Debe haber algo en el aire que respiramos en España, o algo que muchos se han metido en el cuerpo de forma experimental para que en España pase lo que está pasando. Ya no se sabe si es que somos demasiado buenos, o demasiado tontos. No se sabe si tenemos demasiada paciencia, o somos unos cobardes, pero el caso es que algo raro nos pasa.
Y así nos luce el pelo. No nos respeta nadie. Ni políticos, ni funcionarios… nadie que viva del sistema tiene el más mínimo respeto por quiénes les pagan. Pero es que tampoco nos respetan ni siquiera los que vienen de fuera. Esos que vienen a pagar las pensiones de todos, ya que, como muchos matan a sus hijos antes de nacer, la pirámide poblacional cada vez va a peor.
Y de esos, de los «son sus costumbres», de los que vienen a pagarnos las pensiones va esta historia. Empresario. Dueño de un taller. Se le presenta un marroquí que busca trabajo y que está de forma ilegal en España. Al empresario le da muchísima pena. Hace lo posible y lo imposible por regularizar la situación de este hombre en España.
Después de mucho tiempo intentándolo, lo consigue y llega el agradecido nuevo empleado y deja de trabajar con él porque no le van bien los horarios. Ya saben, lo que va de maravilla son las paguitas…
Que se joda