sábado, junio 7, 2025
InicioSociedadRedes SocialesEl Rey epata con Las Meninas

El Rey epata con Las Meninas

Por Alfonso de la Vega

Aunque la prensa cortesana, tan cómplice de las desgracias españolas como la roja, intenta disimular el caso es que la gente más perspicaz o preparada se pregunta: pero bueno, ¿Qué piensa el rey? ¿Por qué no hace nada en defensa de España y del ordenamiento constitucional? Pero sí, sí que hace. Don Felipe es un Rey que no nos merecemos y no me duelen prendas en reconocer que no para de asombrarnos con sus muchas y meritísimas habilidades. El caso es que haciendo un hueco en su nutrida y fatigosa agenda 2030 Su Majestad ha tenido a bien compartir sus altos conocimientos acerca del Arte pictórico. Como el dedo de Jorge Manuel, el hijo de El Greco en El Entierro del Señor de Orgaz, o Rembrandt en su Lección de anatomía don Felipe se digna comentar y compartir su hallazgo para mayor ilustración de sus más ignorantes y embrutecidos súbditos.

Al parecer, don Felipe habría descubierto que en una sala poco frecuentada de cierto caserón situado enfrente del Jardín Botánico madrileño existe un cuadro bastante grande de un señor llamado Velázquez en el que retrata a una infanta que estaba con sus meninas o señoritas de compañía. Hay que reconocer que el cuadro es muy molón.

Pero el raro autor no era tan desconocido como presupone. En un bonito libro del año 1724 que se llama  Museo Pictorico y escala optica escrito por Antonio Palomino en el apartado de Vida de eminentes pintores españoles se encuentra una larga y muy descriptiva referencia a la biografía del autor. Y a la propia obra, En que se describe la más ilustre obra de don Diego Velázquez. En la página 342 del Tomo III, Libro segundo, Palomino alaba que: “entre las pinturas maravillosas que hizo Don Diego Velázquez, fue una del Quadro grande con el Retrato de la Señora Emperatriz (entonces Infanta de España) Doña Margarita María de Austria, siendo de muy poca edad, faltan palabras para explicar su mucha gracia, viveza y hermosura pero su mismo Retrato es el mejor panegírico.” Y continúa con eruditas referencias y una glosa de la pintura. Aunque no lo llame Las Meninas sin duda se refiere al mismo cuadro.

Buscando en internet, que es arma muy socorrida para presumir de leído o erudito, va y resulta que, en efecto, el tal Velázquez era un pintor sevillano afincado en la corte de los Austrias, que era la dinastía anterior a los Borbones. La infanta retratada era Margarita Teresa de Austria. (1651-1673), esposa del emperador Leopoldo I. La pobre murió muy joven y hoy pese a su alta alcurnia apenas nadie la recordaría de no haber sido retratada por un plebeyo. No deja de ser curioso que los hijos legítimos del rey Felipe IV tuviesen muy mala salud, cuando sus más de tres docenas de bastardos lucían sanos, hermosos e incluso inteligentes por parte de madre, en su caso. Deben ser cosas de la Monarquía, que va en contra de la Naturaleza. De su primer matrimonio con Isabel de Borbón nacieron diez hijos de los que solo dos llegaron a adultos. El príncipe Baltasar Carlos, también conocido por un retrato ecuestre cuando era niño, murió a los diecisiete años de «viruelas» según el parte oficial pero en acto de servicio tras una apasionada cabalgada con una prostituta, como siglo y medio antes también sucumbiera en apasionada lid amorosa el príncipe Juan, el hijo primogénito de los Reyes Católicos, sin cumplir los veinte. Una maldición de herederos de la Corona. 

Su segundo matrimonio vendrá a ser una especie de incesto real legalizado pues Felipe IV se casó con su sobrina Mariana de Austria con la que tuvo otros seis hijos de los que sólo sobrevivieron dos, la infanta retratada y el penoso engendro de Carlos II, llamado el Hechizado, que sería el heredero de la Corona.

En efecto, la dinastía austriaca fue degenerando por problemas de genética o consanguinidades hasta llegar a su punto máximo de degeneración con Carlos II El Hechizado, un inepto supersticioso, cretino e infértil, que a diferencia de su portentoso padre resultaría incapaz de preñar a nadie. El pobre rey Carlos se sometió a varias sesiones exorcistas. Una muy famosa fue patrocinada por el Padre fray Froilán Díaz a la sazón confesor del rey, a instancias del inquisidor general Rocaberti. Ambos contactaron con fray Antonio Álvarez Argüelles, como ellos dominico, que exorcizaba en el convento de recoletas de Cangas de Tineo. Pero la cosa se afectó enseguida con las pugnas en Palacio entre potencias extranjeras y sus capillitas de influencia. Se acusó al buen P. Antonio que sus demonios más que asturianos en bable eran algo afrancesados, lo que era inadmisible para la intriga austriaca. Se discutió la nacionalidad de los demonios que poseían al rey. El emperador Leopoldo facilitó la información, obtenida de un oportuno exorcismo en Viena, que Carlos II estaba hechizado por demonios no afrancesados sino alemanes. Tras esta revelación se cambió de exorcistas, y vino de Alemania el afamado exorcista capuchino fray Mauro de Tenda. La pugna entre demonios franceses y alemanes con sus correspondientes exorcistas sería el precedente metafísico de la Guerra de Sucesión. 

Con un rey tan notoriamente incapaz, y cortesanos tan lamentables y corruptos, el desastre estaba asegurado. Las cosas fuera de Palacio no iban mejor. Con el reino abrumado de deudas y los empleos públicos vendidos en corrupta granjería, el último rey austriaco fue manipulado por la casta aristocrática y sacerdotal dividida en facciones para obtener poder y riqueza. Al cabo, El Hechizado otorga pío testamento “Dios sólo es quien da los reinos, porque sólo a Él pertenecen; yo nada soy”. 

Para terminar de rematar la cosa resulta agraciado Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Se entronizan los Borbones, otra dinastía extranjera que hereda el trono entronizada de facto tras desastrosa cruel guerra civil, primera de las que acarreará la nefasta dinastía, que costó a España muchas vidas y gran parte de su integridad territorial. 

La dinastía de los Austrias resultó capicúa: empezó y terminó con un Carlos, con unos Felipes por medio.  Los supersticiosos creen que la historia pueda repetirse con los Borbones, con unos Carlos entre medias de sendos Felipes. 

Mientras tal desgracia ocurre, si don Felipe VI prosiguiese su encomiable labor investigadora y divulgativa me permitiría sugerirle humildemente que nos iluminase sobre otra obra apenas conocida de un pintor aragonés algo mal encarado y taciturno, pero de extraordinarias dotes para el retrato psicológico y el registro de costumbres. Me refiero a un cuadro que muestra las grandes virtudes de su propia dinastía durante una de sus más genuinas y gloriosas etapas: La familia de Carlos IV.  Ahí sí que Su Majestad tendría materia sublime para lucirse.

 

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
Artículo relacionados

Entradas recientes