Por Alfonso de la Vega
Los escándalos en los serrallos podemitas y sumanditas me han recordado una conocida ópera mozartian, El Rapto en el serrallo, perteneciente al género «Singspiel». Como se sabe forma parte de la serie de óperas Thamos, Zaide, El Rapto en el serrallo que bajo un tema parecido, el del discernimiento espiritual para conocer la realidad de las cosas frente a las apariencias engañosas, con argumentos semejantes y cada vez más elaborados, desemboca en una de las obras sublimes del arte occidental como es La Flauta Mágica.
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El eunuco guardián del serrallo es Osmín, antecedente de Monostatos, que no sé bien porqué el caso es que me recuerda o se da un aire a un tal Urtasun que hoy nos dicen guarda el ambicioso gineceo «feminista» para su señor. En cambio las heroínas mozartianas, Constanza o Pamina, o antes Zaide, estarían por sus méritos de verdadera feminidad y lealtad en las antípodas de las odaliscas podemitas y sumanditas que conocemos, gustosas de ofrecer sus encantos para mejor medrar en el harén y conseguir ser la favorita, sin que medie violencia de género alguna. Todo lo contrario, insisto, de las virtuosas damas mozartianas. En este juego de engañosas apariencias tanto Selím Pachá, el pretendido malvadísimo varón heteropatriarcal, como luego Sarastro en La Flauta, resultan ser buenos.
El Rapto se relaciona con la práctica tradicional de piratería de los moros del norte de África que secuestraban personas en el Mediterráneo occidental. Lucrativo negocio renovado hoy en gran escala con la trata de invasores. Entonces se secuestraban barcos, ya nuestro gran Cervantes diera prueba y testimonio de ello con su secuestro y cautiverio en Argel. Se pedía rescate por la tripulación y pasajeros o se vendían como esclavos. La heroica Constanza era una de las víctimas.
En realidad el negocio se hace hoy a lo grande, sin que las armadas cristianas lo combatan como antes, con muchas complicidades de traidores bien instalados, secuestrando mediante invasiones descontroladas naciones cristianas enteras.
No deja de ser curioso que la izquierda impostada no sólo colabore en esta traición sino que quiera hacer pasar por estricta modernidad la mercancía averiada y caduca de los harenes islámicos al servicio del rijoso sultán de turno, eso sí, con nuevos disfraces o tecnologías.