Por Alfonso de la Vega
No suelo ver mucho la tele y menos hacer reseñas de ese tipo pero me habían recomendado con insistencia una serie de nueve capítulos en Netflix titulada Animal. Una serie española de producción modesta ambientada en Galicia.
Bajo una capa de humor, sencillez y ligereza esconde pero no mucho a cualquier espectador sensible, grandes enseñanzas. En la línea de “un tiemble después haber reído” de la revista de humor La Codorniz la serie plantea una crítica lúcida y feroz a la deriva desastrosa de una civilización desnortada. Una visión con muchas facetas como los diamantes bien tallados. El sentido de la vida; la vocación y el ejercicio profesional según las ideas y las edades; la remuneración en dinero, satisfacciones y especie; la tradición de un mundo rural declinante que funcionaba en ciclo cerrado pero que ahora intenta sobrevivir desestabilizado por los nuevos poderes; las nuevas maneras amorosas; las formas de negocio que se van implantando; la infantilización inducida; el desmadre administrativo oficial; el funcionamiento del sistema judicial… y otras cosas más sobre las que luego incidiré.
Antón es un veterano veterinario rural gallego que vive al día en una casa heredada desvencijada sin posibles ni tampoco ahorros que tras su negativa a firmar un chanchullo se ve obligado a aceptar un trabajo en una tienda franquiciada, una boutique para mascotas dirigida por su sobrina Uxía, sucursal propiedad de una multinacional con sede en Barcelona. Las circunstancias le hacen pasar de cuidar semovientes en el campo a atender y vender caprichos para mascotas mimadas por unos amos tremendamente estupidizados en los que no cuesta identifica a muchos, demasiados por desgracia de nuestros conciudadanos.
Las peripecias de su consulta en la que más que de veterinario ha de ejercer de psiquiatra de amos y mascotas ponen una nota de humor a veces desternillante. Pero lo importante no es tanto su labor puramente veterinaria sino colocar chucherias y cacharros para mejorar en las estadísticas de ventas.
El perfil psicológico de la joven directora es muy curioso por su manera de pensar y relacionarse, su lenguaje producto del adoctrinamiento propio de Recursos Humanos de una gran empresa.
Pero hay un aspecto que deseo destacar porque me parece que es la madre del cordero, nunca mejor dicho, de muchas de nuestras desgracias actuales y venideras. Un asunto que me recuerda alguna de mis propias peripecias e inquietudes cuando era el joven responsable del departamento de normativa con varios consultores a mi cargo en la dirección de organización de una de las más importantes empresas españolas de energía. Me refiero al cambio filosófico acerca del sentido, misión o razón de ser de la empresa. Del justificarse por tratar de «satisfacer una necesidad social» a la posmoderna alternativa, y a veces opuesta, de «crear valor para el accionista».
Un asunto que supone grandes implicaciones no solo para la micro y macroeconomía sino sobre la sociedad y la misma civilización. No exagero: estamos viendo los tremendos resultados en asuntos como la pérdida hegemónica científica e industrial, la deslocalización y al final como consecuencia, la decadencia y dependencia. Un proceso que está en la base de muchos de nuestros problemas actuales es el proceso de desmantelamiento de la base industrial y del sector agrario que había logrado con gran esfuerzo y altura de miras el tan denostado régimen anterior. Un fenómeno negativo que también se sufre hoy en la actual devastadora UE e incluso en la metrópoli imperial. Durante un siglo EEUU fue líder mundial de manufactura pero tras casi medio de desindustrialización debido a la deslocalización promovida para crear valor para el accionista ha perdido su dominio manufacturero con importantes consecuencias políticas y geoestratégicas de todo tipo como la dependencia ahora en buena parte de China. Por eso muchos grandes magnates están acaparando recursos físicos en preferencia a los meramente financieros.
Pero volviendo a nuestra serie en ese mismo “crear valor para el accionista” se encuentra el discurso de la nueva directora enviada por la central de Barcelona para sustituir a la destituida sobrina de Antón. Otro que, profesional a la vieja usanza, no sirve a la corporación porque cura en vez de mantener a los animales con enfermedades crónicas y en dependencia de los costosos artilugios en oferta.
En resumen una serie muy entretenida, divertida y pedagógica con su «tiemble después de haber reído».

