sábado, julio 27, 2024
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La censura y el chascarrillo

Limitar la información, o mejor dicho, como dijo Úrsula Von der Leyen o el propósito del gobierno de Pedro Sánchez de presentar una propuesta, siguiendo la directiva europea que se apruebe, tiene graves inconvenientes, por un lado, pero por otro existe una estrategia para hacer creer que nuestro país es un Estado de derecho donde hay libertad de expresión. ¿Cómo se canaliza esta contradicción? Aprovecho para lanzar las claves.

Los elementos de los medios se dividen en dos grupos: las noticias en sí, que aportan sustancia, y aquéllas que no, es decir, es lo que se llama paja o relleno. Del total del 100% de la prensa oficial, el 99%, siendo muy optimistas,  es lo que llamo ruido, pero, como mucho el 1% es de utilidad para nuestras vidas, nuestra seguridad, poder tomar decisiones correctas, poder escapar de peligros o poder desarrollarnos como seres humanos. Dado que el resto es inútil, nos introduce en el mundo de cómo es posible que tanta información sea de este tipo.

Los medios no están para arrojar lo importante, sino para manipularnos o para confundirnos. En el primer caso lo que ocurre es curioso: se lleva al lector a la ideología en concreto mediante la descalificación, la crítica falseada en base a datos inventados (normalmente irreales o, si lo son, sacados de contexto, en cuyo caso se convierten en buenas estrategias para los que hay que convencer). Es lo que ocurre cuando de un dato cierto, se suma de una intencionalidad, sugiriendo que quién lo hace o lo declara es nuestro enemigo, para lo cual hay que decorarlo con elementos que sí son falsos. En otras ocasiones, directamente se inventan la versión sin que haya pruebas de los hechos (lo cual es deseable cuando se hace el verdadero periodismo), en cuyo caso se declaran por razones ideológicas y tautológicas, es decir, partiendo de una evidencia tan simple que nadie puede negarla, logrando que el lector caiga en la trampa.

Lo país, el mundo, ABC, La razón, Público y otros, independientemente de su orientación ideológica, ya sea de izquierdas o de derechas, caen en este perfil y no es extraño que el titular sea el mismo en todos los casos. ¿Significa ello que hay una mano invisible que los manipula a todos, como si todos los partidos políticos, por ejemplo, de un medio u otro, defendiesen la agenda 2030? La respuesta es afirmativa.

Sin embargo, existe otra clase ruido y es aquél que está pensando para crear polémica, división entre las personas (las cuales se ven obligadas a escoger entre dos bandos enemigos) y que tiene una apariencia de crítica al gobierno en cuestión. Suele decirse que desinforman, pero en realidad se quedan en los hechos porque lo importante de una noticia es el grado en el que profundiza, analiza y justifica sus propios argumentos; de quedarse en el hecho notorio y llamativo, no aporta nada. Este tipo de noticias es el que suele ocurrir en youtube, en los influencers, los cuales repiten las mismas cosas, los mismos temas y llegan a las mismas conclusiones, como si creyesen haber descubierto la pólvora. El ejemplo de la ley de amnistía es el ejemplo perfecto: de por sí es escandaloso que se trate de amnistiar a una serie de delincuentes que se dedican a la política, incluso en parlamento europeo y fugitivos de la justicia española porque supone una discriminación clara: hasta aquí estamos de acuerdo. Sin embargo, también es cierto que ni Cataluña ni el País Vasco se van a independizar de España y quien crea eso es un completo ingenuo, aparte de que las posibilidades de que dicha amnistía no se apruebe es muy probable. Mientras tanto, mientras puede que sí o puede que no, el ambiente se ve caldeando y calentado hasta niveles insoportables para alguien que pueda sufrir de un infarto y se sigue elevando la tensión, pues la noticia ha sido pensada para eso. Si analizamos el contenido de este asunto, no se desarrolla solución a problema alguno, las partes sólo se lamentan: el gobierno se queja de que haya jueces reaccionarios y fachas, la oposición chirria y no hace nada y el pueblo se manifiesta en Ferraz. Cuánto más tiempo dure la película, más tiempo tienen los poderes fácticos de someter a España en la dictadura más perfecta posible.

