jueves, noviembre 20, 2025
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El Supremo condena al fiscal general del Estado, pero solo un poco

En un fallo que llega como un mazazo a la Moncloa, el Tribunal Supremo ha condenado este jueves al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un delito de revelación de secretos. La pena, que poca nos parece, consiste en una multa y dos años de inhabilitación para el cargo de fiscal general y una indemnización de 10.000 euros (según algunos medios) al empresario Alberto González Amador, pareja de la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

La sentencia, dictada por mayoría de 5 votos contra 2, pone fin a un juicio exprés que ha durado poco más de una semana y que ha expuesto, una vez más, la deriva autoritaria de un gobierno que confunde la Fiscalía con su cortijo personal.

Recordemos los hechos, por si algún tertuliano bien pagado pretendiera maquillarlos de nuevo: García Ortiz, nombrado a dedo por Pedro Sánchez en 2022, filtró información reservada que afectaba directamente a González Amador. Un WhatsApp inocente, dirán sus defensores, pero el Supremo lo ha calificado de «revelación de secretos» sin atenuantes. No fue un lapsus: fue un abuso de poder premeditado. García Ortiz, ese fiscal que se pavoneaba como guardián de la legalidad, no es más que un pelele al servicio del presidente, un hombre que ha convertido la Fiscalía en la guardia pretoriana del sanchismo.

Pero vayamos al meollo de esta farsa: ¿dónde estaba Pedro Sánchez mientras su fiscal estrella jugaba a los chivatazos? En la misma Moncloa donde ha tejido una red de lealtades tóxicas que asfixia la separación de poderes. Sánchez, ese eterno superviviente que pacta con etarras y golpistas pero tiembla ante un Supremo que no controla, designó a García Ortiz sabiendo de su servilismo. Y no contento con eso, lanzó a sus ministros –desde «Félix Trolaños» hasta «Pilar Alaorgía»– a que montaran un juicio paralelo desde los despachos gubernamentales, dictando sentencias exculpatorias antes incluso de que el tribunal deliberara. «Es inocente», repetían como loros en ruedas de prensa, mientras la UCO  acumulaba pruebas irrefutables. ¿Casualidad? No: era una estrategia orquestada para deslegitimar a la UCO y al Poder Judicial, esos estorbos que no se doblegan al sanchismo. Hoy, con la condena en la mano, sus señorías callan o balbucean excusas. ¡Qué vergüenza, señores ministros! Han convertido el Consejo de Ministros en un plenario de absolución preventiva, pisoteando la independencia judicial.

Y no olvidemos a los corifeos de esta tragicomedia: los medios propagandistas del sanchismo, esa jauría domesticada que ha convertido el periodismo en un panfleto subvencionado. El País, La SER, El Diario y La Sexta –el cuarteto infame– han sido los más fanáticos. Durante el juicio, sus «periodistas» se pusieron de acuerdo en un guion digno de Maduro: todos repitiendo la misma letanía exculpatoria, como si hubieran recibido el mismo guion de Moncloa. «No hay pruebas», «persecución política», «Yo tenía la información antes que el fiscal pero no puedo revelar mi fuente»… Frases idénticas, emitidas en bucle desde los platós de La Sexta, de Televisión espantosa y las ondas de la Ser. Estos no son informadores: son megáfonos pagados con cargo al erario público, dispuestos a vender su alma por una migaja de la tarta sanchista. Y detrás de ellos, los tertulianos bien pagados, esos pelotas de Sánchez que cobran fortunas por lamer botas en prime time. Todos alineados en el mismo coro. Estos charlatanes no defienden la verdad: defienden al patrón que les firma los cheques. En las redes, mientras tanto, la indignación hierve.

Esta condena, por endeble que parezca, es un recordatorio brutal: el sanchismo no es invencible. García Ortiz, ese fiscal que se creía por encima de la ley, ha caído, arrastrando con él la careta de un gobierno que ha instrumentalizado la Justicia hasta el límite. Ahora habrá que nombrar un sucesor como fiscal general, pero ¿quién querrá mancharse las manos en este lodazal? Los españoles merecemos un fiscal independiente, no un comisario político. Y mientras tanto, que los ministros y los mercenarios de la información se miren al espejo y pidan perdón. Hoy ha ganado la Justicia, aunque sea por la mínima. Poca condena nos parece, pero algo es algo.

Ya se puede ir despidiendo de la toga que tanto le gusta al prepotente García Ortiz.

(Por Laura González)

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