viernes, noviembre 22, 2024
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Abuso se – x – ual, tortura y muerte: El lado más oscuro de la pederastia

El éxito de la película Sound of freedom está levantando mucha polémica y no menos ampollas. Satánicos, satanistas y demás tropa del lado oscuro en general están que trinan, empezando por la FOX, debido al éxito de taquilla, siguiendo por los influencers de la distopía, esa pléyade amorfa  de seudointelectuales y críticos al servicio del Poder, que arrastran a cuanto tonto útil hay en este mundillo de desinformación, sobre todo en las redes sociales, una herramienta maravillosa que se ha convertido en una selva sin ley por la que cada vez se hace más difícil transitar sin tropezar con el engaño y la manipulación de los nuevos garúes, vividores y analfabetos con micrófono.

Los críticos más benévolos de Sound of freedom la acusan de no entrar de lleno en el aspecto más sórdido del tráfico de niños. Visto a la ligera, no les falta razón, pero no están haciendo el análisis correctamente. A este respecto, mi artículo sobre la película lo titulé Sound of freedom es solo una pincelada de la siniestra realidad de la pederastia y el tráfico de niños, y también aclaro que la cinta se refiere exclusivamente a un episodio del equipo de Tim Ballard; en concreto del rescate de un grupo de niños en Colombia que habían sido arrancados de sus familias para destinarlos a la esclavitud sexual. Este es el guion de la película, y no pretende entrar en otras consideraciones.

Indudablemente, el tráfico de niños abarca mucho más; aspectos que el gran público no puede ni imaginar, porque es se hace impensable que seres humanos puedan cometer actos de semejante vileza. Y, sin embargo, esto está ocurriendo. Entiendo a Eduardo Verástegui y al propio Tim Ballard cuando dicen lo que sintieron al ver las imágines de los niños abusados, y cómo sus vidas cambiaron. Lo entiendo porque eso me ocurrió a mí cuando en 2005 recibí un taco de fotografías de bebés abortados. No podía parar de llorar. El dolor y la impotencia eran tan grandes que me prometí a mí misma poner todo mi esfuerzo en la investigación y en la lucha en defensa  de la vida.

El mundo de las mafias dedicadas al secuestro de niños lo descubrí mucho antes y de eso hablo en un libro que publique en 1998 sobre la crueldad humana, cuyo título omito por razones personales obvias. Ahí hablo del destino de los miles de niños y adolescentes secuestrados por las mafias. Era un tema tabú entonces, pero la prensa estaba menos encanallada y pude hablar libremente en varias entrevistas y conferencias, incluso en un ciclo en la Universidad Menéndez Pelayo. ¡Hasta que el libro fue prohibido!

En el libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, publicado en 2017, dedicamos un capítulo a la pederastia en las alturas y el modus operandi de las altas autoridades mundiales para encubrir estos crímenes nefandos. Reproduzco a continuación algunos de sus párrafos, con algunos añadidos y actualizaciones.

La pederastia de alto standing es una lacra milenaria, contra la que es prácticamente imposible luchar, dado que existe una especie de velo protector contra los depravados abusadores de menores. De vez en cuando saltan a la luz escándalos como el protagonizado por el duque de York, hijo predilecto de su satánica majestad, la finada reina de Inglaterra, que se vio obligada a desposeerlo de todos sus títulos, por haber hecho demasiadas excursiones a la isla de las Lolitas, ese paraíso para magnates y gente de poder, donde la violación y el abuso de menores eran solo aperitivos para hacer boca. El trágico final de muchos de estos menores a manos de los depravados amantes de este tipo de perversiones jamás aparece en las noticias. Ni que decir tiene que en estos aquelarres, corre el alcohol y las drogas a discreción, lo cual facilita la desinhibición y el traspaso de cualquier límite previo, si es que lo hubiera. Es un secreto a voces que determinados clanes utilizan a los niños para ciertos fines siniestros. Es una práctica milenaria, pero estas organizaciones son intocables.

