lunes, julio 7, 2025

La masonocracia

Desde que en el 2020 se dio paso para la comedia del covid y el primer experimento para comenzar a reducir la población mundial, ya estaba claro el objetivo de las élites de la luciferina masonería internacional. Parece ser que el modelo de sociedad que había no les gustaba mucho dado que la gente decidía con libertad y de forma autónoma al estado, el cual estaba viendo el momento exacto en el que cumplir las órdenes de sus criminales amos y desarrollarlo paso a paso, sigilo tras sigilo, como el asesinato que estudia bien a su víctima para conocerla y después actúa de manera sigilosa para ir haciendo su plan de manera muy estudiada y planificada hasta matarlo en silencio.

El estado es un agente de la muerte y actúa bajo principios completamente terroristas, no le importa la vida de sus ciudadanos y quisiera ver a muchos de ellos muertos, pero que muy bien muertos. El fin de la masocracia es crear la sociedad demoniaca donde predominan los siguientes valores: la esclavitud en la que el ciudadano depende y es dependiente del estado, lo cual ya se está consiguiendo mediante la destrucción del tejido productivo y el sometimiento a las ayudas públicas que mantienen a la víctima con vida de momento; otro es el sometimiento mental a través de la ingeniería de masas, el uso de técnicas electromagnéticas dirigidas a nuestras neuronas para crear una sociedad  marcadamente zombi, a modo de preparación de lo que le viene a la población que no quiere abrir los ojos, el uso de miedo, del control social, del castigo estatal en forma de censura, denuncias al disidente y otras medidas para tenernos muy calladitos, sin descartar modos de silenciamiento en redes sociales cuando alguien es demasiado peligroso y habla lo que no debe, de acuerdo con las ideas esquizofrénicas de los dictadores que actúan sin sentido común, lo cual los convierte en seres peligrosos si siente que se ven entre las cuerdas; el tercer objetivo es el saqueo sin límite al estado mediante la corrupción, el robo y la destrucción de sus instituciones públicas, siendo el objetivo que el ciudadano no tenga a donde pedir ayuda, de modo que quede abandonado en su suerte y acabe muriendo en la cuneta de la ignominia; aquéllos que dirigen este plan saben emplear bien estas armas, demostrando su chulería de y desfachatez porque, muerta la justicia, dejándola inoperativa, los criminales actúan a sus anchas, aunque hayan sido descubierto. Da exactamente igual, ya que si ésta actúa lo hace con una lentitud exasperante, la sociedad puede ir informándose de que está en manos de verdugos criminales y ladrones sin escrúpulos que actúan como una auténtica mafia, pero ellos saben que desarmando a la sociedad, dejando a los valientes que protestan sin recursos de lucha y de resistencia, siendo los ciudadanos confundidos al utilizar los modos que permiten las mismas leyes que aprueban los criminales; de este modo, no sirven ni manifestaciones, ni protestas masivas  ni nada de nada. El estado ya retiró las armas al ciudadano hace mucho tiempo porque lo que tiene en mente es otro modelo de sociedad que vamos a explicar.

La voluntad de Satanás ha de impregnarse en la voluntad del individuo, en el marco de una sociedad destruida, sin esperanza de ningún tipo. Sólo queda seguir las reglas que nos ordena Lucifer, sobrevivir aunque sea matando al otro, del mismo que el estado hace con nosotros en este periodo de transición que tanto les está costando, pues parece ser que ciertos valores cristianos se resisten a desaparecer y todo apunta que, si no consiguen su objetivo, comenzarán por crear el caos, la introducción de grupos criminales en la sociedad que rompan con la ya frágil convivencia, como es el es caso de los marroquíes y musulmanes que son protegidos por la policía, muy bien aleccionada por cierto para que los delincuentes de estos países se salgan de rositas, del mismo modo que ocurre con los miembros del gobierno que, a pesar de estar de mierda hasta el cuello, siguen encubriéndose cuando cae uno de ellos, al estilo de la hermandad masónica ya reconocida en las constituciones de esta secta demoníaca de 1725. El objetivo es que la gente tenga mucho miedo, no se sienta segura y entre en estado de indefensión aprendida, para que los criminales sigan con sus planes ocultos sin remedio y sin que nadie les pare los pies, mientras van destrozando los mecanismos que los podrían llevar a la cárcel durante siglos y siglos, tal como merecen. Algo ocurre con muchos inmigrantes ilegales, que pueden delinquir a la carta, defendidos por la mafiosas y falsas ideologías de la izquierda, mientras acumulan antecedentes que, en realidad son méritos para las élites de la masonocracia, piezas indispensables para el plan ilusorio de la sociedad demoníaca.

Cuando el criminal ha perdido el juicio, se puede considerar un psicótico en toda regla y cree que su ideal es realizable, tratará por todos los medios de conseguirlo. No verá obstáculos ni resistencias, a los cuales dará un valor mínimo, de modo que llegará a cargarse la sociedad, matará a millones de seres humanos si es necesario, actuando con fanatismo desmedido. Esta clase de locos no atiende a razones, no escucha ni quiere hacerlo y sólo es posible resolver el problema llevándolos a su extinción y desaparición de la faz de la tierra, como las cucarachas o los insectos que más asco pueden dar. No caben armas suaves, hay que ir a la yugular, meterlos en guetos y hacerlos desaparecer poco a poco porque no merecen vivir ni saben lo que es la dignidad humana.

La masonocracia es el régimen político de España, un régimen criminal, asesino, genocida que merece desaparecer de nuestras vidas y son los ciudadanos los que han de desarrollar las armas para erradicarla como la mala hierba, de raíz.

Son ellos o nosotros, es el amor y la armonía o nuestra muerte, la que predica la ideología de los partidos que la defienden. No hay otra solución.

 

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