miércoles, marzo 12, 2025

¿Puedes verlo?

Todos hemos oído, e incluso dicho, alguna vez, que el mundo esta gobernado por el dinero, pero no es del todo cierto, pues el dinero también tiene gobernador: el orgullo, el famoso ego, que no podemos confundir con la dignidad, pues si dignidad es lo que uno siente cuando mira sus propios ojos en el espejo, orgullo es lo que siente el que no se atreve a mirarlos, porque el orgullo es miedo.

El orgullo (que gobierna el mundo) utiliza el dinero para “expresarse”. El dinero es pues una herramienta del presuntuoso, del que se complace en exhibir su obesidad económica ante gente famélica. Eso le hace sentir orgulloso pero no digno.

El orgulloso, el egoico, el egoísta, siente la necesidad de sentirse “más” que los demás, y esa misma necesidad que siente, es la que le indica que se siente “menos” («Dime de qué presumes y te diré de qué careces» dice el refrán). Utiliza el dinero como una persona bajita utiliza tacones para elevarse. Cualquier psicólogo le diría que sufre un complejo de inferioridad de libro, si no fuera porque la mayoría de los psicólogos también lo sufren (Usan tacones parecidos). ¿Cómo podrían percibir, en otros, lo que no logran percibir en sí mismos?

El mundo está pues gobernado por trastornados pero no todo el mundo puede verlo. Si estuviera gobernado por el dinero, por la economía, no sería del todo malo, porque aún cabría cierta racionalidad. Pero el orgullo es miedo y el miedo es siempre irracional. Una persona que actúa con miedo no suele atender a razones.

La persona orgullosa hace las cosas “por cojones”, o “porque le sale del potorro”, y no se plantea si lo que hace es económico o antieconómico, si es justo o injusto, si es beneficioso o no para la sociedad; le da igual, incluso, si es beneficioso o perjudicial para sí mismo. Una persona orgullosa es capaz de quemar billetes para expresar su opulencia. (Me viene a la mente aquel empresario que se forró fabricando bombillas de bajo consumo y organizaba guerras, en las que sus palmeros se disparaban, con pistolas y fusiles de agua, que él llenaba con Dom Perignon).

En el mundo del orgullo, los que están “arriba” son los más orgullosos de todos, los más egoicos, los más egoístas, los más trastornados. Actúan igual que el fabricante de bombillas, solo que, en un nivel superior. No es extraño que tomen decisiones antieconómicas, injustas, perjudiciales para la sociedad e incluso para sí mismos. Se entretienen haciendo jugar a sus palmeros con lanzallamas pero éstos no pueden verlo porque sufren el mismo trastorno mental; y así están dispuestos a perder, incluso la vida, por defender su orgullo. Prefieren orgullo sin vida a vida sin orgullo, que es lo que prefiere la gente digna.

 

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