Por Alfonso de la Vega
¡Ahora es tu turno!
¡Vamos, vamos!
¡Toreador, en guardia, Toreador, Toreador!
Crónica de la penúltima corrida de Feria
La afición no escarmienta: siempre que por estas fechas tan señaladas aparece Curro en los carteles de la ninguneada fiesta nacional, se anima, se envalentona, incluso se enardecen los más fanáticos, esperando que se consume la esperada faena del siglo, tras la tan lisonjeada de hace unas temporadas cuando la monumental catalana, pero luego viene la inevitable y contundente desilusión. Otro año será.
El caso es que el veterano diestro casi siempre defrauda, muestra mucho miedo, amaga pero no da, no lo supera porque los rojos del peligroso y descontentadizo tendido 7 o similarestán ahí con la guillotina preparada. Y ni siquiera cabe contar ya con la condescendencia cómplice de la presidencia, completamente vendida a las mafias que medran y proliferan robando a todo el mundo sin olvidar al populacho más obtuso o desavisado que las apoya.
Capotazo tapándose por aquí, capotazo por allá, a veces suena la flauta y se luce con una artística media desmayada. Pero luego pico de la muleta sin dejarse ver, no vaya ser que el traicionero bicho haga hilo y le mande al hule. Faena de purito aliño y a la hora de entrar a matar la cosa aún peor: metisaca, media desprendida perpendicular, hasta que el bicho se acuesta aburrido, resignado o solidario y misión cumplida. Vengan días y vengan ollas…
Amago de bronca con división de opiniones, unos en su padre y otros en su madre, pero pronto acallada por los más cortesanos o alabanciosos y la prensa adicta o ensobrada.
El espectáculo más emocionante está fuera del ruedo, pero el río no baja teñido de oro como pretendía García Lorca, ni menos Antoñito el Camborio ha sido detenido ni por Guardia civil caminera ni de ningún otro cuartel que le llevase codo con codo.
Amenaza con hacer una fuente de sangre con cinco chorros y nuestras heroicas autoridades buscan el burladero protector donde ya no cabe otro espantadizo más.
Moraleja:
“Verde que te quiero verde.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
El juez, con guardia civil,
Por los olivares viene.
Pero yo ya no soy yo,
Ni mi casa es ya mi casa.”