viernes, octubre 4, 2024
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Hágase tu voluntad

Meditar es muy fácil. ¡Cuesta nada! Meditar es “hacer nada” conscientemente, eso es, estar seguro de estar haciendo nada (Permite que use esa expresión ya que “no hacer nada” también puede interpretarse como “hacer algo”).

Meditar no cuesta dinero, no requiere ninguna parafernalia. Cualquiera puede hacerlo en su propia habitación (Como aconsejaba Jesús) sin riesgo y sin esfuerzo pues ¿Qué peligro y qué esfuerzo puede haber en “no hacer”?

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Lo difícil, si acaso, son los “actos preparatorios”, cuyo fin es relajar la mente, lo suficiente para poder encarar la meditación. No por otra cosa, Jesús recomendaba “hacer las paces”, porque nada tranquiliza más la mente que el perdón. Él decía que “quién a hierro mata, a hierro muere” porque era consciente de que nos juzgamos, a nosotros mismos, con la misma saña que juzgamos a los demás (Y con el mismo criterio). Es por eso que también decía “no juzgues y no serás juzgado”, que es como decir “perdona y te sentirás perdonado”.

¿Por qué es tan importante “hacer nada”? ¿No es eso la muerte? ¿No son los muertos los que hacen nada? Bien se puede decir que meditar es aceptar morir voluntariamente, para comprender que estar muerto es imposible. El libre albedrío es la posibilidad de hacer tu voluntad, y eso convierte a Dios es una potencia subsidiaria (o supletoria). Dios no actúa porque te deja actuar pero ¿Qué ocurre cuando tú no actúas? Que puedes percibir, entonces, la actuación de Dios. Hacer nada es lo mismo que “ponerse en sus manos”.

Pero ya hemos dicho que el problema está en los actos preparatorios. Quién pretenda meditar “con la conciencia sucia”, no podrá, sentirá miedo; y el miedo es intranquilidad, el miedo no permite relajarse. Si Dios es pureza ¿Cómo no va a sentir miedo de encarar la pureza quién sabe que acumula suciedad?

Es el ego humano el que le pide a Dios que baje pero Dios es un estado vibracional elevado y no puede bajar; o mejor dicho, sí puede pero, obviamente, bajando su vibración, y eso lo convierte en demonio.

El ser humano “endemoniado” es el que debe iniciar el “movimiento ascendente”, utilizando su libre albedrío para renunciar a su libre albedrío, a su voluntad, a su ego. Es cuando el ser humano se siente capaz de decirle a Dios “Hágase tu voluntad” cuando Dios puede “mostrarse” tal cual… ¡Y meditar no es más que decirle a Dios “Hágase tu voluntad”!

¿Qué pasa si no quieres hacerlo? Nada. Los que no se atreven a morir en vida, a simular la muerte, a meditar, tienen a su disposición la muerte “de verdad” (Esa que es del todo inevitable por cuanto es la última garantía para no quedarse atrapado en el reino del ego, del demonio, del “yo no soy Dios”). Será entonces cuando se den cuenta, inevitablemente, de lo equivocados que están.

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