sábado, julio 27, 2024
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Antígona contra la amnistía

Por Alfonso de la Vega

La prensa mercenaria alabanciosa ya comienza a preparar el terreno para hacernos tragar con la firma de la aberrante ley de amnistía por parte de Su Majestad. Alegan que don Felipe es un patriota como el más pintado pero el pobre no puede hacer nada, salvo firmar lo que le echen y callar, colaborar y acomodarse al delito como Ismena, la temblorosa hermana de la heroína griega Antígona. 

Un análisis gramatical de la constitución no avalaría tal interesada aunque acomodaticia suposición. En efecto, el artículo 62  de la CE, supuestamente aún en vigor, establece que «corresponde al Rey: i) Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales.»

De modo que es el Rey el sujeto de la oración. Y aquí “ejerce” no sanciona o promulga. Según el significado del término «ejercer» en la RAE, el que puede ejercer o no tal derecho pues no está obligado hacerlo, y aún más cuando para mayor claridad la CE dice que no podrá autorizar indultos generales. Las amnistías, de alcance mayor que los indultos, ni siquiera las contempla por imposibles. De lo contrario, la figura del Jefe del Estado pudiera ser sustituida con ventaja por autómata de inteligencia artificial al que pasar las firmas que se les antojen para «ejercer» de obediente robot.

Pero incluso hay algo más que el derecho positivo. Están la Ley Natural, siglos de Cultura y de la mejor la tradición occidental. Y la Antígona de Sófocles, considerada arquetipo o emblema de los valores más elevados de la civilización occidental. Un personaje arquetípico que desafía la orden del tirano Creonte de no enterrar el cuerpo de su hermano fallecido.

El tirano la acusa: “¿conocías el bando que prohibía eso?” Y la heroína le responde: “Lo conocía. ¿Cómo no debía conocerlo? Público era”. Y así, ¿te atreviste a desobedecer las leyes?  Y la valiente Antígona le contesta: «Como que no era Júpiter quien me las había promulgado, ni tampoco la Justicia, la compañera de los dioses infernales, ha impuesto esas leyes a los hombres, ni creí yo que tus decretos tuvieran fuerza para borrar e invalidar las leyes divinas, de manera que un mortal pudiese quebrantarlas. Pues no son de hoy ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor y nadie sabe cuando aparecieron.  Por esto no debía yo, por temor al castigo de ningún hombre, violarlas para exponerme a sufrir el castigo de los dioses…” 

Antígona constituye un arquetipo inmortal de plena actualidad siempre pero aún más hoy en el que la espiritualidad de la civilización se ve tan amenazada por los nuevos déspotas y sus cómplices. Sófocles nos expone el drama personal pero también político de su heroína rebelde ante leyes injustas contra la Ley Natural, leyes tiránicas contra las que es preciso rebelarse para salvar la propia condición de la dignidad humana. En este caso, ofrecer sepultura a los restos mortales de su hermano.

Pero no solo Sófocles, también Cicerón se pregunta: ¿los hombres pueden hacer bueno lo que es malo, y malo lo que es bueno? Nuestro Cervantes recoge esta tradición, base de la civilización occidental en los consejos de Don Quijote a Sancho gobernador. Y la mayoría de nuestros preceptistas del siglo de Oro investigan las relaciones de los sistemas normativos y de las conductas de los Príncipes en relación al universo de los valores metafísicos. Algunos incluso llegan a considerar legítimo el tiranicidio como el P. Mariana. La primera premisa o referencia del buen gobierno es, pues, externa al gobernante cuya acción debe tenerla en cuenta y servirla. 

Antígona tenía una hermana, Ismena. Que no se atreve a seguir a Antígona y se busca excusas. Se lo afea la heroína: “Si te parece, haz desprecio de lo que más estimación tienen los dioses”. A lo que la acobardada Ismena contesta: “Yo no hago desprecio de eso; pero soy impotente para obrar contra la voluntad de los ciudadanos”. O bien “De ningún modo conviene perseguir lo imposible”.

Un sofisma: la voluntad del tirano Creonte no es la de los ciudadanos. La condición de ciudadanos es incompatible con apoyar el capricho del tirano. Y una cobardía, hacer lo fácil o lo que complace al poderoso en vez de lo que es debido.

Por desgracia en el reino de España existen más émulos de Ismena que de Antígona. Así, la Corona, último objetivo a derribar por la inicua Ley Amnistía o la de Memoria histórica. Que al no defender lo que tiene obligación moral y entiendo que también legal de hacer, pronto puede encontrarse con que tampoco va a tener a nadie dispuesta defenderla cuando los caprichos del tirano y sus compinches la coloquen de víctima.

El arquetipo de Antígona contrasta con el pasmo de Su Majestad que sigue sin mover un músculo salvo para cohonestar lo que sea observa impasible la fatal devastación de Su Reino. Y don Felipe conoce el arquetipo de la heroína griega. La Familia real al completo estuvo en agosto de 2020 en Mérida para asistir a una función en su magnífico teatro romano. Se representaba la Antígona de Sófocles. Ignoro qué pensaría don Felipe mientras asistía a la función. ¿Acaso toda una provocación? ¿Una encerrona? 

La España de hoy se parece cada vez más a la tiranía de Creonte. Y si en España hubiera hoy una figura política relevante que está en las antípodas morales, de compromiso político y valentía para enfrentar la adversidad de la tiranía, virtudes representadas por la gran heroína griega esa sería la de don Felipe. Un personaje dominado, que se deja humillar impunemente en público hasta los extremos más ridículos. Que no actúa ni como debe ni como se espera de él en defensa de España. Y que si esto sigue así probablemente no se escapará de ser barrido también por la riada revolucionaria, remedo ateo del “castigo de los dioses” al que se refería Antígona.

Antígona no consentiría la humillante ley de amnistía. Humillación que también lo es para la propia Corona que hace poco defendía solemnemente justo lo contrario y queda en una posición ridícula. Y, más en abstracto, el sometimiento a los caprichos y contradioses de Su Gobierno. O el refrendo de leyes contra la Nación o la Ley Natural. Si es que ha comprendido el profundo mensaje humanista de la tragedia de Sófocles, ¿le servirá para algo a nuestro complaciente y pusilánime Rey? Hasta ahora no lo parece.

Estamos sometidos a un creciente despotismo que intenta arrumbar la civilización occidental intramuros del sistema. La cultura griega es un faro que ha venido iluminando durante siglos la civilización occidental, hoy saboteada y saqueada por quienes por razón de sus responsabilidades institucionales mayores obligaciones tendrían de defenderla. 

En la tragedia de Sófocles el tirano Creonte y su familia acabaron mal. Y el Coro pone fin a la obra: “La prudencia es la primera condición para la felicidad; y es menester, en todo lo que a los dioses se refiere, no cometer impiedad; pues las insolentes bravatas que castigan a los soberbios con atroces desgracias, les enseñan a ser prudentes en la vejez.” 

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