Comienzo lanzando una pregunta cruel, no porque yo lo sea, sino porque algo huele a chamusquina y a podrido… ¿Están el gobierno y sus fuerzas interesados en prolongar el dolor de pueblo como Paiporta, donde el ayuntamiento anuncia medidas de restricción de movilidad, sin que haya sido decretado ni un estado de excepción? Hace ya muchísimo tiempo que estamos sometidos a un experimento de conejillos de indias, en el que, como puritos hamsters, nos someten a crueles condiciones. Y vuelvo a inquirir, de manera directa: ¿Hasta qué punto, la catástrofe de Valencia no está siendo empleada para poner en práctica las medidas coercitivas que establecen las normas de la terrorífica agenda 2045, del mismo tipo que se implementaron durante la plandemia hace 4 años?
El hecho de que, de existir un modelo experimental de ingeniería de masas, en el que nos imponen sufrimiento (económico, emocional, laboral o espiritual, en forma de desaliento, desánimo, pesimismo, todo bajo la excusa de la paciencia buenista donde muchos no van a poder sobrevivir, porque de eso se trata…), nos conduce a sospechar que no sería descabellado llegar a varias conclusiones, partiendo de mecanismos que ilustra la psicología del mal: primero, que se trata de un resultado de la geoingeniería climática y que se les fue de las manos, de modo que quieren, por un lado, cubrir las huellas del delito, como sea, y, por otro, aprovechado la coyuntura, inesperada, ver el modo en el que funciona la mente de los españoles en una catástrofe como ésta; segundo, haciendo que la ayuda sea o muy lenta o inexistente, impidiendo que los ciudadanos hablen y se junten para articular alguna medida de oposición a medios de comunicación como TVE, expulsada de un pueblo afectado antes de iniciar una grabación en una de las pocas calles que estaban sin escombros, sobre todo en Paiporta, donde hace una semana la gente echaba lodo a los reyes y al presidente Sánchez con furia completamente lógica, presidente que, por cierto, salió corriendo del miedo que le entró al sentir lo que el pueblo pensaba de él; no sería raro que, como castigo por haber sido rebeldes, por haber comenzado la acción de revuelta de los afectados contra la corona y sus políticos de inmerecido respeto, se les prohíbe salir de casa, no sea que ocurra otra vez y los españoles los imiten, aunque de manera más inteligente, no echándoles barro, sino denuncias y muchas urnas vacías para que se vayan al carajo; en tercer lugar, es una forma de que el pueblo no pueda ayudarles, dado que esto pone en evidencia a quienes deberían de hacerlo y no lo realizan, gracias a la burocracia del estado, del estado controlado por sus oscurísimos amos….
De este modo, para evitar nuevas respuestas de desobediencia (algo que los gobernantes soberbios, ignorante y necios no soportan, porque por estas cualidades fueron escogidos para sus cargos) se hace necesario poner un freno a lo que podría llevárselos por delante peor de lo que hizo la dana con los 2000 muertos. Cuando el político siente que el ciudadano empieza a albergar en su corazón bondadoso sentimientos de odio, tras el desprecio que siente que hacia él siente el que debería de protegerlo y no lo hace, cuando se trata de condiciones de vida dignas que no se dan porque hay ciertas autoridades que no las consideran importantes, o cuando intuyen que salir a la calle puede ser peligroso, tienen que protegerse como sea y evitar que el virus de conocimiento y de la organización ciudadana paralela, al margen de lo que pudiese ordenar un estado completamente enajenado en su delirio de grandeza, han de hacer lo que sea para que la gente se olvide inclusive de su dolor y se lo trague como un gran y nauseabundo sapo envenenado.
Me imagino lo que pensaría Sánchez al llegar a Paiporta, al escuchar los gritos e insultos: “Esto del AEMET se nos fue de las manos, oh Dios, oh Dios, muchos ya sospecharán del asunto y ahora no sé ni qué hacer ni qué justificar. ¿Qué les puedo decir a esta masa enfurecida? Son capaces de hacerme cualquier cosa. ¡Qué mala idea haber venido! Aunque habría quedado peor si no aparezco, pero…¡Qué horror, qué destrucción! ¡Me tiemblan las piernas! Hasta ahora me han dado igual, pero de esta no me saca nadie, a menos que me largue…” Está claro que este presi sabe más de la cuenta, pero además ya se sospecha descubierto en sus fechorías. “¿Qué hacer ahora? ¿Dimitir? ¡Nooo!” Así que lo mejor es encerrar a todos los de los pueblos afectados por orden de una alerta sanitaria, la cual no es extraña, dado el número de muertos que tardan en sacar y cuyas cifras no salen en los medios pagados por el gobierno de España y de la Comunidad Valenciana. Porque, a todo esto, falta un dato, muy significativo: si se declara una pandemia en Valencia, algo que ya podría ocurrir (por mucho menos encerraron a millones de españoles en sus casas tres meses de agonía y ni había virus, sino un plan genocida, en el que concursaron protocolo médicos criminales), he aquí la excusa perfecta para someter al pueblo español, un campo de experimentación y de exterminio, escogido por las élites y a cuyo mando han puesto a nuestro guapísimo presidente.
Todos estos hechos, propios de una dictadura, de una dictadura sin ley que no sea aquélla que les venga bien a quienes tienen que tapar sus diabólicas vergüenzas debajo de la alfombra o de los parkings donde descansan tantas almas que demandan denuncias y venganza, por puro capricho, saltándose las normas del sentido común.
Recomiendo desobediencia, desobediencia, desobediencia y más desobediencia a este ultraje al pueblo español por los sufren las consecuencias por haber confiado en semejantes sujetos (cuyo trato ni tan siquiera merecen). ¡No es ético hacer caso a esta horda de indeseables!
Ir a la calle es una memez. Prevista por «ellos». Hay una Legión de ejjjpertos, «autoridades», «informadores» y «verificadores» que ya deberían estar causando baja, como esos miles y miles (y miles) de inocentes «desaparecidos». O como los soldados de trinchera, asesinados por millones por estar en el frente de alguna guerra que no diseñaron, a lo largo de la historia.
Mas los que pueden estar preparando a los pies de cierta iglesia situada en la cola de dos pantanos descomunales.
Este proyecto se llama ‘el ladrillazo segunda parte’.