miércoles, junio 26, 2024
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Las dos ciudades

La justicia, representada como una balanza y los ojos vendados, se describe como una mujer ciega que necesita la guía de un perro o de alguien que le ayude a cruzar una selva llena de fieras salvajes. Depende pues de la intención del buen samaritano, si es alguien con buena fe, se hizo lo correcto, siguiendo principios morales superiores, si no, si es una persona que desea utilizar dichas normas procesales, civiles, penales, administrativas, o del tipo que sea, en su propio beneficio, el resultado será una sentencia injusta e incluso invertida, a pesar de cumplir todos los protocolos legales que, lamentablemente con la práctica, se acaban convirtiendo en simples máscaras de profesionales del ramo.

He aquí el problema del arma que utiliza el estado contra los ciudadanos para regular sus conductas a su conveniencia, incluso de manera torticera y retorcida, empleando términos que la gente no comprende. El problema del derecho es que es demasiado complicado, hecho así a posta para los que aplican e interpretan tengan todas las claves, como ocurre en las sectas secretas, que haberlas, sí las hay. Es lo que me desilusionó a la hora de decidir dejar esa carrera cuando estaba en cuarto año y comenzar de cero mi verdadera pasión: la psicología, mucho más interesante, profunda y útil a los demás.

Del mismo modo que San Agustín nos habla en su obra “las dos ciudades” de dos lugares, el de Dios y el de los hombres, igual existen dos justicias: una de los seres humanos, con todas sus mezquindades, miedos, miserias morales y odios sin control, pero con algunos aciertos, y la del plano superior, aquella a la que muchas personas no llegan por su conocimiento, que se alejan de la ética más elemental. Es importante diferenciar estos dos planos pues crea otros dos que son realmente peligrosos.  No es sólo  el derecho natural, aquél que tenemos todos por ser seres vivos, no exentos de reglas básicas de comportamiento como no hacer  daño a los demás y respetarnos a nosotros mismos, frente al derecho positivo, el cual invade nuestra privacidad y nos erradica derechos de manera caprichosa (para ser considerado soberano hay que ser una persona de bien, con alto sentido de la responsabilidad y capaz de gobernarse a sí misma, al contrario de lo que predica la filosofía de la masa, la cual nos considera inútiles y peligrosos incluso para nosotros mismos), sino de la división entre derechos y deberes, hasta tal grado que se distribuyen en grupos distintos, dependiendo de su sexo, edad, condición económica, raza y otros muchos factores ideológicos, muchos de ellos establecidos por la agenda 2030.

En este sentido, nos encontramos con una separación tan brutal que la misma presunción de inocencia desaparece por completo para grupos de población completos. Por ejemplo, sin ir más lejos, en el caso de la guerra de sexos, propuesta por el feminismo, se impone el principio famoso que dice “hermana, yo sí te creo”, mientras todo el peso de la ley recae sobre el varón heterosexual, el cual, en no pocos casos es considerado culpable de un supuesto delito que ni tan siquiera se ha investigado y que ha de demostrar su inocencia, mediante pruebas fehacientes. Si no las hubiere se cree a la parte que se considera falsamente vulnerable, la que tiene los derechos, frente a quien les destinan todas las obligaciones, dando igual si las puede cumplir o no. Materias como el maltrato psicológico, la ley del sí es sí y otras parecidas son muestras de como se cree perfectamente a una mujer, a una adolescente, se observa como se da curso a la denuncia de manera automática, mientras que si quien parte la iniciativa es un varón, lo más probable es que no le hagan caso y que requiera presentar pruebas al juzgado, lo cual no se les pide a las mujeres.  Reflejo de ello es que más del 80 por ciento de las denuncias por malos tratos de féminas resultan archivadas, sin que se considere que es una injuria y una calumnia y sin que la persona afectada pueda ejercer acción penal por injurias, como sería lo lógico. Otro buen ejemplo es la ley de amnistía, aprobada por el congreso para que Sánchez siga en su trono y no afecten a su familia (esposa o hermano), según la cual existe una gracia para dejar sin delitos a quienes los han cometido, mientras otros respondemos religiosamente de nuestros actos con una dureza excesiva e injustificada, que ha sido incluso refrendada por su misma Majestad, en un acto de puro protocolo, todo un signo de que estamos dónde estamos.

Lo peligroso de ello es que no se queda en este terreno, sino en cuantos están siendo dominados por la cultura wok de la nuevamente nombrada agenda 2030, la cual se cuela en las fiscalías y en los secretarios de juzgados, incluso en jueces, muy bien adoctrinados, que aplican estos principios a rajatabla porque además aparecen en las normas legales especiales para estos casos. La existencia de juzgados para hombres recuerda a aquellos tiempos en los que se juzgaba a los judíos en la Alemania nazi o a los disidentes del régimen comunista de Stalin, en un tribunal superior en Moscú donde este dictador sanguinario condenaba a muerte a quien le diese en gana, mientras para sus barbaridades  y delitos no había tribunal posible porque las leyes, decretas por estos dictadores fascistas (de izquierdas o de derecha, da igual el signo), así lo establecieron en las mismas leyes que firmaron.

