jueves, marzo 6, 2025
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¿Un régimen de odio?

Por Alfonso de la Vega

La Monarquía borbónica actual representa un régimen de todo al revés. Un tinglado al servicio de intereses ilegítimos extranjeros que necesita el contubernio judicial entre dos de sus pilares principales como son los corruptos partidos dinásticos para intentar mantenerse. Sirve perfectamente a los intereses de la oligarquía, y el IBEX 35 se ve aupado a las estrellas por el pertinaz heroico y honrado socialismo a la española. Un rojerío cortado a la medida de los intereses plutocráticos internacionales.

La Monarquía ha devenido en el paraíso del odio. En lo político se apoya en el partido que ha hecho de esta pasión y el cainita resentimiento social su justificación y razón de ser y favorece a todos los que históricamente odian a España. Una conjura de necios y criminales. Una orgía de corrupción. Lo peor que tiene el odio como vocación política es que nunca se ve satisfecho. No tiene objetivos políticos medibles y, en su caso, alcanzables. El odio nunca se agota y destruye todo a su paso. Ni siquiera se ve satisfecho con el saqueo impune del patrimonio de otros. Para el que odia todo es demasiado poco siempre. Ni con burlar la Ley o la Verdad ni echar pellas a la Inteligencia para prostituirla a su imagen se contenta.

Ahora son 17.000 millones de euros, pero vendrán más y más desfalcos, mientras se puede seguir engordando la gusanera de la deuda odiosa parasitaria. El dinero público no es de nadie, como condescendía a explicarnos cierta ilustre catedrática y vicepresidenta del gobierno de Su Majestad pero por desgracia el pufo ha de ser pagado a escote por el humillado, saqueado y odiado súbdito.

La Monarquía es un esperpento que no nos merecemos, una paradójica deformación grotesca de la civilización cuando financia y protege a los golpistas que buscan destruirla, amparándolos legalmente para dejarlos impunes e incluso financiando sus crímenes. En afortunada frase de un famoso sepulturero de ficción: “En España se premia todo lo malo, se premia el robar y el ser un sinvergüenza.”

Para colmo, crece la pepitoria de España con la entrega del control de las fronteras nororientales al embrionario ejército de obediencia separatista catalana. La primera noción en Teoría de Sistemas es que hace falta una frontera, muro, límite o membrana para identificar o distinguir el sistema de lo que no lo es. Y que sin ella no es posible crear organización, orden, economía ni metabolismo intramuros, de modo que dicho sistema se ve abocado a desaparecer. Esto lo mismo vale para una célula, un organismo, una máquina o una nación con Estado. Un problema tremendo de actualidad es la inmigración ilegal o violenta, invasiones que vulneran el derecho nacional a la integridad de las fronteras. Y no sólo se trata de recursos disponibles intramuros y de su gestión razonable y sostenible. Puede ser mucho más grave según la identidad de los invasores, algunos se demuestran incompatibles con nuestra civilización.

En todo caso un Estado que cede o externaliza sus fronteras, renuncia sus símbolos o crea otro estado dentro de sí como perpetra hoy el gobierno de Su Majestad contra la propia constitución, está acabado o en ya en proceso acelerado de desaparición.

Si la politeia borbónica se muestra con un grado de deterioro ya apenas salvable lo que aún se entiende menos es la inopia de la sociedad civil española o lo poco que queda de ella tras medio siglo de Monarquía.  No reacciona ni ante los mayores atropellos que ponen en grave riesgo su supervivencia futura. Es paradójico que cuando más se llena la boca a algunos de sostenibilidad, más difícil resulta que pueda mantenerse debido las políticas corruptas o necias de los dirigentes. La llevan al matadero y sonríe con «la sonrisa del necio que muestra la grandeza del Tao«.

Saboteada por sus propias instituciones, la destrucción de la nación gracias al régimen cada vez está más cerca. Se recoge la labor de medio siglo de embrutecimiento programado de demolición y esclavización de las conciencias. El fallo institucional es casi completo.

En un futuro Nuevo Orden Mundial donde ya no existiese España evidentemente carecería de sentido un Rey de España. Lo mismo cabe decir de casi todo el resto del entramado constitucional actual. O de la soberanía nacional. La mayoría, sino todos, de los actuales agentes políticos de modo más o menos consciente buscan acomodo en el futuro devastador NOM. Algunos así ya lo declaran o no lo ocultan. Otros disimulan más, o piensan, creo que muy equivocadamente, que pueda prosperar de modo independiente o autónomo una parte del sistema español desarticulado y desgajado en regiones. Otros parece que no se dan cuenta que la plutocracia internacional los usa como mamporreros demoledores del orden existente antes de prescindir también de ellos una vez la traición sea pasada. Está ocurriendo ya con el inicio de la voladura controlada de Podemos, Pero lo del rey, por mucho que los fanáticos monárquicos aún le aplaudan es lo que menos se entiende.

La Corona se muestra a la cabeza del régimen devastador, cada vez más cerca de su fase terminal. Desde su lucrativo olimpo contempla el incendio impasible el ademán, como si nada fuera con ella y fuese a resurgir de las cenizas o los escombros cual portentosa ave fénix. Reducida a la absentista labor funcionarial de asistir a desfiles o firmar lo que la echen, cohonesta con su pasividad la inmoralidad actual de la clase dirigente que puede arrastrar a España a la destrucción nacional incluso a una absurda guerra devastadora. Y sí, hay que reconocer que a don Felipe se le ve preocupado. Tiene que elegir un uniforme para cada ocasión que favorezca su natural elegancia. Sin olvidar conseguir estar a salvo, lo más lejos de posible de su señora.

 

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