Muchos de nosotros hemos pasado por distintas fases a lo largo de la farsemia sanitaria que estamos viviendo, incluso los que en un principio se lo hubieran creído pero después no han caído en la trampa.
Una de las fases más duras, suponemos que para todos, fue aquella en la que todos tratábamos de convencer a nuestros familiares y amigos de que todo era falso y, sobre todo, de que no se metieran el veneno en el cuerpo. Con éxito o no, en esa fase todos sufrimos un gran desgaste porque hubo incluso desprecio por parte de aquellos de los que no esperábamos recibirlo.
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A partir ahí, sobre todo cuando hubo un fracaso en el primer intento, tratamos de que no se pusieran más, pero sin excesivo ímpetu, si no se nos hacía caso, tras sufrir el desprecio de la primera vez. A partir del fracaso en esa ocasión, estamos seguros que con las siguientes, casi todos callamos y, simplemente, observamos cómo se caía en las siguientes.
Pero, ¿y los engañados? Y, sobre todo, los engañados que se estén empezando a dar cuenta del gran engaño, ¿qué sensaciones tendrán? ¿Qué pensarán ahora? ¿Se habrán pasado al «lado oscuro», o seguirán manteniéndose en su postura por orgullo, vergüenza, o lo que sea?
Sobre este último asunto, este análisis nos ha parecido tremendamente acertado.