Se puede ser una persona buena, mala o mediopensionista. Se puede ser más o menos psicópata, listo, inteligente o rematadamente tonto. Se puede ser cualquier cosa, pero lo que ninguna persona puede disimular, nadie, son sus tics, sus complejos y sus defectos.
Y a esto llámenlo como quieran, puede ser un tic, un defecto o un complejo, nos da igual, pero ya es demasiado el tiempo que llevamos viendo y observando a Sánc-HEZ como para no darnos cuenta de lo que está haciendo y en que situación está siendo grabado, cuando está posando.
Ese momento de morritos Sánc-HEZ Zoolander que tanto hemos visto desde que llegó a la Moncloa son los momentos Sánc-HEZ publirreportaje, posando para hacer un poco de marketing personalista ante su cada vez más reducido público. Ese momento de «mire hacía allá, presidente». El momento de «necesitamos vender la moto». En ese momento, el actorazo que es Sánc-HEZ es cuando interpreta su peor papel porque es su momento menos creíble.
No puede evitar poner los morritos Zoolander de hacerse el interesante. Morritos de «after» a partir de las cinco de la mañana, o incluso el morrito de ir a hacer negocio a la sauna del suegro. Ese momento que a él más le gusta y que incluso llega a excitarle, como aquel día que posó con el mástil a todo trapo, también delante de un incendio.
Todos sabemos que a quien primero hay que querer siempre es a uno mismo, pero lo de este hombre no es normal porque él se adora, se pone a cien a sí mismo.
Pero Sánc-HEZ Zoolander tiene un problema, su tiempo de gracia se está agotando y eso él lo tiene claro ya que así lo muestra su deterioro físico y su evidente delgadez. Nos podrá poner los morros que quiera, posar como le de la gana a él o a sus asesores y amenazarnos con lo que le de la gana pero nosotros tenemos claro que la pesadilla Sánc-HEZ se va a acabar más pronto que tarde.
Y no será porque se sienta presionado por una sociedad a la que cada vez le da más igual todo. Será porque los mismos que le han colocado donde está ya han decidido prescindir de él. Ahora necesitan otro tipo de peón para seguir con su estrategia de destrucción absoluta de lo que antes se conocía como España.