No hay nada más importante en esta vida que los hijos, para aquellos que llegan a ser padres. Es la demostración más grande de amor que hay puesto que, cuando se tienen hijos, los padres lo sacrifican todo por ellos e incluso llegarían a sacrificar hasta su propia vida, si fuera necesario.
El hecho de tener hijos desarrolla en las parejas ese instinto de protección que convierte a las familias en muros infranqueables que luchan, contra viento y marea, para mantener al núcleo familiar unido y protegido.
Por eso la mafia política quiere acabar con las familias. Por eso la mafia política propugna aberraciones como el aborto. Una pareja con perros o con gatos es mucho más vulnerable que una familia con hijos.
Llevamos ya años en los que la clase política ha estado trabajando sin descanso en convencernos a todos de las bondades del aborto. Por eso ya hemos llegado a un punto en el que se ha convencido a muchos de que acabar matando a sus propios hijos es un derecho. Dense cuenta de la aberración.
Y es que, mientras la gestación de cualquier animal se protege, como es normal, la del ser humano se desprecia y se considera que lo que hay dentro de una mujer embarazada es un objeto, incluso un tumor, desde luego cualquier cosa, menos la realidad: un ser humano que se está formando, tu propio hijo.
Mientras tanto, aquellos que enarbolan la bandera del aborto. Aquellos que defienden y justifican ese asesinato, intentando convencernos a todos de que es un derecho, tienen hijos. Uno, dos tres… los que quieran tener, como es lógico.
Y alguien que tiene tres hijos, que incluso los tuvo con serios problemas al nacer y que luchó por ellos pasa sacarlos adelante, es capaz de decirte esto: