La carta

Estimado señor, presidente. Ya va por su tercera carta y esta última va a dirigida al juez que le pide declaración como testigo. Podemos entender que los tenga de corbata en estos momentos tan duros para usted, un hombre enamorado que no sólo sufre por lo que le ocurre a su esposa, sino por lo que le puede pasar. Sólo de imaginar ver entrar al juez Peinado en el Palacio de la Moncloa, supongo, tendrá pesadillas y estará de los nervios, al igual que lo están los españoles de a pie que nos hemos visto en problemas de los juzgados; así que, Señor presidente, bienvenido a la realidad que vivimos los ciudadanos de a pie. Recuerde que, por si acaso, es usted de carne y hueso, lo cual no le hace superior a mi persona ni a los restantes ciudadanos que juzga de manera continua en su mente retorcida.

Dice la biblia, por si nunca la ha leído, que “la verdad os hará libres”, la verdad, ésa que hay que averiguar por razones obvias. No se puede permitir que el poder y el estado esté en manos de personas inmaduras e infantiles, dado que, tendrá que entender, que los españoles tienen muchísimos problemas y no estamos para más shows que, vamos a ver, nos producen vergüenza ajena. Vamos, que decir que es usted nuestro presi progre va a dar la imagen de España como república bananera subdesarrollada cual satélite de Marruecos.

Lo suyo no es ya un síndrome de evitación de problemas, los cuales usted no resuelve porque es un inconsciente. Porque, lo más peligroso, es que usted se cree sus cuentos. No sé quién le ha dicho que está por encima de los humanos (supongo que su amiga Madeleine Allbright, Klaus Schwab, George Soros o Bill Gates, los cuales recibe en su palacio con gran auto bombo, ah, y Hilary Clinton…), pero le han tomado el pelo de una manera tal que, no sé si ellos están fuera de toda realidad, o si bien, le han engañado de manera descarada. Le aconsejo que se aleje de ese tipo de amistades pues, además de ser mentirosas y cosas mucho peores, no conducen a buen término. Supongo, del mismo modo, que se creyó  el cuento, le vieron completamente ingenuo y, como entenderá, necesitamos un presidente listo e inteligente porque para inmaduros ya tenemos a nuestros hijos.

Llama la atención, del mismo modo, como en la carta argumenta que defiende la democracia y que respeta la justicia, vamos, que los derechos de los españoles no se ven acosados ni atacados por su política, acorde, todo hay que decirlo, con la agenda 2030, y que no respeta a esos jueces que en su mente son de la máquina del fango, que, injustamente, expulsan rumores muy malos sobre usted, su gobierno y, eso le duele,  y  de su partido. Pero no me engaña, lleva desde 2020 pisando la democracia como un elefante en una cacharrería y los comentarios de los jueces y abogados rebeldes no son precisamente respetuosos con el cumplimiento de las normas procesales, según su excelso criterio.

Será por eso que tiene tanta prisa para regular los pseudomedios digitales y otros investigadores, que desea imponernos la censura. Es decir, que la política gira en torno a su persona, dependiendo de si ésta le beneficia o no, sin importar las consecuencias que tiene para el resto de las personas. Según los psicólogos y psiquiatras ello es un signo de psicopatía, cuyo síntoma es falta de empatía y de sensibilidad, al tiempo que desarrolla la manía de mentir a cada rato y emplear a todos y a todas para sus fines personales, en un perfil de narcisista encantador que, tras demostrar su sonrisa, muestra su verdadero rostro: aquel del que no soporta no sólo perder, sino aceptar que le digan las cuatro verdades en su cara. Para su información esto no es un diagnóstico, dado que para hacérselo sería necesario tenerlo delante, observar su comportamiento no verbal y aplicarle un test en el que se puede saber si tiene algún trastorno psiquiátrico de personalidad. Muchos profesionales lo sospechamos, pero, como no tenemos las pruebas, digamos que esta interpretación de su personalidad es presunta….

Y es que, al hilo de lo anterior, se observan rastros de conducta más que preocupantes: por ejemplo, ese capricho presidencial de salirse siempre con la suya, saltarse todas las reglas, mentir de manera descarada, decirnos hoy una cosa y luego otra, dependiendo de sus urgencias personales. ¿Y sabe usted de qué franja etaria son propios estos comportamientos? Obviamente no de personas adultas, maduras ni responsables, sino de sujetos inmaduros y, diría yo, que incluso infantiles hasta el hartazgo, de sujetos que tienen que salirse con la suya a toda costa y al precio que se sea, ocasionando el daño que sea necesario y sin importar el reguero de víctimas que deje por el camino. Aún recuerdo sus efusivas declaraciones diciendo aquello de que “la libertad es vacunar, vacunar y vacunar”, todo ello porque recibía órdenes, obviamente. Se observa que sus caprichos no son propios, sino de quienes le dan orden de ejecución, asumiendo dichos retos como propios y consustanciales a lo que considera que es su dignidad. El problema reside en que todos tenemos la nuestra, lo cual a usted no le importa, hasta el punto de que, permítame una expresión coloquial, se ríe descaradamente de nosotros. 

A todo ello, no se olvide de que el mundo gira, aunque usted no quiera, que la gente piensa por sí misma, aunque a usted no le guste, y que existe una libertad de pensamiento y, por qué no decirlo y aunque sea un signo de muy baja vibración, odiar y detestar puede ser al menos en parte justificable, lo cual yo no hago pues son sentimientos que no puedo guardar contra nadie, y menos contra un ignorante de sí mismo, como es usted.

Así que, sea responsable y declare convenientemente el próximo día 30 ante el juez Peinado para que se sepa toda la verdad sobre sus finanzas familiares, ya que los escándalos, si los hubiere, son el reflejo de cómo lleva su casa, su gobierno y su nación y he recordarle que los españoles no estamos ni para muchos chistes, chascarrillos infantiles y actitudes tan cercanas a esa ultraderecha que le hace vomitar de esa forma…

Cordiales saludos,

ÁNGEL NÚÑEZ.

POST DATA: Recuerde, señor presidente, que el hábito no hace al monje.