jueves, enero 30, 2025
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España limita con Groenlandia

Por Alfonso de la Vega

Mientras el mundo parece expectante y algo convulso por la llegada de Trump y la revolución conservadora que quizás pudiera originar, en el reino filipino seguimos entretenidos a lo nuestro, haciendo atrevidos aunque inútiles chistes estupefacientes sobre el falsario o distrayéndonos con los enjuagues del pertinaz socialismo. O bien, hay un público para cada cosa, con las intrépidas heroicas aventuras de la bachillera catedrática en la Universidad Begoñense de Madrid. O las oceánicas de la esforzada heredera que mantiene a la prensa del higadillo en un vilo. Para mayor entretenimiento el déspota ha tomado a pensionistas como rehenes con una subida de quita y pon.

Pero como decía por ahí fuera se mantiene la expectación sobre lo que pueda hacer o no el nuevo presidente de EEUU, de modo que, mientras nos dejen, cada quien tiene derecho a pensar y dar su opinión a riesgo de meter sonadamente la pata de aficionado en estas tan abstrusas pero importantes cuestiones. Una de ellas a la que ya me he referido en otro momento es la del lebensraum o espacio vital del III Reich que ahora desea Trump para su «América primero». Para algunos en una extravagancia, una forma de distracción del personal por si otras promesas fallasen.  No está claro que pueda anexionarse Canadá, lo de Groenlandia es menos difícil y lo del canal de Panamá  pudiera ser coser y cantar como ya ocurriera hace unos años con la invasión y secuestro de Noriega. Ahora bien creo que el asunto no es una ocurrencia.

Una estrategia general de EE UU desde el final de la Segunda Guerra mundial consiste en el control de los llamados “rimlands”, las costas europeas y asiáticas limítrofes con el bloque central euroasiático. La Teoría del Rimland es una teoría geopolítica propuesta por Spykman, de la Universidad de Yale, en 1942. Sostiene que las áreas costeras (o «rimland») son más importantes geopolíticamente que las áreas interiores (o «heartland»). Cuestión especialmente de moda entre 1968 y 1972 (año en que se forjó una alianza entre Pekín y Washington tras las negociaciones diplomáticas de Kissinger). Durante la Guerra Fría, los Estados Unidos adoptaron una política de contención contra la Unión Soviética, que implicaba el control del rimland para evitar que la URSS expandiera su influencia en todo el mundo. Esto llevó a los Estados Unidos a establecer bases militares a su largo y a apoyar a los países que controlaban parte de él, sin olvidar otras «actuaciones» si fuese menester.

Y es que en esa época había más soberanía de cada país o los políticos eran distintos. No funcionaba ni la granja escuela ni la ganadería de Davos con sus actuales títeres colaboracionistas o aspirantes a serlo.  Y si no, la política de bloqueo de infraestructuras energéticas o de corredores comerciales transcontinentales. Se está comprobando en la guerra en Ucrania con la destrucción de gasoductos en lo que parece un buen ejemplo del conflicto Hertland / Rimland  o con la crisis de Gaza que para algunos responde a otra falsa bandera que pretende evitar, entre otras cuestiones, además de la formación de un Estado palestino, la conclusión del corredor chino hasta el Mediterráneo.

En este orden de cosas la idea del lebensraum de Trump parece querer extender o priorizar el actual rimland al Norte, en la zona circumpolar ártica.  Las nuevas visiones geopolíticas pueden dejar obsoletas ciertas concepciones clásicas. Estamos acostumbrados a contemplar atlas o mapas estelares de observación del firmamento de frente pero desde arriba desde el propio círculo circumpolar la geografía con la disposición continental parece muy diferente. Si EEUU controlase también Canadá y Groenlandia el Ártico quedaría como un escenario común solo con Rusia.  La importancia del rimland actual en el sur de Europa o la ribera mediterránea disminuiría y con ella la de la propia OTAN y su brazo de deterioro y sometimiento de las naciones europeas, la UE. Pero esta situación puede cambiar si el mantenimiento de la actual OTAN dejase de ser una prioridad americana. O bien que una posible derrota frente a Rusia habilitase un plan B. Liquidado a buen precio el armamento obsoleto almacenado, puede ser cosa de acometer otros escenarios.

La propaganda oficial quiere hacernos creer que la derrota de Ucrania sería también la derrota de España y Europa. Pero, desde una perspectiva geopolítica a medio o largo plazo, la cosa más bien pudiera ser que fuese al revés. Rusia que forma parte de Europa no tiene porqué ser enemigo irreconciliable de la Europa occidental aunque así lo pretenda el poder globalitario anglo-judío. Europa sería un espacio periférico en decadencia dentro del dominio mundial. La guerra de Ucrania junto a las políticas comunistoides woke la están debilitando hasta extremos inconcebibles. Otro buen ejemplo reciente sobre lo de mantener la dependencia europea es el sabotaje del gasoducto Nord Stream por parte de Washington para cortar los vínculos energéticos y geopolíticos entre Alemania, la UE y Rusia. En vez de la promoción de un comercio beneficioso para ambas partes entre la UE y Rusia, EEUU impondría sus propias prioridades geopolíticas, geoestratégicas, energéticas, económicas y culturales.

Y el actual menguante reino de España, la periferia de la periferia europea, seguirá sometido al chantaje de las invasiones africanas y al sabotaje de su economía.  Nos encontramos hoy en otro fin de ciclo, ante otra encrucijada histórica en la que no sólo está en juego la naturaleza  de la politeia u organización político constitucional sino la propia existencia de nuestra nación. Unos momentos históricos apasionantes en lo intelectual, pero especialmente inquietantes y muy sensibles a cualquier cisne negro.

La aventura norteamericana en el Ártico pudiera abrir alguna oportunidad estratégica para España. Ahora bien, la geoestrategia española si tuviésemos algo de soberanía debiera dirigirse preferentemente a la Hispanidad. Ya sé, que todo esto parece ciencia ficción debido al entreguismo suicida de nuestra actual clase política, tuerta de ambos ojos e incapaz de saber nadar y guardar la ropa. Nuestros políticos se encuentran enfrascados en escaramuzas olvidando definir estrategias de Estado en beneficio de los españoles. En este desorden de cosas llama la atención hoy la imprudente posición de la Corona. Pese a su naturaleza de institución permanente más allá de los partidos y facciones que debiera pensar en el medio y largo plazo, muestra una dependencia lamentable de intereses mudables ajenos a los perennes españoles, que son los que necesitaría defender por su misma propia legítima supervivencia. 

 

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