lunes, marzo 17, 2025
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El último anuncio de Hacienda y su monumental hipocresía fiscal

Hacienda ha desempolvado su capa de superhéroe y anuncia a bombo y platillo que va a investigar a esos astutos ciudadanos que llevan un nivel de vida superior a los ingresos que declaran. Sí, señores, la Agencia Tributaria promete intensificar el rastreo de hasta el último céntimo de quienes tienen un nivel de vida que no encaja ni con calzador en sus rentas declaradas.

Pero esto no hace otra cosa que incrementar la sospecha persistente de que los verdaderos tiburones seguirán nadando en aguas profundas mientras el fisco se entretiene con los pececillos.

Miremos un poco el historial de este supuesto guardián de la justicia fiscal, porque si algo sabe hacer Hacienda es mirar para otro lado y, cuando le conviene, ponerse una venda en los ojos mientras los peces gordos nadan libres:

¿Dónde estaban cuando José Bono, ese humilde hijo de Castilla, amasaba un patrimonio que no explicas ni con tres vidas de sueldo público? Pisos de lujo, fincas, una hípica, una mansión en Tánger y una vida que huele a opulencia, todo mientras Hacienda dormía la siesta o, quién sabe, aplaudía desde la barrera. Porque si eres político y tienes buenos contactos, parece que las reglas se vuelven opcionales.

Luego tenemos a Zapatero, otro ejemplo de cómo el fisco se convierte en un espectador pasivo. El expresidente, con su aire de filósofo despistado, vio cómo su riqueza crecía como la espuma, con propiedades de lujo en Madrid, Lanzarote y sabe dios dónde más… pero Hacienda nunca pareció demasiado interesada en sumar dos más dos. ¿Casualidad? Claro, y yo me creo que los unicornios pagan IRPF. Aquí el mensaje es claro: si tienes un cargo y un buen relato, los inspectores te dejan en paz.

Pero el colmo de la desvergüenza nos lo trae María Gámez, exdirectora de la Guardia Civil, cuyo caso es un manual de cómo reírse del fisco en su cara. Gámez y su marido se montaron un pequeño imperio inmobiliario con pisos de lujo en Málaga y Madrid, algunos pagados al contado como quien compra chicles. ¿El truco maestro? Uno de esos inmuebles, comprado en plena pandemia por unos 300.000 euros sin rastro de hipoteca, lo puso a nombre de su hijo de veinte años, quedándose ella el usufructo para disfrutarlo de por vida. Todo muy discreto, claro, mientras su marido ingresaba 3,1 millones de dudosa procedencia ligados a los ERE de Andalucía. Hacienda, cómo no, llegó tarde y mal: el caso se archivó por un “error judicial” en 2023, y aquí no ha pasado nada.

No podemos pasar por alto el caso del hermanísimo de Pedro Sánchez, un auténtico puñetazo en la cara de los contribuyentes. Este señor, asesorado por altos cargos de la mismísima Agencia Tributaria —sí, los que supuestamente velan por nuestro dinero—, decidió que Portugal era el lugar ideal para domiciliarse y pagar menos impuestos. ¿Y qué hizo Hacienda? Nada, porque cuando los poderosos juegan al Monopoly fiscal con ayuda de los árbitros, el resto somos meros peones. Es indignante, pero no sorprendente.

Tampoco nos olvidamos de Ábalos, el exministro y mano derecha de Sánchez, que coleccionaba propiedades como quien junta sellos, mientras Hacienda miraba al infinito y silbaba una copla. Pisos, negocios, un tren de vida que no encaja ni con un milagro, y aún así, el fisco no vio nada raro hasta que el escándalo era imposible de ignorar.

Tampoco de Las Begoñas, Las Marías Blascos del CNIO, Las Jéssicas, Los Tito Berni, Los Comegambas, Los ERES, Los Pujol…

Así que, mientras Hacienda se pavonea con su nuevo plan para cazar a los “ricos camuflados”, el ciudadano de a pie no puede evitar sentir una mezcla de burla y rabia. Porque este organismo lleva años siendo un cachorro dormido cuando se trata de los poderosos. Ahora prometen mano dura, pero ¿a quién van a pillar? ¿Al autónomo que se compró un móvil caro o al vecino que presume de vacaciones? Los grandes tiburones seguirán nadando en aguas tranquilas, riéndose de un sistema que les guiña el ojo mientras aprieta al resto. Hacienda, qué gran farsa.

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Es Diestro. Opinión en Libertad
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