Vemos entonces que existe una barrera entre dos justicias, la clasificación más peligrosa, relacionada con esa separación entre derechos y deberes que antes señalaba: hay una minoría que tiene todos los privilegios y una mayoría que los paga y los sostiene con el dolor de su frente, como esclavos, sin importar si pueden o no hacerlo ni la limitación de su capacidad para ello, según las circunstancias. Entre los privilegiados tenemos a altos cargos públicos, empresarios de elevadísimos vuelos, políticos de renombre, tontos útiles a su servicio y otros seres nada apreciables; entre los afectados están los que no están a su nivel y son discriminados de manera descarada por su inferior condición. Muchos del primer grupo nunca, recuerda, nunca son castigados por sus crímenes (Bill Gates, George Soros, Hilary Clinton, Macron, Sánchez, testaferros de los Rockefeller o los Rothschild y sus muchísimos protegidos, así como los nuevos vulnerables, como menores de edad, mujeres, gays, miembros del grupo LGTBIQ+, personas de otras razas que no sean blancas, así como animales y, un largo etcétera que incluye hasta las mismas ratas, según la ley animal); los demás somos del segundo y nos toca cumplir la ley, una norma para nada democrática pues no es igual para todos. 

Lo grave de lo últimamente anotado es que los regímenes que sostienen esa lógica son dudosamente democráticos y muy tendentes a estados puramente dictatoriales, no en el sentido que nos han enseñado al viejo estilo Pinochet o de Xi Ming, casos extremos pero muy similares en sus metodologías políticas, sino en el modus faciendi de sus gestiones públicas, aunque haya que emplear para ello la mentira, el engaño, la coacción, el miedo y la amenaza, desde el aviso desde lejos hasta en persona, siguiendo el absurdo descrito en novelas como “El proceso” de Kafka, nada lejos de la realidad, e incluso diría que ésta supera la fantasía descrita por este maravilloso escritor del siglo XX.

Y es que éste es aspecto básico en lo jurídico de la agenda 2030, una justicia desigual e inexistente, caprichosa, que se somete a las órdenes de ONGs que son pagadas por la ONU, la UNESCO y otras mal llamada instituciones internacionales, que en realidad son privadas, compradas por empresas como Blackrock y Vanguard, y que cumplen órdenes como fieles sicarios de sus amos.  Sirve entonces como justificación la mera sospecha, la mera palabra de alguien lanza un bulo, lleno de fango contra alguien. En ese sentido, la justicia española es un coladero de muchas denuncias falsas, que no sólo provocan muchos dolores de cabeza, problemas psico-emocionales inútiles, sino que incluso destrozan vidas de manera arbitraria, en función de si toca un juez sabio u otro adoctrinado (no digamos ya si cree en esas doctrinas wok).

Es por ello que la justicia es un filtro para ver quién se acomoda o no a ciertas ideologías, quien es considerado peligroso para los intereses de corporaciones económicas, que gobiernan a los mal llamados gobiernos, que en realidad gestionan otras ocultas que están en una página web de los EEUU.  Toda una farsa, toda una mentira que hace pensar si es conveniente cumplir leyes arbitrarias y absurdas para que otros se beneficien de nosotros y nos dejen sin aire para respirar, tal como ocurrió durante hace cuatro años, sin ir más lejos, con las malditas mascarillas. 

¿Es esto fascismo o de qué estamos hablando?

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2 COMENTARIOS

  1. Esto es una dictadura en donde en España nos han puesto a un tirano igual que el de Canadá, un dictador que solo se ama a si mismo pero que odia a todos los demás y que ya amenazó a la prensa libre diciendo que es de ultraderecha y la gente le cree a este payaso que a mi me da verdadero asco, esta corporación ya es una dictadura pura y dura, pero la culpa es del que quitaron de la sepultura, a estos masones les gustan las orgías y los ritos satánicos por eso hicieron uno en el Valle de los Caídos y una ofrenda a Satanás de los asesinados en el palacio real, esta inmundicia está convirtiendo la mentira en verdad y la gente no para de tragar.

  2. Cuando los jueces y fiscales firmen una declaración jurada bajo pena de perjurio donde se comprometan a defender vuestros Derechos inalienables vereis como se les bajan los humos. Porque ese es el contrato que deben firmar si quieren tener jurisdicción si se niegan os largais de la sala. No es el primero que lo ha hecho y no será el ultimo, la cara que ponen es todo un poema y no firma nadie.

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