Luis XVI fue condenado a la guillotina el 21 de enero de 1793 por conspiración contra la libertad pública y de atentado contra la seguridad nacional. Entender el rol que juega la monarquía en las sociedades contemporáneas exige hacer un poco de historia sobre el modo en el que ideología política de la masonería, de los Illuminati, creados por Adam Weishaupt el 1 de mayo de 1776, por orden de los Rotshchild, anteriormente denominados Mayer, los cuales ordenaron la redacción de un libreto o guion de lo que sería después la revolución francesa.
Lo que vamos a ver nos plantea las complicadas relaciones entre la masonería y las casas reales de Europa, indisolublemente sometidas a sus caprichos y proyectos. Estaba claro que el objetivo era cargarse a la casa real más poderosa del viejo continente, en aquel tiempo, por díscola y resistente a los deseos de esta secta. De ahí se urdió todo un plan para erradicarla y cambiar el paradigma de la posible existencia de la monarquía a partir de ese momento. Que quede claro que no la defiendo ni la critico, simplemente hago una descripción de hechos que se dieron hace más de dos siglos.
Luis XIV creó un órgano consultivo representado por la nobleza y el clero que tuvo que cerrar por lo que parecen interferencias de la época en el año 1614. La idea central de la revolución era cargarse el rey como autoridad del estado o esto se desprende las palabras críticas de Jean Joseph Mounier (1758-1806) diciendo de forma sibilina que “cuando la manera de gobernar no deriva claramente de la voluntad del pueblo, claramente expresada, se carece de constitución; no hay más que un gobierno de hecho que varía según las circunstancias, que cede a cada uno de los acontecimientos”. Constitución, como las constituciones masónicas de 1723 de las que hablaré en otro artículo, para mayor burla y abuso de poder, justificado por la ley que ellos mismos aprueban. Para ello hay dos herramientas básicas: los partidos políticos y la soberanía en la nación mas no en el pueblo, el cual se ve incapaz de ejercer autoridad alguna (artículos 2 y 3 de la resolución de la Asamblea de Paris, con fecha de 26 de agosto de 1789).
Teóricos como Honoré Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau (1749-1791), que defienden el firme derecho de los miembros de dicha cámara para asegurar la legalidad, osaban decir que “no se puede conceder a una persona el derecho exclusivo a alguna cosa que no esté prohibida por ley” (mas no por ley natural, ésa que tanto reclaman los masones). Estas perlas de la historia, junto a las declaraciones de Emmanuel Joseph Sieges (1748-1836), el 17 de junio de 1789, señalando que “no puede existir entre el trono y la asamblea ningún veto ni poder negativo”, aclaran como la monarquía quedó relegada a simplemente obedecer lo que decían los corruptos y traidores a Francia desde la asamblea de Paris. La posterior oposición de Luis XVI de la cámara, frente a lo cual los masones decidieron que se reunirían de manera secreta ignorando la voluntad de su majestad, le obligó a ceder y a reabrirla el 25 de junio de ese año. Una vez creada la comisión de la futura constitución (obviamente de corte masónico), comenzaron los desórdenes en París y se tomó la bastilla aquel famoso 14 de julio, que tanto celebran los franceses.
Con la soberanía robada por la asamblea, ésta condenó a muerte tanto al rey Luis XVI como a su familia por conspiración contra la libertad pública y atentado contra la seguridad nacional el 21 de enero de 1793. Desde aquel entonces ya sabían a que se enfrentaban las casas reales europeas, ya conocían lo ocurrido con Luis XVI, muy similar a lo que pasó con la familia de los zares de Rusia en 1917 por negarse Alejandro I a participar en el plan del Congreso de Viena de 1815, presidido por la cabeza de los Rotshchild, como primer proyecto de orden político único en Europa.
