Artículo de Alfonso de la Vega
«En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí me lo hicisteis». (Mateo 25 40)
Me uno modestamente a la denuncia del “secuestro” de menores por parte del Estado que realizaba el Padre Teodoro en Es Diestro:
“Pues en la España actual es cierto y aunque realmente los niños son de sus padres y de sus familias, el estado se los arranca y los secuestra por el vil dinero para entregárselo a criminales asociaciones cuyo objetivo es «tutelarlos» para, a partir de ese momento, recibir millonarias subvenciones. Entonces nos encontramos con un drama que está destrozando la vida de esos niños y de sus familias. Debido a ese drama, a ese secuestro, a ese crimen que se organiza desde el propio estado con el objetivo de lucrarse, son muchas las personas valientes y asociaciones que están luchando para que deje de perpetrarse esa monstruosidad… Deberíamos ser todos, absolutamente todos, los españoles los que denunciáramos estas aberraciones que estado, y asociaciones satélites, están cometiendo contra lo más sagrado que tenemos, que son los niños.”
Lo que cuenta el P. Teodoro es lamentable pero la situación de la infancia a nivel globalista internacional aún puede ser mucho peor que la por él denunciada mediante actuaciones oficiales que quizás en su origen pretendiesen combatir de forma bienintencionada realidades espantosas. Como decía lord Keynes para vender algo hay que crear primero la propia demanda como es la previa desestabilización moral, familiar y social.
Por si no hubiera bastante con la multiplicación del aborto, para las élites globalistas el tráfico de niños resultaría un mérito cuando no una forma de tenebrosa iniciación para la alta política, la gerencia multinacional o la farándula. En muchos casos el paradero final de estas pobres criaturas resulta desconocido y es de temer lo peor.
Ahora mismo, en la devastada franja de Gaza, convertida en Lebensraum o espacio vital a anexionar por los sionistas nazis, el ejército israelí lleva cobardemente asesinados varios miles de niños indefensos. Una de las últimas víctimas es una niña cristiana vilmente tiroteada en una iglesia de Gaza. Estamos ante una nueva herodiana matanza de inocentes perpetrada en vivo y en directo con el apoyo de la mayoría de los gobiernos e instituciones occidentales que demuestran así su servilismo sionista y actual degradación moral.
Pero el problema es universal. Es oportuno recordar la peripecia de una obra rescatada de la censura. El pasado 4 de julio, fecha emblemática en EEUU, con descomunal escándalo farisaico de la gran delincuencia anglojudía organizada que hoy domina el mundo, se estrenó la película Sound of Freedom sobre un tema terrible, amén que capital para entender lo que nos sucede: el tráfico de niños. Un Rothschild ha tenido la prepotente y cínica desvergüenza de exigir sea censurada o al menos boicoteda la obra. Una producción muy modesta en cuanto a presupuesto y ha sido posible su realización no por el gran capital judío sino gracias a la financiación mediante pequeñas aportaciones de colaboradores e interesados. Algo similar a las solicitadas por el P. Teodoro para la Congregación Fe y Esperanza y sus actuaciones de denuncia en el Tribunal Internacional de La Haya.
Sound of Freedom apela a conciencia no degradada del hombre. Narra un hecho real, la tremenda aventura de un héroe solitario Timothy Ballard que renuncia a su trabajo oficial como agente de la CIA para tratar de salvar a un grupo de pobres niños desamparados de las garras asesinas de los traficantes. En efecto, Ballard se convenció que no le dejaban ir a las fuentes del problema, las redes del tráfico internacional que escapaban a su jurisdicción. En sus propias palabras:
“Pasé 12 años como agente especial, operador encubierto, para el Departamento de Seguridad Nacional. trabajando en delitos contra niños, tráfico de niños, y fue una especie de evolución, los primeros años fue en su mayoría solo usuario final, coleccionista, casos de personas que poseen, distribuyen material de explotación infantil”, “Siempre me preguntaba: ‘¿Dónde están los niños?’ Veo estos videos, me rompe el corazón, tengo que describirlos (en los informes). Hay una escena en la película que me rompe el corazón donde Jim (Caviezel) llora mientras tiene que describir estas horribles escenas de sexo de niños, y cuando digo niños, me refiero a la edad promedio, siete, seis, cinco”,
Al final Ballard renunció a su trabajo oficial para intentar luchar en las fuentes del Mal.
Pero, nos preguntamos todos, ¿por qué la denuncia de un tema tan noble que afecta los más indefensos, a lo más sagrado que son los niños, de no ser ninguneada es combatida con tanta saña por el Poder?
Visto lo visto, se tiene derecho a suponer que el Poder actual en Occidente apenas lucha contra este odioso crimen porque está usurpado por cómplices. Ligado íntimamente a la peor corrupción es un factor de cohesión, un cemento de unión entre ellos acaso sea la complicidad en el criminal comportamiento con pobres niños indefensos. Desde la pederastia al tráfico de órganos, de los sacrificios humanos en rituales de magia negra al canibalismo o la obtención mediante tortura de la sustancia adrenocromo tan deseada por empoderados progres woke y plutócratas globalitarios. Un horror espantoso, terrorífico por la Maldad pero también por la impunidad en el que opera, que al parecer estaría más extendido de lo que cabe suponer.
Chesterton daba algunas pistas sobre las maniobras y complicidades del Poder en El Hombre que fue Jueves. Aquí en España, la difunta duquesa de Medina Sidonia es autora de un texto novelado terrorífico, censurado, titulado La Ilustre degeneración en el que explicaba estos temas y la impunidad con la que operarían los tenebrosos cómplices mediante el aparente control casi total del aparato del Estado.
Toda persona de bien tiene la obligación moral de denunciar y combatir esta moderna esclavitud, este crimen abominable practicado en las más altas esferas del poder mundial y entre sus títeres y bufones.