar la Ruta de la Seda, la ambiciosa iniciativa china que redefine las dinámicas comerciales globales.

El bombardeo estadounidense, que según el presidente Donald Trump tuvo como objetivo «destruir por completo» las capacidades nucleares de Irán, se ha llevado a cabo en apoyo a la campaña aérea israelí iniciada el 13 de junio contra instalaciones nucleares, militares y de infraestructura iraníes. Sin embargo, no existe evidencia de que Irán haya perpetrado ataques directos contra Estados Unidos o sus intereses en la región que justifiquen una intervención militar de esta magnitud. El programa nuclear iraní, que Teherán insiste en calificar de pacífico, ha estado bajo escrutinio internacional durante décadas, pero las negociaciones nucleares con Washington, retomadas recientemente, estaban en curso hasta que Israel lanzó su ofensiva, saboteando cualquier posibilidad de un acuerdo diplomático.

La narrativa de que Irán representa una amenaza inminente carece de sustento. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), no hay pruebas concluyentes de que Irán esté desarrollando armas nucleares, y las instalaciones atacadas estaban sujetas a inspecciones internacionales hasta que las hostilidades comenzaron. Además, las advertencias iraníes, como la del general Mohsen Rezaei, de que cualquier intervención estadounidense provocaría represalias contra bases militares en la región, reflejan una postura defensiva más que ofensiva. Irán no ha atacado bases estadounidenses ni ha amenazado directamente a Washington antes de los bombardeos, lo que convierte esta acción en una agresión preventiva basada en especulaciones y no en hechos.

Esta falta de justificación plantea preguntas sobre las verdaderas intenciones de Estados Unidos. La decisión de Trump de unirse a la campaña israelí, descrita por algunos analistas como una apuesta arriesgada para forzar a Irán a capitular, ignora los riesgos de una guerra regional que podría involucrar a potencias globales como Rusia y China, aliados de Teherán. La retórica beligerante de Trump, que incluye amenazas de «fuerza total» si Irán responde, solo agrava la situación, llevando al mundo al borde de un conflicto de proporciones catastróficas.

El ataque estadounidense no solo ha intensificado el conflicto entre Israel e Irán, sino que ha elevado significativamente el riesgo de una guerra mundial. Irán, con un arsenal de miles de misiles balísticos y drones, ha prometido represalias contra bases estadounidenses en países como Irak, Baréin y Kuwait, donde están desplegados más de 40.000 soldados estadounidenses. Además, los aliados de Irán, como los hutíes en Yemen y milicias chiíes en Irak y Siria, han amenazado con reactivar ataques contra objetivos estadounidenses e israelíes, lo que podría desatar una cadena de escaladas incontrolables.

La comunidad internacional ha expresado su preocupación. Líderes como el primer ministro británico Keir Starmer y el presidente francés Emmanuel Macron han instado a la contención, advirtiendo sobre las «consecuencias imprevistas» en una región ya devastada por conflictos en Gaza y Líbano. China, que condenó los ataques israelíes y estadounidenses, ha pedido una desescalada para proteger sus intereses energéticos en la región, mientras que Rusia ha advertido que el mundo está «a milímetros» de una catástrofe nuclear. La posibilidad de que Irán, acorralado por las agresiones, opte por acelerar su programa nuclear o cerrar el estrecho de Ormuz, por donde transita el 20% del petróleo mundial, podría desencadenar una crisis económica global y arrastrar a otras potencias a la confrontación.

Más allá de la retórica sobre el programa nuclear iraní, el ataque de Estados Unidos e Israel a Irán parece estar motivado por un objetivo estratégico de mayor alcance: el control de la Ruta de la Seda, la iniciativa de infraestructura y comercio liderada por China que busca conectar Asia, Europa y África a través de una red de corredores terrestres y marítimos. Irán, debido a su posición geográfica privilegiada, es un nodo crítico en esta red, particularmente en el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) y en las rutas terrestres que conectan China con Europa a través de Asia Central.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) de China ha transformado a Irán en un aliado estratégico, con inversiones significativas en puertos, ferrocarriles y oleoductos. En 2021, ambos países firmaron un acuerdo de cooperación estratégica por 25 años que incluye proyectos de infraestructura por valor de 400.000 millones de dólares. Esta alianza no solo fortalece la economía iraní, sino que desafía la hegemonía occidental en la región, algo que ni Estados Unidos ni Israel están dispuestos a tolerar.

El control de la Ruta de la Seda ofrece ventajas económicas y geopolíticas inmensas. Para Estados Unidos, neutralizar a Irán permitiría debilitar la influencia china en Oriente Medio y redirigir los flujos comerciales hacia rutas controladas por aliados occidentales, como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos. Israel, por su parte, busca consolidar su posición como potencia regional y evitar que Irán, con el respaldo de China, fortalezca a Hezbolá o Hamás. Los ataques a las instalaciones nucleares y energéticas iraníes no solo buscan debilitar militarmente a Teherán, sino también socavar su capacidad para participar activamente en la BRI, retrasando o paralizando proyectos clave como el puerto de Chabahar o el ferrocarril que conecta Teherán con Turquía.

Además, la ofensiva israelí, que incluyó ataques a infraestructura energética como la refinería de Sharan, apunta a desestabilizar la economía iraní, lo que podría generar descontento interno y debilitar al régimen, facilitando un cambio de gobierno más favorable a los intereses occidentales. Esta estrategia, sin embargo, ignora el historial de resistencia iraní frente a sanciones y agresiones externas, y subestima la capacidad de Teherán para movilizar apoyo interno en tiempos de crisis.

La narrativa promovida por Estados Unidos e Israel de que Irán representa una amenaza existencial es profundamente cuestionable. Durante décadas, ambos países han utilizado la cuestión nuclear como pretexto para justificar sanciones, sabotajes y ahora ataques militares directos. Sin embargo, las acciones de Israel, como el asesinato de científicos nucleares iraníes y los ciberataques como Stuxnet, han contribuido más a la escalada de tensiones que cualquier iniciativa iraní. Asimismo, la retirada de Trump del Acuerdo Nuclear (JCPOA) en 2018 y la reimposición de sanciones debilitaron a los moderados en Irán y fortalecieron a los sectores más beligerantes, creando el escenario actual de confrontación.

El doble rasero de la política occidental también es evidente. Mientras se demoniza el programa nuclear iraní, se ignora el arsenal nuclear no declarado de Israel, estimado en unas 80-200 ojivas, que nunca ha sido sometido a inspecciones internacionales. Esta hipocresía refuerza la percepción en Irán de que las potencias occidentales buscan su sumisión, no su cooperación.

El ataque injustificado de Estados Unidos a Irán, en connivencia con Israel, no solo carece de legitimidad, sino que representa una amenaza para la estabilidad global. Al unirse a la campaña israelí sin evidencia de una provocación directa, Washington ha priorizado sus intereses geopolíticos sobre la diplomacia, arriesgando una guerra mundial que podría involucrar a potencias nucleares. La verdadera motivación detrás de esta agresión no es la seguridad, sino el control de la Ruta de la Seda, un proyecto que amenaza la hegemonía occidental al consolidar la influencia de China en Eurasia.

Irán, lejos de ser el agresor que se pinta en la narrativa occidental, se enfrenta a una guerra impuesta que busca desestabilizarlo económicamente y políticamente. La comunidad internacional debe condenar esta escalada y exigir un retorno inmediato a la diplomacia, antes de que las ambiciones de Estados Unidos e Israel en la Ruta de la Seda conduzcan al mundo a un conflicto irreversible.

 

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
Artículo relacionados

Entradas recientes