viernes, noviembre 29, 2024

El congreso

Por Alfonso de la Vega

La visión de la actividad de la banda en el poder produce asombro incluso entre los ciudadanos que debieran estar ya curados de espanto por su mayor conocimiento de la Historia de España y lo que en verdad acostumbran a dar de sí las sucesivas Restauraciones borbónicas. No solo por el hasta ahora fracaso institucional para hacer frente a los graves problemas de la sociedad española sino por la humillante falta de protesta por traicionar a España, la Constitución y la Libertad.

Pero la singular función va a comenzar.  Y para contarla hoy tenemos un cronista de auténtico lujo. Nada más y nada menos que el eximio maestro don Miguel Espinosa, gran experto español en mandarines dinásticos, así como en sus escuelas. A continuación les ofrecemos en exclusiva una trascripción a vuelapluma de las principales notas manuscritas taquigráficas de su apresurada crónica:

«Sevilla, Palacio de los compromisos, sexto milenio triunfal.

Abrieron la puerta y entramos en rebaño. Me pasmó la extensión del recinto capaz de albergar a todos los bribones del reino. Tantos que apenas pude disponer mis posaderas en un altillo a donde llegaban algunas frases del Jefe de mandarines que reproduzco a continuación tal como las entendí o creí entenderlas. Había cierta expectación por ver qué decía el Cara Pocha en cuyo alto honor y provecho se había organizado el sarao. Mientras, con gran algarabía y alharacas el rebaño enardecido ya celebraba la buena nueva de la lucrativa Feliz Gobernación.

Pero antes, nobleza obliga, lo primero es reconocer en Justicia que la entrada triunfal del Gran Timonel resultó majestuosa. Una procesión de becarios meritorios turiferarios precedía a los mandarines arreados conduciendo en andas a Su Impasible Tolerancia Gran Padre, Pedro; Intérprete de los Hechos, Cándido; Comparecencia Dialéctica, Begoña; y Contradicción Resuelta, Álvaro. Otra nutrida comitiva portaba en sendos capachos las cabezas o gónadas cortadas en beneficio del Gran Mandarín. Subido en andas a la poltrona tribunicia el sabio prócer, que no nos merecemos, consiente en dignarse a hablar así al gentío:

 “Quien se encumbra me conoce. 

Dos fuentes de sabiduría hay. El instinto natural y el juicio sobre lo conveniente. Este último se llama premeditación.  La premeditación no inventó los dioses ni tampoco la democracia pero sí el empeño de hablar en su nombre. El mandarín dinástico Gran Timonel da y quita dioses, condena o perdona, reparte saberes, poderes  y sobres.

Interpretar es acomodar el hecho a la doctrina. La premeditación usa cuatro diccionarios. El primero para hablar con la divinidad. Es un diccionario falso. El segundo para hablar con el pueblo, diccionario falso. El tercero para hablar con la historia, también es falso como los otros. El cuarto diccionario de la premeditación es para hablar consigo misma. Es un diccionario cerrado. Es costumbre esperar un quinto diccionario verdadero y abierto pero nunca vendrá mientras dure nuestra feliz gobernación.

La premeditación construye la verdad gubernamental o conveniencia de cada momento mediante la conjunción de nimias e inadvertidas falsedades. Así dice el Mandarín mañoso: descompuse nuestra verdad en sus elementos y la vi formada por infinitas mentiras.

La premeditación ha de contar con la presencia de los mediocres, sustancias irremediables. El Estado también es irremediable: sabed convertirlo en cosa vuestra.

Marginado de la actualidad, el rebelde representa lo irreal. La gobernación crea el suceso y lo ofrece a la aquiescencia del pueblo. Esto se denomina Historia política.

Se llama corrupción al proceso que transforma lo modélico en terreno. El embozo de la corrupción se llama retórica. La corrupción es irremediable. La corrupción doma. Rehusad el extremismo de los puros y aplaudid la moderación de los corruptos.

La doctrina posee tres momentos: el fundador, el corruptor y el jurista.

La gobernación es corrupción. Se gobierna porque una casta improvisa y mantiene la decisión. La gobernación no puede perdurar sin intereses. Confesarlo sería reconocer el dominio de los bandidos. De ahí la necesidad de las teorías políticas.

La corrupción desdobla, multiplica, genera secuaces y mana entusiastas, rellenando con el bodrio el hueco de las palabras. Quienes acusan al mando de corrupción arguyen contra su definición, pues el mando se practica corrompiendo ideas y hombres. La corrupción agrupa, el corruptor puede imperar indefinidamente sobre el rebaño corrompido. El necio murmura: esto se halla corrupto, pronto caerá. El sabio le replica: esto va corrompiéndose durará milenios. Aprended a corromper y poseeréis estos católicos reinos. Cuando se restablece la corrupción se restaura el orden divino permanente. 

La corrupción es monopolio de mandarines y de sus lacayos, los enmucetados, los filósofos alabanciosos, los becarios, los alcaldes, los legos y los negociosos, símbolo de la trasgresión, la prevaricación y la avaricia.

La más alta corrupción consiste en pudrir el entendimiento. La memez aislada y abandonada, no genera sino sandeces, pero enmucetada y condecorada produce colaboracionistas.

La descarada corrupción se llama Feliz Gobernación. He dicho”.     

Acabado su discurso, puesto en pie o de rodillas, el gentío de la mamandurria aplaude enardecido. El mandarín de la Gobernación, encargado del orden, se afloja los calzones a media asta para poder disfrutar mejor de la intervención del Prócer imperturbable. Con piadosa unción besa el escapulario con la efigie santa del Gran Uno. Monipodio aplaude lleno de orgullo y satisfacción de poder gozar de tan aventajados discípulos.

Sin embargo, pese al triunfalismo oficial proclamado por el Gran Timonel y sus bufones, bufonas y saltimbanquis, otros no terminan de ver claro qué hay de lo suyo. Y es que la preocupación por el propio medro aumenta en épocas de vacas flacas y presupuestos menguantes. También preocupa la sombra de los jueces honrados. De modo que algunos becarios, atascados en el escalafón, o mandarines marginados o en desgracia, murmuraban hasta que fueron acallados por los hombres de estaca enviados por los soplones.

Cumplido el rito, el rebaño se dispersa entusiasmado hasta la siguiente convocatoria que se celebrará cuando al Supremo Mandarín convenga. Y a otra cosa, mariposa.

 Por la transcripción, Alfonso De la Vega

 

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