viernes, septiembre 27, 2024

2030 no, 2045

El alargamiento de los planes de Naciones Unidas de su agenda 2030, que pasa a ser agenda 2045, responde a una necesidad de rectificación por la imposibilidad de convencer a la población mundial de las bondades de ciertos planes que tienen un solo objetivo: salvar a la humanidad de su propio desastre, que proviene, como no puede ser de otro modo, de los estúpidos humanos.

Ya los filósofos griegos, como Aristóteles, defendían la necesidad de la esclavitud y de la existencia de hombres que se dedicaran a gobernar a otros hombres, no siendo conveniente que todos tomaran decisiones, pues sólo unos cuantos pueden tomarlas. Esta idea, que parte de la idea del Kakos, u origen sagrado de nuestra naturaleza, donde nacimos con los pedazos del mal, es clave para entender la idea de la falta de libertad. No ha habido ningún pensador que llegara a la conclusión sobre la igualdad del género humano, con la peculiaridad de la diferencia implícita en los individuos. Es más, introduciendo principios de incomprensión de lo divino, dado que los hombres estamos demasiado apegados a lo terrenal y a nuestros instintos, no somos capaces ni de gobernarnos a nosotros mismos, razón por la que han de ser otros los que tomen las decisiones sobre nosotros; todo ello hace que el mal sea considerado la antesala del bien y viceversa. Y, curiosamente, la única ideología que se ha preocupado por los pobres es la de la izquierda, aunque con una trampa implícita: hacernos creer que existe una salvación frente a la opresión de las clases más poderosas y que es posible unirse para luchar contra ellas, al tiempo que les hacemos el juego y demostramos nuestro salvajismo, para justificar un poco más el control opresivo.

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Si hacemos un análisis de estos hechos, el substrato cae en el necesario sentimiento de culpabilidad de quien obra de manera irresponsable. La filosofía de la agenda 2030 se asienta en el principio de que el humano es malvado por naturaleza, como clave de la manipulación de masas de Anton Le Bon, de todos los pensadores del siglo XIX (Freud, Hegel, Engels, Marx y otros muchos), siendo necesario regular lo humano para poder salvar a la humanidad de las decisiones de los propios individuos que, incurriendo en una ignorancia atroz, que les impide comprender la naturaleza de la política (de ahí la esclavitud en los griegos y romanos), provoca que toda explicación de los hechos a gran parte de la sociedad no sólo sea una pérdida de tiempo, sino algo completamente innecesario.

Los seres humanos no pueden vivir en paz por los mismos seres humanos, por su ambición desmedida, la incomprensión de las reglas, las cuales han de ser impuestas a la fuerza, la ignorancia y la misma predisposición a cometer errores con letales consecuencias. Lo malo de este principio es que se aplica al pueblo gobernado, haciendo extensible toda la responsabilidad al género humano en toda su amplitud. ¿Sería necesario reducir la población, llegados al punto en el que sistema se vuelve insostenible? Estos sujetos creen que sí, y el problema es que no se plantean si éste falla porque ellos mismos lo crearon y no pudieron adelantarse a lo que podría suceder en un futuro, con lo cual sus propios errores son peores que los de llamados gobernados, o goyim, de acuerdo con los Protocolos de Sion.

Siguiendo, por tanto, ideas paganas de más de 2500 años, especialmente aristotélicas, las mismas que impulsaron todo el pensamiento de la república de Venecia, el cambio de naturaleza humana es esencial para la supervivencia del planeta tierra y el resto de los seres que lo habitan, dado que la inercia del hombre no es crear, sino destruir. Claro que ninguno de estos líderes se plantea que ello sucede porque no hay un guion educativo que enseñe el respeto al bien común. Por cierto, todas estas teorías son completos delirios sin valor alguno, pues el conocimiento corre por la sociedad, capaz de autogobernarse en total ausencia de estos señores tan sabios que se reunieron en la asamblea general hace pocos días.

Estos sujetos nos consideran tan estúpidos que molestarse en explicarnos sus objetivos es inútil, que han de decidir por nosotros en base a los 17 objetivos y se ven obligados a ponernos las reglas para frenar nuestra libertad de acción, la clave para explicar resultados catastróficos que resultan completamente letales para ellos, es decir, que se sienten agredidos por nuestras propias decisiones. De ahí proviene la obsesión por el control de la población a través de los gobiernos, que, como ya indiqué en varias ocasiones, no son más consejos administrativos de corporaciones dependientes de la Reserva Federal de los EEUU, que reciben órdenes mediante engaños y amenazas, en no pocos casos. Muchas de ellas, asfixiadas económicamente, han de acceder a ciertas condiciones para sostener sus mal llamados estados y reciben sus castigos si desobedecen, al ser los encargados de ponernos las reglas a los indisciplinados ciudadanos que sólo aprendemos por el castigo y el miedo. La ONU es el consejo de consejos, el lugar donde todos llegan al consenso y regresan a sus corporaciones con la lección bien aprendida, es una organización privada al servicio de los que controlan y poseen todas las riquezas del planeta. Si tenemos en cuenta que la única que no tienen es la espiritual, comenzamos a entender la agenda 2030.

Convencer a la población de sus buenas intenciones es harto complejo, sobre todo, si partiendo del humano como un agente tóxico por naturaleza, se infiere la duda de la conveniencia de que el ser de esta especie merezca vivir en este bello planeta. Aspectos como el cambio climático, una de las machaconas obsesiones de la agenda 2030, es clave para entender cuando nos hablan de huella de carbono, de energías renovables, de coches eléctricos y del caos económico que va a suponer para la humanidad sus planes siniestros. Ante el hecho de que el conocimiento corre como la tinta, que millones de personas ya saben de la existencia de la nobleza negra, los Rothschild y toda su siniestra historia llena de muerte y de guerras, provocadas por ellos, resulta difícil convencernos de las bondades y necesitan tiempo, estudiar otras estrategias de aquí al 2045. Sus mentes son demasiado torpes a la hora de pensar qué hacer, sobre todo si surgen mentes tan díscolas y rebeldes como las nuestras y ello los obliga a afilar las herramientas en el arte del engaño, la persuasión y el desastre, si es que ésa es la única que tenemos de aprender. 

Pero tranquilos, que no cunda el pánico, porque de aquí al 2045 tenemos más tiempo para derrotarlos en sus cuevas de seres que se aíslan en la estupidez y la ceguera de sus mentes. Dejémoslos entonces en sus largas diatribas mientras el descontrol creciente de sus fatídicas 17 espinas se haga tan real que les rompa los cimientos. ¿2030? ¿A quién se le ocurrió semejante chiste?

 

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