viernes, noviembre 22, 2024
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El gran desenfreno

Mientras Sánchez se luce en Naciones Unidas defiendo la agenda 2045 y el ambiente bulle de un optimismo desenfrenado por el futuro de la humanidad, añaden puntos críticos a sus planes como la censura total, el control de pensamiento, el reseteo económico, la energía verde, la explotación monetaria y la pobreza generalizada de la población, con la excusa de expropiaciones por razones de urgencia u otras que surjan. El fin no es otro que empobrecernos hasta el aburrimiento y ver como les pedimos auxilio, porque sin sus bondades la existencia se torna imposible. Es el objetivo último de la secta 2045.

Todo ello, entretanto los cañones de guerra no cesan en Ucrania y Rusia se plantea un cambio de estrategia disuasorio que occidente no se cree, presa de su gran estupidez. Hasta el momento se han tomado esta espina bélica, con origen en 2014, como una broma porque Putin no ha respondido; se sabe que todo litigio de este tipo, cuando se encuentra bajo control produce muchos beneficios a las empresas que venden armas. Sin embargo, los hechos son bien diferentes si trasladamos la estupidez de los principios sectarios y dogmáticos de la hasta ahora llamada agenda al optimismo reinante dado que no podemos olvidar que dicho plan no tiene otro objetivo que la riqueza vaya de las clases medias a las élites, con el fin de que todos seamos iguales de pobres y dependientes, así como huérfanos ideológicamente, tras décadas de manipulaciones maliciosas y tramposas. El gran problema es que muchos han caído en sus perversas redes de mentiras y falsos sueños.

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Estos sueños son los mismos del mundo ideal que nos dibujan, miedo me da creyéndose su propia necedad y orgullo, tratando de inventarse una nueva forma de gobernar que, por un lado, nos tenga controlados como en la peor de las dictaduras y, por otros, nos ofrezcan la felicidad si es que somos dóciles como los hamsters y no decimos nada políticamente incorrecto, limitándonos a interactuar sólo lo necesario para no crear masas revolucionarias, ésas que tanto temen. Como en toda mente de un loco, la fantasía se impone y nos hace creer que ese mundo maravilloso ya es una realidad, siguiendo el modelo de la ley de atracción, aplicada desde la utopía distópica. Es tal la arrogancia de estos sujetos, cuyos nombres no deseo mencionar, que la idea de perder no les cabe en sus pequeños cerebros y el optimismo es tal que quien se lo niegue es un fascista y de extrema derecha, por lo tanto, no se toman en serio las palabras de Putin.

En su reunión de hoy ha señalado alertas que cambian el tablero de juego con las infantiles sociedades de occidente: primer ha dicho que cualquier ataque con armas no convencionales en territorio ruso con armamento de nación nuclear se considera causado no sólo por Ucrania, sino por el país que le ayude (así que sigan mandando misiles y drones a territorio ruso porque ya están más que hartos de que les tomen el pelo); segundo que este ataque, cuando pongan en peligro la soberanía del territorio ruso, puede ser respondido perfectamente con armamento nuclear y disuasorio y, tercero, que si osan destruir algún oleoducto o cable que conecta este país con el resto del mundo, siguiendo el modelo del stream 2, causado por occidentales, ellos harán lo propio con los países de la OTAN, incluyendo a los EEUU.

Y es que estos sujetos occidentales se creen con el derecho de hacer lo que les dé la gana sin que les ocurra nada, como aquél que encerró a todo un pueblo sin remordimiento, causando zozobra, enfermedad, aislamiento, pobreza y un deterioro llamativo en la salud mental y colectiva, pese a que el TC declaró que esas medidas fueron ilegales y no pasó absolutamente nada; es decir, que los derechos ajenos no valen absolutamente nada y se pasan todos los requerimientos lógicos y derechos humanos  por los cuartos de baño cuando acaban sus discursos en la asamblea de Naciones Unidas. Les importa un comino la paz, a pesar de hablarnos de ella como si fuera la panacea, les da igual la igualdad de los seres humanos, a pesar de llenarse sus bocas de esta palabra mágica, en un momento en el que se empecinan en finiquitar la operación cierre económico para seguir con el gran robo al pequeño ciudadano para que los fondos se queden en las manos de los que los crean y de sus administradores, así como los elegidos para sentirse agradecidos por salvarlos del infierno que tienen in mente para nosotros.

No les interesa lo que pase en Ucrania, ni cuánta gente muera todos los días, ni las garantías constitucionales de un estado fascista como es éste antes mencionado, tampoco si se provoca el caos, pues ellos viven precisamente del desorden como caldo de cultivo, implementando la dialéctica de Hegel, según la cual, la contraposición de los opuestos crea el nuevo elemento; es decir, el choque entre grupos que no se soportan. Necesitan del conflicto para sostenerse, de la continua mentira y provocación, dado que sus fines son completamente egoístas y, de paso corporativos; la humanidad les da exactamente igual y cuando reciben amenazas como las de Putin no se las toman en serio, considerándolas excelentes chistes de un loco.

El peligro de estar en manos de desaprensivos de tan grueso calibre, con tal nivel de ignorancia que debería de hacernos sentir vergüenza ajena por sus actitudes ridículas, la indiferencia con la que nos tratan, lo cual merecería sus expulsiones laborales y la arrogancia, cuando defienden sus locuras (muchos de ellos actúan como auténticos psicóticos narcisistas), son de tal gravedad que nos pueden llevar al desastre total y al fin de la civilización que conocemos. Absolutamente nadie se ha preguntado cómo piensa Putin y por qué, si es tan calmado como parece o se hartará de que lo tomen por idiota dado que no lo es (ha creado un régimen alrededor de su figura, como si fuera Stalin, pero sin Partido Comunista). Hay que andarse con mucho ojo con gente que puede sorprendernos de manera muy desagradable, pero eso a los líderes, especialmente los europeos, se les escapa al encontrarse en sus zonas de adulación constante, mientras deciden nuestro futuro como si fuésemos auténticos imbéciles.

Cuando la humanidad pende de un hilo, tal cual ocurre hoy en día, si quienes gobiernan actúan de ese modo y el pueblo calla, otorga y se resigna en su propia miseria, surge la pregunta de las preguntas: ¿Se darán cuenta algún día del peligro real o nos arrastrarán a su propio infierno, lleno de fuego y sufrimiento porque así sus amos lo han decidido?

Y es la estupidez, tanto como el mal, no encuentran límites conocidos.

 

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