Por Alfonso de la Vega
Para comprender mejor el neo marxismo woke conviene redefinir algunos conceptos sobre el significado de la Izquierda..Parafraseando a Hegel, decía Marx que «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.Un poco de memoria histórica, pero de la de verdad, nunca viene mal. En este caso de la Francia contemporánea de Marx. Luis Bonaparte se presentó como el gran líder capaz de restablecer la ley y como la persona adecuada para encargarse de la represión del proletariado. Prometió restablecer la grandeza de Francia, y mediante la explotación de su nombre, sus maniobras e intrigas, junto a los resquicios legales que permitía la Constitución de 1848, aprovechó las luchas internas en los diferentes sectores de la burguesía francesa para ir enfrentándoles unos contra los otros y a la vez conseguir más poder dentro de la maquinaria estatal. Primero como presidente de la Segunda República, y una vez acabado el término de su mandato legal, y después momento en el que habiendo descabezado el poder político y social de los diferentes sectores de la burguesía, utilizó al grupo social del lumpemproletariado para dar un golpe de Estado y hacerse con el control absoluto de la Segunda República, y posteriormente proclamar el Segundo Imperio Francés y a él mismo como el emperador Napoleón III.
Una maniobra parecida es la que viene perpetrando el falsario en España, hasta ahora con éxito aunque aún no se sabe cómo pueda acabar.
Para Marx el lumpemproletariado era una masa de desechos morales y socialmente degenerados. Así explica en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte que el lumpemproletariado estaba compuesto por «junto a arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante….».
Más allá que alguno de estos filantrópicos oficios y menesteres se hayan ido acomodando en sus mañas y nombres a los signos de los tiempos, vemos que existiría una cierta afinidad social, mental y consuetudinaria entre la chusma del lumpemproletariado y la gentuza que entonces Napoleón III, o ahora la plutocracia globalista parasitaria, suelen tenerse recíprocamente. En cierto modo la visión decimonónica de Marx no dejaría de tener un carácter profético porque una buena parte de las zurdas actuales no tienen nada que ver con el mundo del trabajo del que escapan como el gato del agua, y más bien resultan representativas del lumpen en complicidad del Gran capital multinacional y financiero. Más que la clásica lucha de clases lo que anhelan es acogerse a sagrado de una paguita y que trabaje Rita.
La definición de Marx del lumpemproletariado era rica en acepciones y ahora lo sería aún más. A veces se refería a los restos de las clases precapitalistas, otras a las clases moralmente inferiores de «criminales, vagabundos y prostitutas», ahora «sobrinas» en neolingua socialista, o bien era un término colectivo para grupos muy diferentes, pero compartía la opinión generalizada en la burguesía de que era una clase peligrosa.
Las razones también serían muy variadas: su antropología, tanto Marx como Engels hoy serían considerados racistas, o su falta de compromiso o capacidad para la lucha disciplinada. También tiene que ver con sus ideas sobre la realidad material del lumpemproletariado, sus «condiciones de vida». Eran gentes acostumbradas a que las autoridades se ocuparan de ellas de una forma u otra. Ahora, en vez de represión policial social aplicando la famosa Ley republicana española de vagos y maleantes o de crítica de sus costumbres para intentar recuperarlos para la sociedad, se las mantiene engordando la gusanera mediante paguitas, chiringuitos u otras formas de sopa boba institucionalizada, para mejor aprovechar en beneficio propio su evidente potencial de desmoralización y devastación social o como fuerzas de choque contra la justa indignación popular. Y para aumentar la deuda odiosa con el poder financiero internacional.
El mecenas amigo de Marx, el también alemán luego residente en Inglaterra Federico Engels, separaba claramente a la clase obrera del lumpemproletariado y estaba en contra de las alianzas entre ellos: “El lumpemproletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales y concentrada principalmente en las grandes ciudades, es el peor de los aliados posibles. Ese desecho es absolutamente venal y de lo más molesto.”
Las advertencias de Marx y Engels fueron aceptadas durante mucho tiempo por el movimiento obrero, hasta el auge del neomarxismo woke. En cambio, la nueva izquierda esta formada en su mayor parte por vividores y comisionistas de la revolución eternamente pendiente, gente que abominan del trabajo y sus mejores logros de promoción del mérito, la superación y la dignidad personales. Feministas de pelo en pecho, confundidos de género, resilentes presupuestarios, junto a hampones, proxenetas y sobrinas en nómina de empresa pública controlada por el socialismo bienhechor.
En la época de Marx el lumpemproletariado podía a veces dejarse arrastrar por un movimiento revolucionario o comprar por la reacción. Ahora forma parte eficaz del tinglado de impostura enmucetada de los comisionistas de la revolución servidores de los grandes amos. Pero es evidencia de razón que existe un conflicto real entre la verdadera clase trabajadora y el autónomo que se ven cada vez en peor situación agobiados por la inflación y los impuestos, y los numerosos desarrapados más o menos de diseño o invasores sin oficio ni beneficio que los parasitan de hecho. El Régimen no promociona el mérito, al revés, y al dejar el ejercicio de la delincuencia con grandes dosis de impunidad el trabajo se ve humillado, escarnecido y arruinado.
Gobiernos despóticos sin ningún tipo de escrúpulos, ni sentimiento moral o patriótico alguno, apoyados por los media prostituidos que hasta ahora vienen dando gato por liebre mientras saquean el erario o el producto de su trabajo a particulares indefensos. Tienen el mérito indudable de mantenerse en la lucrativa poltrona vicaria atropellando leyes y méritos sin que el respetable público los eche a patadas ni la Judicatura los coloque en su lugar. Durante el nefasto reinado de don Felipe los españoles más preparados huyen de España en busca de una vida mejor mientras su lugar es ocupado por el lumpen importado que se lucra con el gobierno del Frente Popular al servicio de la plutocracia. No cabe duda que esto no puede acabar bien. Una vez concluido su mandato no sabemos si como entonces Napoleón III, el déspota buscará la forma de montarse su propio segundo imperio a mayor gloria del gran capital agiotista y del sobrinazgo.