viernes, marzo 14, 2025
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Teléfono rojo, volamos hacía Moscú

Por Alfonso de la Vega

Poco después de la peligrosísima crisis de los misiles cubanos de octubre de 1962 con semejanzas con la actual de Ucrania y del posterior magnicidio de Dallas, castigo del héroe que se enfrentó no solo a Rusia sino al establecimiento económico político militar americano, aunque mucho antes de películas como Trece días (2000), allá por junio de 1964 el gran Stanley Kubrick estrenaba su escalofriante película: Doctor Strangelove (Insólito) o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba. Conocida en España con el nombre menos preciso aunque más comercial de Teléfono rojo, volamos hacia Moscú.

Otro caso, como decían en La Codorniz, de los de “Tiemble después de haber reído”. Considerada entonces como una comedia de humor negro, una exagerada sátira de política ficción, tras lo ocurrido durante más de medio siglo después y observando la penosa realidad internacional que nos ofrece el siglo XXI, debemos reconocer que de ficción, nada de nada. Más bien profecía y desde luego preocupación humanista y filantrópica por lo que le pueda pasar a la Humanidad en manos de quienes está.

¿Nos gobiernan psicópatas y o corruptos que tratan de convertirnos en idiotas, es decir, que procuran que nos despreocupemos de la cosa pública, geopolítica, bombas y arsenales militares incluidos? Parece cada día más claro que sí. ¿Qué es lo que en verdad se cuece entre bastidores, detrás del tan vistoso, manipulado, embrutecedor y narcotizante escenario “democrático” que nos muestran habitualmente los media globalistas? El caos actual, ¿es resultado del  desorden derivado de la suma aleatoria de vicios humanos: ambición, codicia, lujuria, maldad, egoísmo, fanatismo, hipocresía…o, al contrario, estaría planificado por una reducida plutocracia escondida tras diferentes sociedades secretas interrelacionadas que administran las instituciones globalistas y vacían de contenido la soberanía de los antiguos Estados nación? Es difícil saberlo. Hay que buscar en la red, con mucho tino, prudencia y criterio selectivo y aún así se obtienen pocas certezas.  Y atentos a lo que se pueda vislumbrar fuera de ella. Pero los hechos son los hechos y algunos pese a todo salen a la luz.

Si hacemos caso a algunos de los informadores ¿supuestamente? fuera del sistema, lo que se ha venido en llamar “Deep State” o estado profundo global controlado por una oligarquía omnímoda que actúa en la sombra estaría conspirando mediante diferentes instituciones sinérgicas controladas para provocar una gran conflagración mundial que hiciera eliminar a buena parte de la población “superflua” , desaparecer el dinero falso o de encaje bancario y generar nueva riqueza para la oligarquía gracias a la reconstrucción de lo que quedara del planeta.  Y les corre prisa porque la gigantesca mohatra global por mucho que los media la disimulen, tergiversen o encubran cada vez resulta más insostenible y existirían muchos terribles escándalos relativos a la plutocracia mundial a punto de emerger que sería preciso tapar: Satanismo, sacrificios humanos, pederastia, tráfico de personas, órganos, armas y drogas, abusos transnacionales, devastaciones medioambientales, manipulaciones genéticas, pandemias provocadas, dinero de encaje, macro corrupción… Para colmo, no han conseguido eliminar a Trump, o es que quizás Trump sea un plan B, de modo que la cosa bélica la financie ahora el populacho ignaro europeo y aumentemos la amenaza a Rusia con tropas europeas en la misma frontera.

Las versiones oficiales difieren por completo de este panorama y de modo menos burdo pero no menos incoherente mantienen la contaminación propagandística que muestra la película de Kubrick. Nosotros somos los buenos. Los buenos son los nuestros, hagan lo que hagan. O perpetren lo que perpetren. Nuestros piadosos democráticos dirigentes que invaden con pretextos inventados antes Vietnam, Granada o Panamá y ahora practican el genocidio de poblaciones indefensas por razones filantrópicas en Irak, Libia o Siria… o dan golpes de Estado en Rumania. Los malos siguen siendo los rusos, aunque ahora ya no so sean comunistas pero… claro es que siguen siendo… rusos. Hay más malos, malísimos, los chinos, los coreanos, los sirios, las artificiales de quita y pon de Al Qaeda o Isis o HTS.  Sin olvidar la quinta columna de gentes preocupadas por la suerte de la civilización que en Occidente están empezando a comprender lo que pasa y reniegan de que el terrible aparato militar con pretexto de falsas banderas se use en contra de poblaciones indefensas para crear el caos y la destrucción, asesinar a miles de civiles inocentes, generar migraciones masivas para desestabilizar sociedades, en fin, para cuestiones como las que anticipaba el Plan Kalergi hace ya casi un siglo.

Al inicio de la película un texto ad hoc intenta tranquilizar al espectador. Las cosas del film no pueden pasar. Y por supuesto que ninguno de los altos oficiales americanos son psicópatas, faltaría más. Pero, la amenaza existe. El 26 de setiembre de 1986 gracias a la sangre fría, inteligencia, lucidez y al cabo, bonhomía del teniente coronel ruso Stalinav Petrov se evitó una conflagración nuclear por un error de interpretación de la defensa aérea rusa que interpretó erróneamente que se había lanzado contra ella un misil balístico intercontinental. Una falsa alarma que pudiera haber resultado fatal.

Y no sólo por falsas alarmas accidentales derivadas de fallos mecánicos o humanos. Los atentados y ataques de falsa bandera se han venido utilizando históricamente para provocar el inicio de guerras. Los hipócritas americanos son auténticos especialistas en estas cuestiones como bien sabemos los españoles. 

Otro aspecto inquietante, muy bien expuesto en otro famoso film bélico, El Puente sobre el río Kwai  es el del análisis de las diferencias y a veces incoherencias entre táctica y estrategia. El entrenamiento militar cuando se pierde el sentido común y se convierte en obediencia ciega puede resultar suicida y demoledor en su devenida ciega eficacia de destrucción. Los logros tácticos pueden resultar contraproducentes cuando no desastrosos para lo objetivos últimos. Resulta hilarante la imagen del piloto gringo cabalgando la bomba, trasunto acaso de la de Abaris, el sacerdote de Apolo, montando a horcajadas una flecha de oro a fin de lograr así la perfección de los ritos para lograr la benevolencia de los dioses. Pero, también es escalofriante ver a la entusiasta Úrsula o a nuestro falsario o al pardillo decididos a robar al pueblo para dar gusto a sus amos.

Peter Sellers interpreta a tres personajes diferentes e incluso estaba previsto que lo hiciese con un cuarto lo que no pudo hacer por lesión. Un mismo rostro de los que vemos cada día, en realidad, ¿cuántos roles distintos tiene? ¿Cuál es el más importante sino el verdadero? Tampoco tranquiliza demasiado el final de la sátira de Kubrick. Cuando los dirigentes contemplan embelesados las perspectivas explicadas por el siniestro científico nazi de formar un grupo de supervivientes dentro de su casta que esperaría durante décadas a que pasase la gravedad de la radiación utilizando minas como madrigueras.

En efecto, si tuviesen razón los más alarmistas cierta reducida plutocracia mundial más o menos satanizada valoraría la posibilidad de sobrevivir en residencias subterráneas provocando una gran conflagración para instaurar un tenebroso y esclavizado NOM.

¿Cosa de locos? No, de filántropos globalistas y sus mercenarios.

 

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