Este tipo de críticas, que eleva la emocionalidad, más no la racionalidad o lógica (no olvidemos que la sociedad española está completamente infantilizada y esto significa que hay tal predominio del hemisferio derecho que el izquierdo baila a su ritmo como un esclavo), hace que muchos canales se llenen de suscriptores y, finalmente, escucharlos sea un pleonasmo insufrible. Dado que muchas personas, ahítas de medios tradicionales como canales de televisión abiertos que son financiados por el gobierno para decir como loros lo que les ordenan, tipo Venezuela, se escudan en estos canales, normalmente en youtube o en Facebook, finalmente seguimos con la desinformación, dado que nunca se llega a profundizar adecuadamente porque, de hacerlo, muchos de ellos serían eliminados por los fake checkers y no podrían sostenerse ni financieramente. Atención entonces a este dato. No quiero decir que los influencers no tengan buenas intenciones y que no se den cuenta de muchas cosas, pero gran parte de ellas no pueden decirlas a las claras, no sea que los algoritmos los pillen en la travesura, como un papá castiga a su hijo con un par de azotes donde ya sabes. La consecuencia es lamentable: muchos de ellos, a pesar de no haber creado sus canales con dicho propósito, acaban cayendo en la trampa y se convierten en disidentes controlados.

El problema reside en que en cuanto que informan sobre el ruido que los medios y el gobierno crean de manera intencionada y los informadores de youtube se dedican a esparcir estas noticias, intentando vendernos una marca diferente, nos damos cuenta de que no es así. En realidad, pese a ser críticos, pese a levantar cierta polvareda, pese a crear ciertos conflictos, incluso con la clase política, en realidad nos ofrecen un espectáculo extra que hace, si cabe, más ruido aún, de modo que lo verdaderamente importante sigue si contarse y, por ende, queda censurado de manera indirecta.

Es una estrategia perfecta porque, aparte de hacer creer a la población que existe la libertad de expresión, envuelve los secretos del gobierno e impide que los medios hablen de ellos, salvo muy rarísimas excepciones como este medio. Finalmente, el ritmo exacerbado, la imposibilidad de que los medios de youtube procesen estos datos y nos analicen, todo ello comparado con la lentitud y el aburrimiento de escuchar un telediario de la uno (siempre son las mismas noticias y los mismos actores), hace que el tiempo pase y, además, aquélla información que sí pudo ser importante, queda en el olvido ante la urgencia que tiene el espectador de estar informado, que no es lo mismo que estar en la vanguardia de la actualidad, por si acaso. 

En la medida en que estos mecanismos estén en marcha, no es necesario acudir a muchos mecanismos legales, salvo en caso extremos, en el que lo que llaman desinformación corra en las conversaciones de los bares a tomar el café y ello pueda provocar una respuesta de desobediencia de la población, hecho hasta ahora, desafortunadamente, poco posible.

Sin embargo, sí es importante tener en cuenta que la tercera guerra mundial es una batalla informativa en que los medios han de esparcir la mayor cantidad de noticias en el ambiente periodístico, haciendo que ellos mismos, nuestros enemigos, caigan en su propia trampa y no sepan a quién atacar ni en qué momento.

Contactar con nuestra esencia personal, arrojar pruebas e información en el que periodista aporta datos y no conjeturas personales es esencial para realizar una buena labor. Como suele decirse, la profesión se lleva en la sangre y es algo que nos enseñan en las facultades donde nos preparan para ser útiles al sistema, a este sistema tan nefasto en concreto.

De que la gente desee informarse en profundidad, conocer el porqué de lo que sucede y de que haya alguien que lo explique depende que aquéllos que intentan censurar la desinformación logren su cometido.

Ya casi no quedan periodistas, sino pregoneros de palacio, teléfonos averiados y tontos útiles.

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