martes, noviembre 12, 2024
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Permiso para dudar; la historia de la gallina de Stalin

Si cualquiera de ustedes tuvieran una mascota, la que sea, a la que hubieran maltratado siendo cachorro estamos seguros que esa mascota, a partir del momento de ser maltratada, ni se le acercaría. Estaría lo más alejada posible de su maltratador y no caería en la trampa de acercarse, por muchas golosinas que le ofreciera para convencerla.

En el punto contrario nos encontramos con la famosa historia de la gallina de Stalin. Durante una reunión, Stalin cogió una gallina viva y, en un acto brutal, le arrancó las plumas una a una. La gallina, aterrorizada y lastimada, intentó escapar. Sin embargo, Stalin la arrojó al suelo y luego, con calma, arrojó unos granos de trigo. La gallina, a pesar del dolor que le había infligido, se acercó a él y comenzó a comer de su mano. Stalin aprovechó la ocasión para explicar a sus colaboradores que, con el poder adecuado, las personas pueden ser sometidas y dependerán de quien les controle, sin importar el daño que hayan sufrido en el proceso.

Este punto, el de la gallina de Stalin, es en el que se encuentra la sociedad española actual. Con un agravante, estamos pagando al que nos despluma y los granos de trigo con los que nos vuelve a tener atrapados.

Tras los terribles sucesos del día de ayer en Valencia, la inmensa mayoría de los medios de comunicación y partidos políticos nos empezaron a contar lo de que si la DANA, antes temporal, tormenta o gota fría, había sido especialmente devastadora, sin encontrar explicación alguna para los motivos. Y a pesar de que, en estos momentos, ya nos encontramos con que hay una dramática cifra de 95 muertos, la inmensa mayoría de la gente no duda, no se hace preguntas, e incluso critica duramente a quien expone sus dudas y se las hace.

Desde el año 2020 en España se han producido infinidad de hechos dramáticos y terribles en los que las víctimas hemos sido siempre los mismos. Se nos ha encerrado durante tres meses, se ha medicado, a quien se ha dejado, con un medicamento experimental que está causando estragos, y la inmensa mayoría de la gente sigue sin dudar, sin hacerse preguntas, creyendo a los mismos que les han engañado hasta hartarse y siguiendo al verdugo cuando, de vez en cuando, le arroja unos granos de trigo para hacer como que se preocupa por ellos.

Muy pocos se molestan en informarse, a pesar de estar en riesgo sus vidas y las de los suyos. Tampoco analizan lo que ha estado sucediendo en los últimos años, meses e incluso días. No se han molestado en revisar informaciones sobre los derribos de pantanos, presas y azudes que se han producido en nuestro país para que los ríos fluyan de forma natural, tal y como sucedió ayer en Valencia.

Tampoco se han molestado en revisar la hemeroteca. Piensan que el hecho de que, por ejemplo, periodistas estadounidenses hayan sido cazados con cámara oculta confesando que después de la farsemia llegaría la farsa «cambiática», es tan solo una locura de chalados «conspiranoicos».

Insultan a cualquiera que se pase las horas revisando mapas meteorológicos y encuentre extraños patrones de radar. Todavía se creen que el estado está ahí para cuidarlos y protegerlos, el mismo estado del 11M, de la farsemia, de las inoculaciones, de los derribos de pantanos, de las concesiones para plantas fotovoltaicas y eólicas… el mismo estado, cuyos máximos representantes, llevan el pin de la bestia, el de la Agenda 2030.

Todo esto nos lleva a que estemos llegando a un punto de ruptura social en el que los que dudemos, los que nos hagamos preguntas, acabaremos tratando de ir por nuestro lado e intentando evitar que la complacencia de los conformistas nos afecte.

Que no cuenten con nosotros los de los «vivas» al Rey, los del «que te vote Txapote», los pulcros defensores de una Constitución fallida y estafadora, o los que siguen pensando que realmente pueden decidir algo por meter un papel en una urna. Recuerden que también fue Stalin quien dijo aquello de que «lo importante no es lo que votas, sino quién cuenta los votos».

Dudar, exigir, preguntar y denunciar a los responsables es el mayor homenaje que se puede hacer a las víctimas de este sistema putrefacto.

 

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Es Diestro. Opinión en Libertad
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