Nadie sale del silencio igual que como entró.
No hay preguntas sin respuesta, sólo no hemos recorrido el espacio necesario para poder asimilar la información que está ahí pero no al alcance aún de nuestro entendimiento (consciencia) como caos que no podemos decodificar. Nuestro ruido interior suma además más caos al caos. El silencio es el inicio del recorrido por un vórtice energético cuyo recorrido el movimiento (tiempo) necesario para que la expansión (consciencia) tenga lugar y el caos se transforme en amor, una frecuencia que nos conecta con la creación, la del universo y la nuestra.
Por eso es que pareciera que el cielo no nos escucha, pero es que su lenguaje es el silencio, porque sabemos que la semilla plantada en la tierra sólo germina en la oscuridad y en el silencio para poder brotar a la luz compartiendo sus frutos con el mundo. Estamos llenos de dudas que nos impiden nacer, pero ellas mismas son las cerraduras que nos permitirán obtener las virtudes necesarias para florecer en consciencia cuando obtengamos nuestras llaves, cada cual tiene su camino marcado por eso es que las recetas no sirven, cada uno habrá de encontrar sus respuestas propias, sólo así tendremos certeza, la nuestra. Si alguien abre antes de tiempo el capullo, o rompe el huevo puede ocasionar que esa existencia se malogre. Cuando el maestro calla es para que el alumno hable.
En la adolescencia de la existencia pasamos por etapas que nos parecen duras y nos sentimos solos, creemos que no podremos romper el cascarón e interpretamos el silencio como indiferencia, pero es precisamente el velo que nos cubre la mirada el que nos permitirá abrir los ojos a la realidad cuando estemos preparados para correrlo, de nuestra inconsciencia nace la necesidad de la consciencia, porque la creación así lo dispuso, ella cree en ti porque ella te creó. El dolor como el desequilibrio muchas veces surge por no escuchar y sólo hablar, el silencio nos permite prestar atención y dar la respuesta justa y necesaria.
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