A pesar de ello, ni políticos ni instituciones se atreven a hincarle el diente al delito más vergonzoso contra la humanidad, perpetrado en su parte más vulnerable y sagrada: los menores, incluso lactantes. En unos tiempos, en los que se penaliza dar una colleja a un niño y es casi motivo de cárcel revisar su teléfono móvil, nuestros políticos e instituciones hipócritas cierran los ojos y eluden plantear la pederastia como un tema candente al que hay que ponerle solución. No solo eso, sino que grupos llamados progresistas demandan despenalizar las relaciones con menores. ¿Qué impide que no se aborde firmemente este problema? ¿Qué hay detrás de todo este mundo sórdido?

Ocasionalmente, los medios de comunicación publican la desarticulación de una red o algún caso en solitario y detenciones en medio de un gran despliegue mediático. En general, suele tratarse de pobres diablos o entrenadores deportivos, sacerdotes descarriados o personas que por su profesión están en contacto con menores; viejos verdes que seducen a adolescentes a cambio de regalos o dinero, o traficantes de pornografía infantil en la red, en las que caen unos cuantos de los primeros eslabones de la cadena, y ni siquiera eso. Sin embargo, rara vez, los protagonistas de estas noticias son gente influyente y cuando es así, jamás se llega al fondo del asunto. Nunca se atrapa a los auténticos pederastas de alto standing, unidos por el secreto y viciosos por generaciones, que son los que fomentan esta lacra social, que en las últimas décadas ha crecido considerablemente, gracias a la protección que les proporcionan su estatus económico y social, o su pertenencia a las logias.

En las altísimas esferas del poder –sea este financiero, político, militar o científico—es un tema tabú. Los políticos lo saben, los fiscales también, los jueces ídem, pero este asunto es intocable. Su gravedad es de tal envergadura que abrir el archivo haría tambalear instituciones y círculos que representan el respeto a los derechos humanos y a la justicia.

Aun siendo un tema gravísimo en cualquiera de sus manifestaciones, podríamos decir que existen grados. Hay un tipo de pederastia que se limita al abuso de los menores, que ya en sí es vergonzoso, por el daño que se inflige al niño que un día se convertirá en un adulto con un sinfín de  problemas difíciles de tratar. Pero hay otro tipo de pederastia mucho más grave, la pederastia “dura”, con muchos flecos a cual más perverso, en los que no se practica solo el abuso sexual del niño, sino su confinamiento, tortura y asesinato. Los vídeos “snuff” y los rituales en los que corren las drogas y la sangre, y se vulneran todas las fronteras de la conciencia, existen y no podemos cerrar los ojos a esta realidad. Para la Interpol es un auténtico dolor de cabeza desde hace años, precisamente por los problemas que encuentran a la hora de investigar o de sacar a la luz sus investigaciones.

Estas prácticas suelen mantenerse en secreto, porque los pervertidos, conscientes de lo despreciable de su inclinación a los ojos de la sociedad, procuran mantenerse en el anonimato. Por otro lado, tienen miedo al escándalo y al peso de la ley en el caso de dar con fiscales y jueces valientes y no fácilmente susceptibles a las amenazas o al chantaje. Desgraciadamente, cada vez abundan menos.

Hay que decir que la publicidad y ciertas ideas extraviadas de los grupos ultra progresistas o incluso la UNICEF y el Foro de Davos están intentando convertir la pederastia algo normal, empaquetado como “derechos sexuales de los niños”, talleres de masturbación o clases de sexo en los centros escolares impartidas por drag queens.

En Holanda, país laicista por excelencia, donde se saltan todas las líneas rojas del orden vital y la recta evolución, con una progresía desaforada y unas autoridades ciegas, llevan cometiendo tremendos disparates desde hace años. Tras haber sido rechazada por los tribunales la legalización de la pederastia, en el 2006 se fundó el Partido del Amor Fraternal, la Libertad y la Diversidad (PNVD). Su programa reivindicaba rebajar la edad de consentimiento sexual, de los 16 años a los 12, legalizar la posesión de pornografía infantil, la prostitución, el consumo de drogas y admitir la zoofilia como un derecho natural.

