En el debate de investidura que se está celebrando en el Congreso de los Diputados volvió a quedar demostrado el nivel de los políticos españoles y, lo que es peor, el ínfimo nivel de una sociedad española a la que esos políticos ya han perdido el respeto por completo.
Lo de que los políticos no respeten a los españoles ya sabemos que viene desde siempre, no es algo nuevo, pero la gran diferencia que había entre los que hay ahora y los que había antes es que, los de antes, al menos disimulaban bastante esa falta de respeto y aparentaban tener cierto interés.
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Que Sánchez no se dignara ni a debatir con Feijóo en la jornada de ayer es la mayor evidencia de lo que estamos diciendo. Y no es que nosotros reclamemos el respeto de un sistema y una clase política de la que pasamos, deberían hacerlo todos aquellos que todavía creen en él y que se toman la molestia de ir a votar, a pesar de las grandes irregularidades que se están denunciando en todos los procesos electorales.
El hecho de que Sánchez no hablara ayer no es cuestión de estrategia política ni nada parecido, el tipo está muy, muy subido, ya se cree por encima del bien y del mal y cree estar en una posición en la que puede hacer todo lo que le de la gana. Y no nos extraña que lo haga, porque los suyos le aplauden a rabiar y los del otro lado, sencillamente, no hacen nada, excepto quejarse en los bares y en las redes sociales.
Llama más la atención ese comportamiento de Sánchez, con todo lo que tiene a sus espaldas, con todas las aberraciones que ha cometido desde que llegó al cargo, sobre todo en los que respecta a los encierros ilegales y la campaña de inoculación de los despistados. Queda demostrado, por tanto, que le da todo absolutamente igual, que no tiene escrúpulos y lo peor, que no se arrepiente de nada y que incluso lo volvería a hacer si se lo ordenaran sus amos.
Con todo esto ya podemos decir que España no tiene ni la categoría de república bananera, es la peor de las dictaduras porque está escondida bajo el manto de una supuesta e irreal democracia. Y la banda, como la del Titánic: tocando el violín.
España, Infierno de cobardes…