La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado con gran fanfarria la adopción del primer Acuerdo de Farsemias durante la 78ª Asamblea Mundial de la Salud en Ginebra. Según el comunicado oficial de la propia organización, este acuerdo histórico busca hacer el mundo «más equitativo y seguro frente a futuras farsemias», promoviendo una colaboración global para prevenir, preparar y responder a crisis sanitarias. Sin embargo, una revisión crítica de los puntos expuestos revela que este tratado no es más que un intento velado de centralizar el poder, erosionar la soberanía nacional y restringir las libertades individuales bajo el pretexto de la seguridad sanitaria. A continuación, desmontamos cada uno de los argumentos presentados por la OMS, exponiendo las verdaderas implicaciones de este acuerdo.
1. «Un hito histórico para la equidad y la seguridad global»
La OMS celebra el acuerdo como un logro monumental, fruto de tres años de negociaciones impulsadas por las lecciones del C0VID-19. Afirma que el tratado fortalecerá la colaboración internacional para garantizar un mundo más seguro y equitativo. Sin embargo, esta narrativa oculta un problema fundamental: la centralización del poder en una organización supranacional no electa. La OMS, al asumir el papelde árbitro global en materia de salud, se posiciona para imponer directrices que pueden contradecir las necesidades y prioridades de las naciones individuales. La «equidad» que promete no es más que una fachada para justificar la redistribución forzada de recursos y la homogenización de políticas sanitarias, ignorando las diferencias culturales, económicas y sociales entre países.
Además, la seguridad global que la OMS promociona implica sistemas de vigilancia masiva y control de datos. La creación de plataformas como el Sistema de Acceso y Distribución de Beneficios de Patógenos (PABS) sugiere un intercambio obligatorio de información genética y biológica, lo que plantea serios riesgos para la privacidad y la seguridad de los datos nacionales. ¿Quién garantiza que esta información no será utilizada por actores externos, incluidos gobiernos o corporaciones farmacéuticas, para fines que no beneficien a las naciones que la proporcionan? La respuesta es clara: nadie.
2. «Fortalecer la arquitectura sanitaria global»
El comunicado destaca que el acuerdo establece principios y herramientas para una mejor coordinación internacional, incluyendo el acceso equitativo y oportuno a vacunas, terapias y diagnósticos. Este punto suena noble, pero en la práctica, implica una transferencia de autoridad a la OMS para dictar cómo los países deben gestionar sus recursos sanitarios. La imposición de un porcentaje obligatorio del 20% de vacunas, medicamentos y pruebas para ser entregados a la OMS durante una pandemia (como reporta Reuters) no solo limita la capacidad de los países para priorizar a sus propios ciudadanos, sino que también beneficia a las grandes farmacéuticas, que se aseguran un mercado global garantizado bajo el amparo de la OMS.
Además, la creación de mecanismos como el Mecanismo de Coordinación Financiera y la Red Global de Cadena de Suministro y Logística (GSCL) no es más que una forma de introducir una burocracia adicional.
3. «Respuesta a las lecciones del COVID-19»
La OMS argumenta que el acuerdo responde a las «devastadoras» consecuencias del COVID-19 y busca evitar la repetición de los errores del pasado. Sin embargo, esta narrativa ignora que muchas de las políticas impulsadas por la OMS durante la pandemia —como los confinamientos masivos, el uso prolongado de mascarillas y la promoción de vacunas experimentales— carecieron de evidencia sólida y causaron daños significativos. Los cierres económicos devastaron medios de subsistencia, aumentaron la pobreza y generaron crisis de salud mental, mientras que las vacunas, promovidas como la solución definitiva, no detuvieron ninguna transmisión, porque no existía, y han sido vinculadas a efectos adversos que la OMS ha minimizado.
En lugar de reflexionar críticamente sobre estos errores, el acuerdo parece institucionalizar las mismas estrategias fallidas, otorgando a la OMS aún más poder para imponer medidas similares en el futuro. Esto representa un ataque directo a la libertad individual, ya que los ciudadanos podrían verse obligados a cumplir con mandatos sanitarios globales sin posibilidad de cuestionarlos o adaptarlos a sus contextos locales.
4. «Respeto a la soberanía nacional»
El comunicado asegura que el acuerdo no otorga a la OMS autoridad para interferir en las leyes nacionales, citando la cláusula 22.2 del tratado. Sin embargo, esta afirmación es engañosa. Aunque el texto pueda incluir salvaguardas legales, la presión política y económica que la OMS y sus aliados pueden ejercer sobre los países para que cumplan con las directrices es inmensa. Durante el COVID-19, vimos cómo los países que se resistieron a las recomendaciones de la OMS, como Suecia, fueron demonizados, mientras que aquellos que las siguieron ciegamente sufrieron consecuencias sociales y económicas devastadoras.
Además, las publicaciones en X reflejan una preocupación generalizada sobre la pérdida de soberanía nacional, con usuarios denunciando que el tratado permite la censura de la disidencia, la vigilancia global y la imposición de medidas de emergencia que podrían limitar derechos fundamentales. Un organismo global no debería tener la capacidad de influir en las decisiones internas de los países, especialmente cuando su historial está plagado de errores y conflictos de interés.
5. «Una victoria para la salud pública y la cooperación multilateral»
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, califica el acuerdo como una victoria para la salud pública y la acción multilateral. Sin embargo, esta retórica ignora la ausencia de Estados Unidos en las negociaciones finales, lo que pone en duda la legitimidad y efectividad del tratado. Como señala Reuters, la falta de apoyo de una potencia clave como EE. UU. podría debilitar significativamente la capacidad del acuerdo para lograr sus objetivos. Esto sugiere que el tratado no es más una herramienta simbólica para reforzar la influencia de la OMS.
Además, la cooperación multilateral que la OMS exalta a menudo sirve como excusa para imponer agendas globalistas que priorizan los intereses de las élites sobre los de las poblaciones locales. La financiación de la OMS, que depende en gran medida de donantes privados como la Fundación Bill y Melinda Gates, plantea serias preguntas sobre su imparcialidad. ¿Cómo puede una organización tan influenciada por intereses corporativos garantizar que sus políticas beneficien a los ciudadanos comunes y no a las grandes farmacéuticas o a los gobiernos que buscan más control?
Enlace al tratado: https://www.who.int/es/news/item/20-05-2025-world-health-assembly-adopts-historic-pandemic-agreement-to-make-the-world-more-equitable-and-safer-from-future-pandemics