En el 2010 el partido pedófilo fue ilegalizado. Pero los holandeses no son los únicos que bregan con este tipo de ocurrencias. En Alemania, hace tiempo que un grupo político está intentando conseguir lo mismo. Conviene citar el “experimento Kentler”, llevado a cabo en esta nación en los años setenta, que, amparado en un programa pedagógico, entregaba niños huérfanos y de familias desfavorecidas a casas de acogida dirigidas por pederastas. Los testimonios de los adultos que pasaron por esos centros cuando eran niños son escalofriantes.

El hecho de que esta ideología esté tan implantada entre las grandes autoridades de muchos países, y que sean ellas mismas las que tienen en sus manos los planes de educación, convierte esta perversa inclinación en una gran amenaza para la humanidad.

Es muy probable que a más de un lector le sorprenda esta degeneración entre los dirigentes mundiales. La razón de esta ignorancia es que los grandes medios de comunicación son propiedad o están bajo la directa influencia de emporios económicos que dominan los sectores ideológicos y políticos, y se cuidan muy bien de protegerse entre ellos y evitar que ciertas noticias “sensibles” lleguen al conocimiento de las grandes masas.

Por eso hay multitud de casos que han quedado en el aire, rodeados de dudas y de falsas explicaciones. Cuando el propietario de la isla de las Lolitas, Jefrey Epstein, entró en prisión y se comprometió a colaborar con la Fiscalía, algunos se frotaron las manos porque, por fin, la lista de los protegidos pederastas iba a ver la luz. Muy lejos de ese optimismo, auguramos que en unos días lo “suicidarían”. Y así fue. Apareció muerto. Es el modus operandi de este tipo de clanes, cuya impunidad está garantizada por el secreto.

Hace unos años, en Inglaterra, saltó a la prensa mundial el caso conocido como “Operación Conífera”, que involucraba al líder del Partido Conservador y exprimer ministro, Edward Heath. Se le acusaba de abusos a menores, al mismo tiempo que se denunciaba a la policía de haber sido muy laxa en la investigación de varias denuncias interpuestas por los padres de los niños abusados. Los denunciados eran personas intocables y blindadas del establishment. Las palabras del comisario-jefe de Wiltshire, Mike Veale, no dejan lugar a dudas: “Teníamos abrumadoras y obvias razones para investigar. […] pero Sir Edward Heath era una persona muy influyente y una de las más poderosas del mundo, en su momento”.

Ante un tema tan escabroso y tan aparentemente irreal, no es de extrañar el manto de duda que recubre algunas de las informaciones vertidas en libros, como los de Brice Taylor, Svali, Cathy O’Brian y otros del mismo cariz, citados en el libro Teovnilogía, de Salvador Freixedo. Pero lo cierto es que abundan los testimonios de personas de las que no se puede dudar, y que han pagado con su vida por haberse atrevido a hablar claramente. En dichas obras, aparecen como abusadores de menores importantes personajes de la política norteamericana, congresistas y senadores, a los que se cita por sus nombres y apellidos.

Si bien estas informaciones tan escandalosas suscitan dudas, estas desaparecen ante los testimonios de altos funcionarios federales, como William Cooper o Ted Gunderson, que fue jefe del FBI de Los Ángeles, y llegó a tener bajo sus órdenes a setecientos agentes. Sus declaraciones sobre la pederastia a la que eran adictos muchos congresistas, senadores y miembros de la Casa Blanca, las denuncias investigadas por él minuciosamente sobre las redes mafiosas de secuestros de niños, y la increíble cantidad de estos que desaparecen cada año, la abundancia de centros donde se practican ritos y ceremonias satánicas con sacrificios de menores, la implicación de altas autoridades del Pentágono en todas estas operaciones, en las que también están involucrados niños y jóvenes esclavos sexuales, víctimas del control mental heredado del nazismo, tienen como aval el asesinato del propio Gunderson, ordenado por “alguien” con mucho poder a quien le preocupaba que verdades tan terribles salieran a la luz. Y no solo él fue asesinado, sino también la senadora Nancy Schaefer y su marido, colaboradores en todas estas investigaciones. La extraña muerte de estas tres personas es uno de los muchos asuntos “inexplicables” que nos encontramos cuando se investiga la corrupción en las altas esferas del poder y sus profundas cloacas.

