Cualquier español que viviera fuera de su país y viese el discurso mafioso que nos ha dado el sátrapa sentiría asco, repugnancia, pena por los ciudadanos que tienen que soportar a este monstruo sin escrúpulos y capaz de vender a su esposa por seguir en el cargo, como mínimo. Es mi sincera reacción y un alivio de no tenerlo gobernando el suelo que piso. Ser exiliado va a acabar convirtiéndose en una sensación de alivio, de que se respira en un ambiente de más libertad y democracia que en un país de corte político tercermundista, como es España.
Hoy habló el mafioso y soltó por su boca lo que ya se sabía, bulos, mentiras, victimismos, ataques a los que lo critican con justa razón y esperan verlo en el banquillo de los acusados. Ha ocultado las pruebas de sus delitos como buen psicópata de libro y, como siempre, ha tomado a los españoles por subnormales, cuando el primer retrasado mental es él.
Pero, no soy dado al insulto fácil, aunque en el caso de este sujeto despreciable sería casi instintivo, voy a explicar a los españoles por qué han tomar medidas frente a un ser de tan luciferina vibración. Imaginemos que vivimos con un ser de estas características: arrogante, chulo, despreciativo, criminal, mafioso, caprichoso, nada empático, que sólo entiende la ley del embudo para él y que quiere aprovecharse hasta sacar la tajada de su ego enfermizo. No se puede hablar ni discutir con él, sino sólo obedecerlo ciegamente, aunque te diga que te tires del quinto piso o reírle las gracias porque parece una tirada cómica. Estará de acuerdo, mi querido lector, que nadie quisiera tener cerca a un de tipo tan despreciable porque, con el tiempo, no se sabe qué haría ante el odio que sentiría ante él.
La situación es bastante similar en España. Auténticos monstruos fascista se cuelan por su casa y tu intimidad y te dicen qué puedes hacer o qué no, qué puedes pensar, qué has de callar según la situación o que juega con tu derecho a la vida o a la muerte sin que te diga nada ni te explique sus planes. Es una relación tan tóxica que el mero hecho de soportarlo o de escucharlo ya te contamina con su terrible enfermedad mental, sus desvaríos, sus delirios esquizofrénicos y su falsa complicidad, hasta que decirte asestarte el golpe final.
No existe lugar donde librarse de semejante víbora. Sus subalternos y ministros, lo que publican en el BOE, muchas veces a escondidas y a traición, lo que te susurran al oído con esos discursos planos y aburridos que a cualquier persona cuerda le producen ganas de vomitar y su manías, con las que has de trajinar si no te hace pagar el castigo que considere necesario, se filtran por las paredes de tu casa, te llenan las paredes de humedades putrefactas hechas de palabras de excremento y tu bolsillo y tu cuenta corriente va siendo robados poco a poco hasta que no quede nada de tus sueños, de tus planes de futuro ni de tus aspiraciones más sagradas en esta vida, donde te ha tocado vivir junto a un verdadero monstruo.
La tortura es continua. Estos seres nunca descansan, como los demonios que te atacan constantemente con el fin de convencerte de que nada puedes hacer frente a su estupidez, su falta de inteligencia, de escrúpulos y lógica o sentido común. Estás tratando con un loco, con un ser que debería de estar encerrado en un psiquiátrico, incluso por su propia seguridad y, sobre todo, por la tuya, pues tu vida corre un serio peligro. La mentira, el engaño, la traición, las falsas disculpas, los regresos con las orejas gachas cuando han sido descubiertos y su capacidad camaleónica para disfrazarse del mismo Santa Claus, son el pan nuestro de cada día. Nada cambia. La manipulación psicológica a la que te somete, si no eres avispado, sin descanso y el gozo de su sonrisa al verte dudar o confundirte, es todo su respeto a tu dignidad humana.
Ni tan siquiera una esposa tóxica o un varón insoportable llega a esos extremos y, eso que, muchos optan por el divorcio ante una convivencia que es un infierno todos los días, con relaciones familiares rotas y ya imposibles. El número de estos casos en nuestro país hacen que muchos matrimonios acaben mal, en no pocos casos en los juzgados por desacuerdos entre las partes, provocando una ruptura sana, en no pocos casos, y eso que tu cónyuge no te dice qué impuestos tienes que pagar o si has de callarte, so pena de ir a la cárcel por un delito de odio, algo que es muy liviano pues muerto el perro se acabó la rabia.
Sin embargo, el nivel de compromiso con el monstruo de Sánchez supera al de cualquier matrimonio fallido, pues tus condiciones de vida son decididas por manos ajenas, se supone que firmas contratos de esclavitud tanto para ti como para tu descendencia, si es que la tienes…. El derecho a la supervivencia depende en esos casos de tu grado de sometimiento y de estupidez ya que no hay más torpeza que asumir el absurdo como propio, aunque parezca salido de un centro psiquiátrico. En estos casos la víctima deja de ser víctima y se convierte en responsable de su nueva y sorprendente enfermedad mental, no ya por ser tolerada, sino justificada y razonada en una red de delirios psicóticos que dejarían patidifuso al mismo Freud.
Cualquier persona que viviese en un contexto así tendría un grave desorden psiquiátrico y sería víctima al final de su propia locura, no haría nada por salir de semejante cuadro y preferiría incluso morir así, de manera cobarde porque es ya su estilo de vida y sus hábitos están enmarcados en esa vibración de enfermedad permanente.
Además, con el tiempo, ante la incapacidad de salir de su propia trampa, adoptaría algunos de los vicios de su amo y señor, empleándolos para defenderse contra los que los cuestionan o critican, siendo lo mejor para ello ser completamente sectario y disciplinado en las creencias caprichosas que el monstruo te pone delante.
Animo a los españoles a que comparen su día a día con estos supuestos, anteriormente expuestos, para ver si por si acaso tienen a un amo de esas características, algún presidente psicópata de libro o a una red de mafiosos que dirigen y ordenan su vida de ese modo. De ser así, muchos españoles tienen un grave problema de salud mental que habría de ser tratado a la mayor brevedad posible, por el bien de ellos de mismos, de su país y de sus familias.