Esa extraña mezcla hace que orden masónico y monarquía cree cierta interferencia y que muchas de las familias reales se hayan visto obligadas a someterse a sus intenciones y planes, como ocurre con los Windsor en el Reino Unido. De hecho, los que pertenezcan a estos linajes, incluidos Felipe VI, se ven obligados agachar la cabeza y aplicar ese principio que reza “mirar y callar”. Cuando en el año 2014 el rey Juan Carlos I se vio sometido a ciertos escándalos (algunos de tipo sexual y la excusa perfecta empleada por los Rothshild desde inicios del siglo XIX para desacreditar a modo colectivo a ciertas figuras que son claramente incómodas, como sucede ahora con el rey emérito), era mejor tener en España a su hijo Felipe, casado, por cierto con la reina Leticia, compañera de instituto de Pedro Sánchez, claramente ideologizada hacia la izquierda, en base a algunos de sus discursos. ¿Cómo se explica entonces que Felipe VI accediera a que Pedro Sánchez fuese presidente del gobierno a sabiendas de sus sucias intenciones, claramente republicanas, es decir, siguiendo a la masonería?
No nos engañemos, estos personajes, encerrados en sus palacios o cárceles oro, han de permitir que se cumplan ciertas cosas, muchas de ellas a espaldas del pueblo, porque, de lo contrario, son quitados del medio por las buenas o por las malas, si no los destituyen como hicieron en el 2014 cuando, tras la reunión del Club Bilderberg, a la que acudió la reina Sofía, cedió Juan Carlos la corona a su hijo el día después. ¿Casualidad? Se sabe quien manda en España y quien decide quién es el rey o deja de serlo. El interés de ese año era la implementación de la agenda 2030, la pesadilla que viven ya muchos ciudadanos, especialmente desde 2020 y la famosa plandemia covidiana o pistoletazo de salida, con encierros ilegales para empezar la fiesta. Actualmente, se sabe que el plan es expandir la agendita al 2045, con nuevas medidas y aceleraciones en los futuros planes para instaurar en Europa la distopia fascisto-dictatorial del presente siglo.
¿Es necesaria la presencia del rey Felipe VI en esta nueva etapa? ¿Será por ello que sacan ahora a la luz los trapos de Juan Carlos I con Barbará Rey, al más sucio estilo difamador de los Rothschild porque puede haber cambios o se trata de un aviso para ir enfriando los ánimos, ahora que los reyes son los únicos que han ido a Valencia para visitar a los afectados por las inundaciones del 29 de octubre, siendo que Pedro Sánchez salió corriendo como una rata y se trata de ensuciar con lodo la imagen de los reyes de España? Por cierto, que últimamente no se ve a Felipe VI con el pin multicolor de la agendita 2030. ¿Se habrá dado cuenta de algo?
Hemos hecho un recorrido por la historia, esa que nadie recuerda y que queda borrada pues se trata de modificar el pasado en la memoria para que ciertos sucios crímenes no sean descubiertos, ni por las futuras generaciones.
En este estado de cosas, dejo estas simples, pero polémicas reflexiones para que cada cual saque sus propias conclusiones. Los hechos son tozudos cuando se descubren, aunque sea a escondidas y en secreto, se sepa la verdad o, aún peor, se empiece a intuir de su existencia…
Al contrario de la historia que se estudia en los centros de enseñanza de todos los niveles
esta es la visión funcional real de la historia con la que no solo se comprende las ocultas causas motrices del devenir de los pueblos sino que se pone de manifiesto quién mueve los hijos del presente entre bastidores y, por tanto, cuáles son los objetivos y métodos inadecuados para resolver los problemas que nos van echando encima ¿Logrará la Humanidad emanciparse de este psicofascismo mortal?
Mi enhorabuena al autor de este trabajo
Debe ser así,tal y como lo describes,por qué al principio la masonería fue regicida,y mató a varios Reyes como es posible que ahora los Reyes sean masones?,pues eso que tú dices,tal vez por vivir en una continua amenaza,a la que deben obediencia.
Que los reyes sean masones forma parte del engaño y la estrategia facilitadora de la destrucción de los Estados Nación para la implantación de la tiranía mundial del NOM