El secretismo que los pederastas mantienen sobre su inclinación hace muy difícil la estadística. Es muy difícil llegar a tener una idea clara del número de adictos. El psicólogo y sexólogo japonés-canadiense, Michael Seto, de la Royal Ottawa Healthcare y profesor en la Universidad de Toronto, en su libro publicado en 2008, Pedophilia and Sexual Offending Against Children: Theory, Assessment and Intervention, hace un profundo estudio de todo este asunto y llega a la conclusión de que los resultados finales son todavía muy inciertos, aparte de que habría que calibrar mucho entre los diferentes grados y matices de esta inclinación anómala hacia los menores, y debido a ello, los resultados finales variarían bastante. Por ejemplo, mientras algunos estudiosos establecen que el número de pederastas entre la población general se acerca al 5 por ciento, otros dicen que no supera el 1,5 por ciento. Algunas fuentes sostienen que la cifra total de pederastas en el mundo ronda el millón de personas, aunque, como ya expresamos, las cifras finales dependen de qué grado de pedofilia pueda considerarse una pederastia.

Hollywood es el gran escaparate-altavoz que ofrece al mundo desde hace más de un siglo la mercancía que hay que consumir, sea en forma de moda, costumbres, gustos e incluso vicios. Aunque hay mucho que decir, nos ceñimos exclusivamente al tema de la pederastia y el satanismo. En nuestras investigaciones, hemos ido descubriendo que los imitadores de Fausto y Teófilo están más presentes en nuestros días de lo que imaginamos. Vender el alma al diablo, a cambio de dinero, éxito o poder, parece no ser una simple leyenda, sino una fórmula para triunfar que algunos aplican. Siempre se sospechó de algunos cantantes, actores y actrices de Hollywood que habían sido premiados con grandes éxitos, a cambio de ciertos actos oscuros. Si no es cierto, su estética satánica y sus actitudes transgresoras, de burla y aversión hacia lo sagrado y el recto orden vital parecen confirmar lo contrario.

Hace tiempo que Hollywood forma parte de lo más profundo de las cloacas. Se habla de bebés, de sangre, de rituales, y se acusa a los poderosos de la industria de estar detrás de estas aberraciones. A este respecto, existen testimonios muy reveladores, entre ellos un off the record del actor Mel Gibson, en el backstage del plató del programa de Graham Norton Show de la BBC. No tenemos constancia firme de su veracidad y por eso omitimos su publicación. No obstante, remitimos al lector a Internet y que juzgue por sí mismo.

Lo expuesto en este redactado es más exhaustivo y duro que lo ofrecido en la película Sound of freedom. Profundizar en las cloacas y dirigir el dedo acusador hacia los culpables de esta lacra es muy necesario. Pero también lo es sensibilizar al público de manera suave, dosificando la información para que pueda ser digerida e integrada. Ofrecer una realidad tan cruda “de repente” es casi una agresión que provocaría una emoción demasiado intensa. El psiquismo humano no está preparado para ello. Hay que hacerlo en la dosis adecuada. Pensemos que la gran mayoría de la población no sabe nada sobre esta terrible realidad. Por eso, Sound of freedom es tan importante.

Si algún youtuber desea reproducir este texto o parte de él para la locución de su vídeo o para cualquier otro uso, debe pedir autorización y citar la fuente al principio de la narración.

gcomunicacion@laregladeoroediciones.com

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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