Investigadores de la Universidad de Ginebra en Suiza han llevado a cabo un estudio inusual con el objetivo de «inocular» al público contra la llamada «desinformación climática». Publicado en Nature Human Behaviour el 30 de noviembre, el estudio titulado «Estrategias de Inoculación Psicológica para Combatir la Desinformación Climática en 12 Países» busca abordar la incredulidad en torno al cambio climático antropogénico.
En el resumen del estudio, se hace hincapié en las persistentes disputas sobre las causas del cambio climático, a pesar de que, según afirman los autores, el debate científico sobre las causas antropogénicas se resolvió hace décadas. Este enfoque, sin embargo, puede ser discutible, ya que la ciencia del cambio climático sigue siendo objeto de debate entre científicos prominentes, incluidos nombres como John Clauser, ganador del Premio Nobel, Will Happer de la Universidad de Princeton, Patrick Moore, cofundador de Greenpeace, y otros.
Los autores del estudio afirman haber «investigado experimentalmente» factores psicológicos en 12 países para comprender por qué algunos individuos rechazan la idea del cambio climático antropogénico y el supuesto «consenso científico» sobre el daño ambiental causado por el uso de combustibles fósiles.
Tobia Spampatti, estudiante de doctorado y asistente de investigación en el Laboratorio de Decisión del Consumidor y Comportamiento Sostenible, uno de los autores, destaca que la desconfianza en mensajes climáticos pesimistas puede deberse a un cuestionamiento infundado del consenso científico o a la percepción exagerada de la carga sociofinanciera de las políticas climáticas.
Los investigadores sugieren que, en lugar de depender únicamente de las palabras de los científicos, las personas tienden a confiar en su intuición al evaluar afirmaciones sobre el cambio climático. Spampatti destaca la importancia de reconocer que las creencias individuales están influenciadas por factores psicológicos, incluidas creencias previas, resultados deseados, lazos emocionales y antecedentes socioculturales e ideológicos. El estudio aborda la complejidad de cambiar estas creencias anticientíficas y destaca la resistencia a la corrección que pueden mostrar según la configuración de estos factores psicológicos.
Con esto pasa como con la farsemia sanitaria, no se permite dudar porque ellos, y solo ellos, tienen la verdad. Antes, la ciencia era debate, consistía en tratar de llegar a conclusiones, buscando errores. Pero ahora no. Ahora la ciencia, como casi todo, es exclusivamente dinero y por eso pretenden convertir cualquier dogma manipulado para engañar a la población en una especie de palabra de Dios indiscutible.
El «estudiante de doctorado» seguramente seleccionado por parguela, borrego y sindrómico, es citado como «experto».
En mis tiempos ‘experto’ era una palabra que no se usaba a la ligera y uno de sus requisitos indispensables era haber ejercido la tira de años con gran acierto y maestría. Ahora se la ponen a cualquier niñato vendehumos de la siensia, para vender su siensia.
Conozco a un chaval que hizo un excelente trabajo de fin de grado, y se lo tiraron porque no cumplía el requisito de estar enlazado con los «objetivos de la agenda 2030». Así los coaccionan y adoctrinan, entre otras cosas
Las universidades necesitan un fuego purificador. Y los «expertos» de chichinabo una buena somanta.
Las cripticas y sectarizadas formas actuales de las dictaduras y la inquisición son Bestia les. Lo han logrado porque han logrado que la mayoría seamos carne de rebaño descerebrado y credulonóico
LA PAZ ES LA GUERRA Y LA GUERRA, LA PAZ. LO BLANCO ES NEGRO Y LO NEGRO, BLANCO ¡AAAAAAR!