viernes, enero 17, 2025
InicioOpiniónColaboradoresRealidades increíbles sobre fibras extrañas en nuestros cuerpos, nanotubos y otros inventos...

Realidades increíbles sobre fibras extrañas en nuestros cuerpos, nanotubos y otros inventos diabólicos para destruir a la humanidad

Si hablar de chemtrails, fumigaciones con tóxicos y otros ataques de la geoingeniería aún sigue pareciendo delirante para una buena parte de la población, a pesar de haber sido tema de noticia en los telediarios de las principales cadenas, el punto que abordamos ahora bien podría ser un argumento de película de ciencia ficción. De hecho, cuando escribimos sobre ello, hace unos años, como capítulo del libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, que Salvador Freixedo y yo publicamos, finalmente, en 2017, con gran éxito, por cierto, dudamos mucho si incluir este síndrome tan inquietante, increíble e incluso repulsivo. Lo incorporamos a última hora cuando corregíamos las galeradas al conocer de primera mano dos testimonios de personas, de las que no podíamos dudar. Sin embargo, advertíamos al lector impresionable, tendente a la hipocondría y al insomnio que interrumpiese la lectura y abordase algún tema menos escabroso y desestabilizador.

Estamos hablando del llamado «síndrome de morgellón», definido como un conjunto de síntomas que, al parecer, padecemos todos, pero que solo se manifiesta en algunas personas. Se caracteriza este síndrome por la presencia en el organismo de hebras o fibras de origen desconocido, y heridas en la piel que cicatrizan muy lentamente. Lo realmente alarmante es que, según un buen número de denuncias efectuadas, sobre todo por campesinos que trabajan a cielo abierto y son las principales víctimas de estas fumigaciones, los aviones que producen los chemtrails, aparte de fumigar aerosoles, dejan caer extrañas «fibras», especie de hilos y madejas, cuya finalidad se ignora. Se ha comprobado que algunas de estas fibras, cuando tocan la piel, parece que se enquistan y pasan al interior del cuerpo, donde se multiplican y se alimentan del hierro y el oxígeno de nuestra sangre.

Hace tiempo que se habla de los morgellones e incluso hay teorías negando la existencia de estas fibras, atribuyendo el hecho a una mera patología mental. Que exista el trastorno mental no es óbice para negar la existencia de estas fibras, de las que algunas personas han sido víctimas. Nos inclinamos a pensar que el desequilibrio mental es la consecuencia del hecho traumático que supone esta extraña circunstancia.

Según los estudios al respecto, estas hebras se encuentran en todo nuestro cuerpo: sangre, encías, orina y aparato digestivo. Desde el 2008 se ha puesto en práctica un método muy sencillo, que se ha hecho muy popular –ojo a los hipocondríacos y aprensivos, repetimos– para descubrir si la persona tiene estas fibras en su cuerpo. Consiste en hacer enjuagues bucales durante cinco minutos con una mezcla de 2/3 de vino tinto y 1/3 de peróxido de hidrógeno.

Quienes viven de espaldas a cuanta cosa ilógica y extraña está ocurriendo en nuestro loco mundo tecnificado en su carrera hacia el transhumanismo, confiados además en la bondad y protección del Papá Estado, lo tienen muy claro: esto no existe, son paranoias, no pasa nada.

Para algunos investigadores, estas fibras semejantes a telarañas, son los polímeros artificiales –de los que hemos hablado en escritos anteriores–, que aparecen en algunas de las patentes de modificación climática. Grave en sí el supuesto, pero juego de niños si nos atenemos a la tesis de Clifford E. Carnicom, según la cual estas fibras, similares a las que aparecen en el aire cuando los aviones fumigan, son «seres vivos artificiales que están invadiendo nuestros organismos». Dicho así puede incluso suscitar una carcajada. Sin embargo, es la conclusión tras varias investigaciones que se vienen haciendo desde hace años y que arrojan evidencias muy concretas.

De manera más completa y escalofriante lo define Jeff  Rense (www.rense.com) en un artículo de abril de 2007 publicado en su portal, del que se hace eco la investigadora Sofia Smallstorm: «Una invasión de los tejidos humanos a través de una nanotecnología transmisible que adopta la forma de nanotubos, nanocables, nanomatrices con sensores y otras configuraciones, todas ellas autoensamblables y autorreproducibles, algunas de las cuales contienen ADN y ARN modificados genéticamente y empalmados» [1].

No es nuestra intención pormenorizar demasiado en este momento, pero no podemos evitar la tentación de dar algunos datos curiosos sobre las investigaciones de Carnicom. Por ejemplo, en los cultivos de muestras de tejido de encías de personas que padecen «síndrome de morgellón» –al parecer, todos lo padecemos en algún grado– se encuentran «las mismas células sanguíneas deshidratadas que halló en sus muestras tomadas al aire libre». Cuando realizó los cultivos, observó los filamentos y los glóbulos rojos.

«Entonces vio cómo los hematíes rodeaban a las fibras. Algunas de ellas estaban segmentadas y parecían contener eritrocitos. ¿Acaso las fibras estaban produciendo glóbulos rojos? Recordemos que nuestros hematíes se originan en nuestra médula ósea… Luego, ¿cómo es que estas fibras son capaces de producir glóbulos rojos fuera del cuerpo humano? ¿Dónde están las reglas de la biología en todo esto? El hecho de que podamos observar cómo aparecen glóbulos rojos en una placa de Petri, fuera del cuerpo humano, es verdaderamente excepcional, e indica la existencia de una ciencia muy avanzada. ¿Qué relación existe entre las fibras y las células sanguíneas que se alinean a su alrededor?».

Y en otro lugar añade: «Estas nanomáquinas se desarrollan bien en medios alcalinos y obtienen energía a partir de la energía bioeléctrica del organismo y de otras fuentes no identificadas. Existen indicios de que estas minúsculas máquinas poseen sus propias baterías internas. También es posible que sean capaces de recibir señales e información específicas, por medio de microondas, campos electromagnéticos y ondas de frecuencia extremadamente baja sintonizadas. No se sabe cuál es su objetivo».

¿De qué estamos hablando? ¿Exageración? ¿Teoría conspiranoicamente loca? Sin duda, algo grave está pasando, aunque no sepamos bien qué.

Algunos afectados han visto salir insectos de sus morgellones y se han asustado al pensar que su cuerpo estaba invadido de libélulas. La explicación oficialista es que los insectos son atraídos a través de las ondas o las feromonas hacia la sustancia viscosa, ponen sus huevos en ella «y se transforman en vectores, transportándola». Sin embargo, muchos afectados nunca han visto insectos alrededor de sus heridas.

También hay que decir que cuando estas personas acuden a su médico, no suelen recibir demasiado apoyo. Aparte de mostrar escepticismo, se los suele despachar con una pomada tópica para la dermatitis y la advertencia de que no se rasquen.

¿Qué hacer ante un problema de este calibre? Lo primero, no tener miedo y no pensar que estamos derrotados o invadidos. Adoptar –a pesar de todo– una actitud positiva; informarse a fondo de lo que está ocurriendo, y desconfiar del sistema. Hay que pensar que esta suerte de maquiaveladas no es cosa de las hermanitas de la caridad. Estamos ante gente realmente peligrosa. Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones y lo repetiremos cuantas veces sea necesario. Estamos ante un tipo de tecnología no humana; una tecnología que se está empleando para destruir a la humanidad, para frenar su evolución, para que sea más rebaño que nunca. Y para luchar contra esto sí tenemos la fórmula, una fórmula magistral: elevando el nivel de conciencia; subiendo la vibración; siendo mejores personas, amando al prójimo y practicando el AMOR universal por encima de todo. Esta actitud de amor es la mejor arma para defendernos de todos los enemigos, humanos y extrahumanos. Con o sin fibras autoensamblables.

NOTAS:

  1. Cuatro años después de escrito este texto, en el 2021, se descubrió que las vacunas y los anestésicos contenían elementos extraños, entre ellos, grafeno. Recordemos que los campos electromagnéticos actúan sobre el grafeno multiplicando la radiación por mil, propiciando además el ensamblaje de ciertas partículas y elementos extraños que no deberían estar ahí. 

(Datos del libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, Salvador Freixedo y Magdalena del Amo, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2017).

 

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
Artículo relacionados

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Entradas recientes